Sin embargo, la carta que recibe
Julia por parte de su hija supone por un lado una inmensa alegría (es la hija
de la que no sabe nada desde hace mucho tiempo) y por otro una posible vía de
escape: Julia es invitada a la residencia de vacaciones que Susan (su hija) y
su abuela, la Sra. Packett (suegra de Julia), alquilaron en la villa Les Sapins,
en Francia, al otro lado del Canal de La Mancha. Así que Julia decide abandonar
Londres con cinco libras en el bolsillo, sin casa a la que volver, y con un
papel que ha de bordar: el de dama que ha aprovechado su tiempo, los fondos
asignados por su suegra, y el más importante papel, que es el de madre y amiga
de una hija de la que apenas recuerda gran cosa.
Te preguntarás qué ha sido del
padre de Susan. Pues bien, es una historia corta: tras un permiso durante la
Primera Guerra Mundial conoce a Julia y tienen una relación esporádica de la
que ésta queda embarazada. En otro permiso el joven y responsable soldado (y
heredero de una rica familia) se hace cargo y se celebra el matrimonio. La
enconada lucha de trincheras que se vivió en esos años pronto convierte a Julia
en una joven y poco dispuesta a llevar una vida tranquila y contemplativa viuda.
Sin embargo creo que en “El árbol
de la nuez moscada” hay un equilibrio muy logrado entre aspectos opuestos
(puede parecer muy superficial pero no lo es, puede parecer una comedia pero
las risas disfrazan otra cosa) que lleva al lector de la mano en una aventura
fácil de leer y que al menos a este lector deja un buen sabor. Entre las otras
obras que publicó la autora (fallecida hace más de treinta años) se encuentra
el título “Cluny Brown” que leeré en lo que me da la impresión de ser su
entorno, tal y como es el del título de hoy: entre lecturas densas o, de forma
más gráfica, en mis próximas vacaciones. Divertido.