En "La casa de caramelo" nos encontramos con Bix Bouton, multimillonario creador de la red social Mandala, en busca de una idea rompedora. La encuentra.
La estructura variable con la que nos sorprendió Egan en "El tiempo es un canalla", con el uso de un sinfín de recursos narrativos (incluso uno de los capítulos es una presentación de Powerpoint, para que te hagas una idea) tiene continuación en "La casa de caramelo", compartiendo ambas lecturas los saltos en el tiempo, cambio de personajes y proliferación de voces narrativas (incluyendo alguna que si se describe puede parecer inverosímil pero tal y como está integrada resulta perfecta) llevados un poco más allá. Como te puedes imaginar, la lectura de este libro no es ni convencional ni sencilla. Si eres un lector que necesita una estructura clásica, ya puedes olvidarte de leerlo. De verdad.
De todos modos, el mareante desconcierto (¿Quién era este personaje? ¿No era el primo de esta otra, la que vivía en Italia? ¿Este otro personaje no era un sinvergüenza, pero ahora parece que ya no lo es?) te acompañará, creo que de forma deliberada y muy pensada por la autora, resultando un libro que en sí es una exhibición de un talento narrativo brutal. De un talento descomunal. Una capacidad que haría palidecer a muchos autores de éxito. Y, de nuevo, la lectura es un Everest para el lector. Para mí, que le encuentro el punto, es una bella ascensión, pero comprendo que muchos lectores quieran dar la vuelta o acudir a un refugio lector en cuanto se empina la pendiente.
Para hacer un pequeño resumen, diré que "La casa de caramelo" es un excelente libro, y si lo sumamos a "El tiempo es un canalla" tenemos una obra que merece perdurar y espero que lo haga. Aunque el porcentaje de lectores que estamos dispuestos a asumir el poderoso y beneficioso reto que nos propone Jennifer Egan y a subir esta montaña (y con mucho gusto) sea minoritario, este libro tenía que existir. MERECE LA PENA.