En la segunda ocasión en la que
Strout nos cuenta algo de Lucy, vemos cómo regresa a su pueblo desde la gran ciudad, desde la cosmopolita gran manzana, convertida en
una escritora de éxito. Allí, en el lugar de sus (paupérrimos) orígenes, varias personas que la conocieron narran a su
manera sus vivencias y su forma de verla, para aportarnos un punto de vista
cada uno que nos da una mejor perspectiva del personaje y de la persona.
Por fin llegamos a “Ay, William”,
su último libro y que fue recientemente estrenado en el que vuelve a contar con
la voz narradora de Lucy, ya en la tercera edad, que acaba de perder a su
segundo marido, David. Su primer marido (que aparece en el título) y padre de
sus dos hijas, acaba de sufrir también una pérdida y, dada la cordial relación
que conservan desde hace tantos años, a pesar del duro tiempo en el que
decidieron separarse, Lucy se convierte en apoyo y en confidente de William.
Así que la escritora Elisabeth
Strout retoma el personaje de la escritora Lucy Barton, que decide llevar a una
novela la relación con William. Hay que decir que Elisabeth Strout no nos
dibuja personajes sencillos, sino que tiene una capacidad sublime para
mostrarnos las contradicciones y las encrucijadas en las que se encuentran, lo
que nos trae situaciones sinceras y muy cotidianas, en las que podemos vernos
reflejados a nosotros mismos o a
personas que hemos conocido.
Llegados a este punto he de decir
una cosa: Elisabeth Strout es de mis escritoras preferidas (¿verdad que no se
ha notado nada hasta ahora?). Y sé lo que es capaz de dar. También creo que la
cumbre de su talento está reflejada en otro personaje: Olive Kitteridge. Y me
da por pensar que su fuerte es, tal y como desarrolló en las dos novelas en las
que aparece Olive (“Olive Kitteridge”, ganadora del Premio Pulitzer de novela,
y “Luz de febrero”, titulada originalmente “Olive, again”), el contar a través
de muchas voces la historia de un personaje (como en la segunda parte de la
trilogía de Lucy Barton).
Así que, inconscientemente, el
lector de Strout que vive dentro de mí disfrutó mucho de la narración de Lucy
sobre la relación con su ex marido, pero, sabiendo hasta dónde puede llegar la
autora, echó de menos otros puntos de vista que nos hiciesen más certero el
retrato. En resumidas cuentas, “Ay, William” es un excelente libro, con una excelente
búsqueda de sentimientos y pensamientos, como es habitual en la autora, y que
estoy seguro de que si estuviese firmado por otra persona recibiría sin duda mi
sobresaliente. Pero lo firma Strout, y aunque sea injusto, se queda rozando tal
nota. Agradable, interesante, aconsejable. Y sigo con esa sensación de que la autora, además de ser una excelente escritora, tiene que ser (¡tiene que ser!) una persona que vale la pena.