Maggie O´Farrell utiliza uno de
esos matrimonios acordados para desarrollar su nueva novela, en la que la casa
de Medici decide emparentarse/aliarse con la pujante casa de Ferrara, cuyo
duque adolece de una enfermedad debido a la que parece que dejará su ducado en
herencia en poco tiempo. El heredero, Alfonso, está ansioso por dos cosas: por
un lado el asegurarse ese aliado tanto económico como militar asentado en la
ciudad de Florencia. Por otro lado el aliciente que supone que su futura esposa, María, es hija de la
apodada Fecundissima, lo que nos hace
una idea de cuál es el mayor deseo de Alfonso: engendrar un futuro heredero que
prolongue la hegemonía de su familia y otorgue estabilidad a su inminente ducado.
De las hijas de los Medici María
parece ser la más adecuada, pero una vez firmado el tratado matrimonial ésta
sufre unas fiebres (malaria) que acaban con su vida. Tras un corto período de reflexión
Alfonso, el ansioso prometido, decide apostar todo a otra carta: la hija menor
de la Fecundissima, Lucrezia, doce años menor que él y que en su propia familia
tiene asignadas varias etiquetas entre ellas la de niña difícil. Lucrezia, habilidosa, sensible y soñadora, con una capacidad para el dibujo fuera de lo común, no puede imaginar un futuro menos atractivo que abandonar
su hogar para depender en todos los aspectos de un perfecto desconocido, a
pesar de que la única vez que lo vio le pareció una persona amable, y asumir la
responsabilidad de darle la descendencia soñada siendo tan solo una
cría.
Para desgranar mínimamente la obra empezamos por lo obvio, que es el
hecho de que O´Farrell tiene un talento descomunal como narradora, capaz de
hacer que nos interesen los detalles más nimios, mientras nos adentra en la
mente de los personajes con un tino difícil de conseguir. Tengo también que
decir que de todos los autores con los que me he encontrado en mi vida
O´Farrell es la más cercana a la forma en la que mi mente y mis sentidos actúan ante el entorno
que me rodea. ¿Cómo es eso? Lo intento explicar: una vez que el libro nos sitúa
en un escenario, en una escena, mi mente y mis sentidos necesitan conocer
detalles digamos poco convencionales, y surgen preguntas involuntarias sobre objetos, sobre
personas, sobre la vida de esas personas, que no suelen ser satisfechos en casi
ninguna lectura. Excepto en las de esta autora. Para mí es fascinante dejarme
llevar de ese modo a través de la lectura.
No hay muchas coincidencias entre
el luto y la pérdida de “Hamnet” y el asfixiante entorno (tan asfixiante que a
veces la lectura resulta deliberadamente así) que rodea a Lucrezia en “El
retrato de casada”. Y ambos son fascinantes a su modo. Tan fascinante que es
capaz de empezar la historia por el final, de dejar claros los hechos en la
primera página, y aun así tenernos ansiosos deseando leer más y más hasta que llega
el indeseado instante en el que se agotan las páginas. La forma de tejer la trama me despierta una buena dosis de admiración, ya que es capaz de subir y bajar la tensión capítulo a capítulo a su antojo hasta un final... bueno... el final te toca descubrirlo a ti. A día de hoy, a mediados
de marzo, puedo decir, sin ninguna duda, que “El retrato de casada” es y será uno de
los mejores libros que leeré este año.
Postdata: No puedo ni quiero olvidarme de la, como es habitual, maravillosa traducción de Concha Cardeñoso. Gracias, Concha.