viernes, 29 de septiembre de 2023

"Mi planta de naranja lima", de José Mauro de Vasconcelos

 

Zezé es un niño de cinco años que forma parte de una familia humilde en el Brasil de la primera mitad del siglo pasado. Para que te hagas una idea de las dificultades económicas por las que pasan, viven en una austera casa pero, tras ocho meses sin poder pagar la mensualidad del alquiler de la misma, han de buscar otro barrio y otra casa más barata. En ella los hermanos eligen para sí mismos los árboles de los que dispone el jardín. Es evidente que el que le toca a Zezé es un joven naranjo, que da título al libro, y que de momento no es capaz de producir ni tan solo una flor.


La narración nos la sirve el mismo Zezé, y nos trae esa infancia (basada en la del propio autor) en la que nos encontramos con un niño muy inteligente y sensible. Y, sobre todo (y todo el mundo se encarga de hacérselo saber a diario) muy travieso. Tan travieso que en su barrio, cuando se comete alguna tropelía, inmediatamente se culpa al niño, sea o no el autor (que lo suele ser). Las consecuencias tanto físicas como morales son devastadoras, y son una de las bases del texto.


He de confesar que comencé el libro en varias ocasiones, y tras constatar que no era el momento de su lectura, lo abandoné tantas veces como lo comencé. Menos una, que es la que he finalizado hoy mismo. El principal motivo de mis renuncias anteriores es una especie de prejuicio que tengo contra los libros narrados por niños. Al menos muchos de los que han llegado a mis manos están llenos de trampas narrativas, y suelen estar acompañados más de una buena dosis de sensiblería que de sensibilidad. Además la voz narrativa no suele corresponderse con la supuesta edad del narrador.


La lectura última y exitosa estuvo a punto de claudicar por el mismo motivo, pero me alegro enormemente de haber continuado leyendo, ya que al hacerlo me encontré con una parte final memorable, (mis dudas con el narrador se disipan en la última pagina) que reconvierte la lectura de forma completa, y que obliga al lector a guardar un trocito de su corazón para Zezé, y para la ternura que toma la narración. Quiero a Zezé. Es imposible no hacerlo. ¿Y tú, ya lo quieres o todavía no lo has leído?


En definitiva, una pequeña joyita (que es lectura obligada en centros escolares de decenas de países) que guardaré con cariño en mi estantería de honor.