En otras ocasiones hemos visto
las distintas relaciones que, bien surgidas del entorno familiar, (entrada sobre hermanos escritores/ entrada sobre padres e hijos escritores) bien en forma
de relaciones de amistad y de odio, (entrada sobre amigos y enemigos entre escritores) se produjeron entre distintos escritores.
En estas líneas echaremos un vistazo a las relaciones sentimentales que
mantuvieron en algún momento algunos autores.
Si os parece, empezaremos con la
historia de amor que duraría hasta que la muerte separó a la escritora Adeline
Virginia Stephen y el escritor, editor y
teórico político Leonard Sidney Woolf, del que tomaría su apellido, y que
aparecería en todas las obras firmadas por Virginia Woolf.
La suya fue una historia
singular. Hubo gente que no entendió una relación en la que era tan evidente la
diferencia social (Leonard pertenecía a un rango muy inferior al de Virginia,
tanto social como económico), pero a la postre resultó definitiva. Virginia no
era ajena a esa falta de comprensión en su entorno, y, no sin humor, definió a
su futuro marido como “un judío sin un céntimo”.
Ambos pertenecían al selectivo
Círculo de Bloomsbury (grupo de intelectuales residentes en dicho barrio
londinense que compartían charlas y vivencias y se reunían habitualmente en la
casa de Virginia), que entre otros puntos, tenían en común un rechazo a la
moral victoriana. También era una de sus características el rechazo a la
exclusividad sexual, y de hecho Virginia mantuvo durante los años veinte un
conocido romance con la también escritora Vita Sackville-West, e incluso Woolf
dedicó a su amante el libro “Orlando”.
A pesar de que esa relación acabó
prácticamente con la década, siguieron manteniendo una relación de amistad
hasta el final. Conocidos son los problemas psicológicos que tuvo Virginia
Woolf durante gran parte de su vida (al parecer en la actualidad se le habría diagnosticado
un trastorno bipolar). Su marido Leonard intentó acompañarla durante toda su
vida en la lucha contra dichas complicaciones; sin embargo, es sabido que una
tarde de marzo de 1941 Virginia introdujo piedras en los bolsillos de su
abrigo, y acabó con su vida introduciéndose y ahogándose en el río Ouse, al lado de su casa.
El amor que vivieron Leonard y
Virginia quedó reflejado en la emotiva carta de suicidio que dejó escrito
Virginia, y que termina con un elocuente:
“No creo que dos personas pudieran
ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”. (aquí puedes ver la entrada "El escritor y el suicidio")
Tras ver una historia tan
singular como la anterior, conoceremos un poco más del censurado y tildado de
pornográfico en su momento Henry Valentine Miller (incluso sufrió un proceso
judicial siendo acusado de obscenidad tras la publicación de “Trópico de
Cáncer”). El escritor estadounidense fue un asiduo de los ambientes más
sórdidos y marginales del París de los años 30, y siempre fue un defensor de la
lucha contra el puritanismo.
Unos años antes, un Miller casado
había entablado relación con una enigmática mujer, June Mansfield, a la que
había conocido en un club en su oficio de taxi dancer (acompañante de baile
remunerada). A pesar de que Miller estaba casado, su enamoramiento fue en
aumento, hasta que June se convirtió en su segunda esposa.
La personalidad de June influyó
decisivamente en la carrera de escritor de Henry Miller, ya que lo convenció de
que abandonase su puesto en la Western Union y se dedicase por completo a su
vocación, recayendo sobre ella la responsabilidad de conseguir efectivo para
pagar las facturas. June ejerció diversos oficios, y consiguió (en
circunstancias poco claras) que varios admiradores patrocinasen las andanzas
del autor. El carácter evasivo y las diversas versiones (contradictorias) que
June ofrece a Henry de su pasado y de su presente obsesionan a Miller.
En una de sus habituales salidas
nocturnas, June conoce a la joven Jean, con la que entabla una relación
apasionada, e incluso compartirá vivienda con el matrimonio. Todo ello acabará
con una nota de despedida, en la que el escritor descubre que June ha viajado a
Europa con su amante Jean. El tremendo golpe recibido por Miller hace que se
obsesione con la idea de viajar e instalarse en París. Un año más tarde lo logra,
y en dicha ciudad conoce a Ángela Anaïs
Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell, la conocida escritora Anaïs Nin.
Entre ellos nace una relación
intensa, tanto intelectual como físicamente. Pronto se convierten en amantes, y
aunque eso durará unos años, la amistad que entablaron durará siempre. La ya de
por sí peculiar relación de Henry Miller con su mujer June avanza unos estados
más cuando June se instala en París.
Anaïs queda totalmente prendada de June, y se inicia un intenso triángulo
amoroso que sería descrito por la propia Anaïs en “Henry, su mujer y yo”
(también conocido como “Henry y June”). La relación dura tan sólo unos meses,
ya que June decide regresar a Estados Unidos y divorciarse de Miller, dejando
atrás París, y dos escritores destrozados, e inspirados por la enigmática
mujer.
