En la hacienda familiar están de
enhorabuena, ya que reciben la visita del ilustre familiar que vive en la
ciudad y del que están muy orgullosos: se trata del profesor Serebriakov
(propietario) y la joven Elena, su segunda y jovencísima esposa. La finca hace
tiempo que se encuentra en decadencia y el trabajo diario de los que viven en
ella es extraordinario. Sin embargo, a duras penas consiguen cubrir gastos. La
aristocrática familia viene a menos en una época, la de los zares, que está a
punto de llegar a su fin.
En ese entorno comienza la obra
de teatro que traemos hoy, en la que tan solo encontraremos nueve personajes,
entre ellos el tío Vania y su sobrina Sonia, hija del profesor y su primera y
fallecida esposa. Tras una breve presentación de personajes, el autor nos
regala una tensión que va creciendo en cada escena hasta que logra que sea
imposible acabar la lectura, regalándonos por el medio alguna sorpresa y algún
que otro monólogo memorable.
“Tío Vania” es una prestigiosa
obra de teatro escrita por Anton Chéjov (elijo esa manera de escribir el
apellido aunque he visto varias) en 1899 y reciclada de una obra anterior, en
la que recortó la presencia de personajes (pasó de 22 a tan solo 9). La verdad
es que me nació la necesidad de leerla de una forma típica en mí: tras haber
leído menciones sobre ella en otros libros y, por último, en la película “Drive
my car”, en la que el protagonista dirige la representación de esta obra.
Me alegro de haberme decidido, ya
que me he encontrado una lectura ágil (en cuanto uno se acostumbra a las
diferentes maneras en las que llaman a los mismos personajes y éstos ya están
perfectamente trazados) y breve, en la que resalta la excelente literatura del
autor, que desgraciadamente murió demasiado joven. Creo que lo que más puedo
destacar es el monólogo vinal de una sobrina que quedará en mi memoria. Además,
reflexiones que, aunque son hechas hace más de un siglo, parecen universales y
todavía no pierden su vigencia. Recomendable lectura.