Si tenemos en
cuenta que Theodor nació en los años treinta del siglo pasado, será fácil
llegar a la conclusión de que ese talento existía y (para mí) es una suerte que
tuviese la oportunidad de explotarlo. Tras una extensa y exitosa carrera
literaria (escrita en sueco) llegó un momento en el que decidió volver a sus
raíces e indagar en quién es, de dónde viene… Y nos hace partícipes de esa
búsqueda universal dándonos datos de sus vivencias tanto en Grecia como en
Suecia.
La historia que nos
cuenta en “Lo pasado no es un sueño” comienza cuando, a los ocho años y recién
terminada la Segunda Guerra Mundial, parte de la mano de su abuelo desde su
pueblo hacia Atenas. Allí se encontrará con sus padres de nuevo, e iniciará un
periplo en el que se sintió fuera de lugar la mayor parte de su vida, como
portador de una carga (una piedra negra en su imaginación) que fue arrastrando
durante muchos años. Y esa historia que comienza a los ocho años termina cuando…
¿por qué te iba a contar el final? No, tendrás que adentrarte en la lectura de
este documento, estas memorias parciales noveladas que, si no lo sabes todavía,
para mí son una delicia.
La lectura de esta
obra me parece un entrañable (siento repetirme pero es lo que me nace) paseo en
el que aprovechamos para “vendimiar” esas frases que deja desperdigadas entre
historias de infancia, de juventud, de amoríos y de emigración. Estoy seguro de
que muchos autores envidian la capacidad de Kallifatides de engendrar esas
bellísimas y redondas oraciones que denotan su pasado y su esqueleto poeta.
Y esas barbaridades
dejan cicatrices (o piedras negras) en millones de personas. Creo que la
historia de este autor, lo que nos tiene que contar, es muy interesante y digna
de ser escuchada. Además, como ya mencioné, leí también “Madres e hijos” (un
libro maravilloso) y durante la lectura supuse y tenía la sensación de que era
un homenaje a Antonia, su madre, una vez fallecida. Pues bien, cómo me alegró
leer en “Lo pasado no es un sueño” que estaba equivocado y que Antonia pudo
leer lo que su hijo escribió sobre ella antes de morir. La verdad, no sé qué
tiene este (no, entrañable no, no lo voy a decir) anciano que consigue
emocionarme y encogerme el corazón en cada una de las obras escritas por él que
llegan a mis manos. Emotivo. Merece la pena.