Su función, en
teoría, es mantener el cartel a salvo de los maleantes, que intentarán llevarse
el material que lo forma o, sobre todo, los focos utilizados para iluminarlo
cuando falta la luz. Preocupado por cumplir con sus funciones de forma
eficiente, Ramón se pregunta si sería posible instalarse permanentemente en la
parte trasera del cartel, en la estructura que lo sustenta. Y lo hace. Desde
entonces, y de forma temporal o mejor dicho indeterminada, el cartel (de Coca
Cola) se convierte en el nuevo hogar de Ramón. Un hogar que puede ser visto
desde su ventana por su esposa, y también por su sobrino.
María José Ferrada
tiene una larga carrera como escritora de los géneros de poesía, infantil y
juvenil, además de hacer sus incursiones en el mundo de los relatos. Con su
primera novela, “Kramp”, sorprendió a muchos lectores (entre los que me
incluyo) por su estilo conciso y certero, acompañado de una sensibilidad que no
se puede fingir y que llena la lectura de mucho peso. Además, su experiencia en
la poesía le hace acertar de pleno con cada flecha que lanza en forma de frase.
Esa prosa sencilla y
ligera (como virtud en este caso) es posible que te cautive tanto como a mí,
así que si no conoces su obra, no estaría de más que fueses pensando en darle
otra oportunidad. Yo, desde luego, no tendré dudas en hacerme con una eventual
tercera novela, que sospecho también llenará mis sentidos con esa mezcla de
prosa con gotitas de poesía que termina en recetas muy sanas y equilibradas.