domingo, 30 de enero de 2022

"El hombre del cartel", de María José Ferrada

 

Ramón lleva años realizando una dura labor en la fábrica de PVC que se encuentra cerca de su casa. A pesar de la estabilidad en el puesto, es poco probable que sus condiciones mejoren, y tal vez ello lleve a Ramón a estar descontento con su trabajo. Tras recibir una curiosa propuesta, decide romper con su día a día y aceptarla. A partir de hoy Ramón se encargará de mantener a salvo un cartel destinado a ser visto por los pasajeros de los vehículos que circulan por la carretera que parte su barrio y desde las ventanas de su vecindario.

 

Su función, en teoría, es mantener el cartel a salvo de los maleantes, que intentarán llevarse el material que lo forma o, sobre todo, los focos utilizados para iluminarlo cuando falta la luz. Preocupado por cumplir con sus funciones de forma eficiente, Ramón se pregunta si sería posible instalarse permanentemente en la parte trasera del cartel, en la estructura que lo sustenta. Y lo hace. Desde entonces, y de forma temporal o mejor dicho indeterminada, el cartel (de Coca Cola) se convierte en el nuevo hogar de Ramón. Un hogar que puede ser visto desde su ventana por su esposa, y también por su sobrino.

 

En una inicial estupefacción de los vecinos, la presencia de Ramón pasa a ser un poco molesta para el barrio y se convierte en una especie de diana de la incomprensión que amenaza con acabar con su estancia en su retiro.

 

María José Ferrada tiene una larga carrera como escritora de los géneros de poesía, infantil y juvenil, además de hacer sus incursiones en el mundo de los relatos. Con su primera novela, “Kramp”, sorprendió a muchos lectores (entre los que me incluyo) por su estilo conciso y certero, acompañado de una sensibilidad que no se puede fingir y que llena la lectura de mucho peso. Además, su experiencia en la poesía le hace acertar de pleno con cada flecha que lanza en forma de frase.

 

Con esos antecedentes, habiendo sido sorprendido por “Kramp” y, por lo tanto, lejos ya de la sorpresa, comencé “El hombre del cartel”. Y tengo que decir que me ha encantado. Su lectura tiene ingredientes similares a su anterior obra, pero en diferentes cantidades, y en diferente orden, con lo que el resultado es, de nuevo, agradablemente sorprendente. La visión del sobrino (Miguel) de Ramón es la visión nostálgica que tendríamos todos, y tiene un aroma de aprendizaje del que no se beneficia tan solo Miguel, sino que también nos regala a los lectores la oportunidad de aprender.

 

Esa prosa sencilla y ligera (como virtud en este caso) es posible que te cautive tanto como a mí, así que si no conoces su obra, no estaría de más que fueses pensando en darle otra oportunidad. Yo, desde luego, no tendré dudas en hacerme con una eventual tercera novela, que sospecho también llenará mis sentidos con esa mezcla de prosa con gotitas de poesía que termina en recetas muy sanas y equilibradas.