Se puede observar con facilidad
lo tumultuosa que resultó la relación de Miller con su esposa, al igual que la
que sufrieron los integrantes de la siguiente pareja que vamos a recordar. Se
trata del gran escritor Francis Scott Fitzgerald y su amada Zelda Sayre. El
joven Francis estaba perdidamente enamorado de Zelda, hija de una acomodada
familia y amante de una vida de comodidades y alegrías. Llegaron a
comprometerse, pero el bajo nivel económico que poseía un Fitzgerald, que no
era más que un escritor en potencia sin ninguna obra publicada, llevó a Zelda a romper dicho compromiso.
Sin embargo, un año más tarde,
una vez publicada su primera novela, “A este lado del paraíso”, Francis
consigue el “Sí, quiero” de Zelda. Pronto la novela se convierte en un éxito, y
la pareja es vista como el símbolo del glamour de la época: jóvenes, ricos,
interesantes, divertidos, son el germen de lo que hoy en día son las parejas
que acaparan portadas en las revistas del corazón, atrayendo los flashes con
cada movimiento.
Una vida pública envidiable, que
realmente esconde una vida privada agitada. El éxito de Fitzgerald, que llega a
su cumbre en 1925 con la publicación de “El gran Gatsby”, (reseña "El gran Gatsby" aquí) los lleva de fiesta
en fiesta y de borrachera en borrachera, además de permitirles codearse con las
personalidades más importantes de la cultura de la época, siendo el escritor
una de las piezas básicas de la “Generación perdida”.
Los celos de Zelda sobre
supuestas (e inciertas) infidelidades de Francis son superados por los celos
que provocó en el escritor la relación que mantuvo su esposa con el piloto
francés Edouard Jozan. La relación llega al punto de que Zelda solicita el
divorcio a su esposo, pero dicho acto hace que el piloto francés rompa la
relación, y el matrimonio sigue su curso. Las habituales borracheras del
escritor van en aumento, de hecho ya lleva años convertido en alcohólico,
situación que vivirá hasta el final de sus días.
El elevado tren de vida que
llevan necesita algo más que los ingresos que proporcionan la venta de sus
libros, y Fitzgerald acepta la propuesta de colaborar en la escritura de
guiones de Hollywood. Además de los problemas de alcoholismo de Francis, a
Zelda le es diagnosticada una esquizofrenia, que la tendrá entre internamientos
en hospitales psiquiátricos y depresiones.
Tras un internamiento, Zelda
decide convertirse en escritora, y en tiempo record escribe “Resérvame un
vals”, una novela claramente autobiográfica y que, a juicio de Francis, está
basada en la novela en la que está trabajando él mismo y que ella ha leido, y
que más tarde publicaría como “Suave es la noche”. La tormentosa relación entre
marido y mujer sufre otro revés cuando Scott se enamora de Sheila Graham,
columnista del mundo del espectáculo en Hollywood. Mantendría con ella una
relación que se rompería en 1937, momento en el que regresa con Zelda, y con
ello las borracheras de él, los internamientos de ella, las peleas, los celos,
los amantes… en fin, que representaron en todo su esplendor el auge y la caída
del sueño americano.
Él falleció en 1940, y siete años más tarde fallece ella
en el incendio del hospital psiquiátrico en el que estaba internada. Ahora, concretamente desde la década de los 70, los restos mortales del
matrimonio reposan juntos en Rockville, bajo la frase final de “El gran
Gatsby”:
“Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente
hacia el pasado”.
Es lógico pensar que hay una gran
cantidad de parejas surgidas entre autores literarios, y de hecho así es; sin
embargo, no nos vamos a centrar en parejas que ya han fallecido, y que pasaron
a la posteridad como tal. También en la actualidad podemos encontrar a parejas
como las formadas por Elvira Lindo (cuyas obras más conocidas son las de la
serie de “Manolito Gafotas”) y Antonio Muñoz Molina, receptor del premio
Príncipe de Asturias en el año 2013.
También, aún a riesgo de que nos
suene un poco más lejano, encontramos al matrimonio formado por la ensayista,
poeta y novelista estadounidense de origen noruego Siri Hustvedt, que al
parecer con su novela “Elegía para un americano” consiguió despegarse la
etiqueta que la acompañaba hasta entonces, la de “esposa de”, en este caso del
famosísimo Paul Benjamin Auster.
La relación entre ambos nos
guarda algunos detalles en sus libros. Por ejemplo, el personaje de la primera
novela de Siri (“La venda”), es una joven llamada Iris (léase al revés), basado
en sus propias vivencias. Dicho
personaje volverá a aparecer en un libro, en este caso en “Leviatán”, de Paul
Auster, siendo la mujer de la que se enamora el protagonista, Peter Aaron. “A
Paul Auster” es la simple dedicatoria que Siri incluye en su novela “Todo
cuanto amé”, y en sus obras se puede encontrar alguna que otra pincelada
dedicada a su pareja.
Además de estas parejas con las
que hemos curioseado, podemos encontrar más relaciones entre autores
esporádicas, intensas, definitivas… En fin, relaciones de todo tipo, que
podremos visitar en otra ocasión, para volver a
sorprendernos con sus detalles.