¿Y quién lo es? ¿Quién
es la misma persona que hace unos años? Los días que dura la narración son los
días de ese encuentro entre esta madre y tres de sus hijos, lo que sirve de
excusa para diseccionar la relación de Rachel con Pat, padre de los cinco. Se
cumplen veinte años de los hechos que derivaron en la separación de la familia,
y el proceso en el que se convirtieron en dos hogares destrozados, con
carencias en cada uno de ellos. Rachel pasó tiempo sin ver a sus hijos,
desterrada de sus vidas, y cuando regresó la convivencia siempre fue así, como
estos días, a trozos, con alguno de sus hijos, nunca con todos ellos.
Es una situación
difícil de vivir, e incluso de imaginar para el que no haya vivido nada
parecido; Rachel lleva veinte años intentando digerirlo. Durante estos días
pasará ante nuestros ojos una especie de desfile de las consecuencias que
produjo a cada uno lo que está a punto
de cumplir dos décadas, y de qué manera les afectó, pudiéndose decir que perdiendo
parte de cada uno en el trayecto.
Bueno, algo más sí
diré. Jane Smiley me parece una gran autora, una artesana de las palabras. No
necesita, como decía, de la grandiosidad de una historia complicada y compleja,
ni de fuegos artificiales que deslumbren al lector. No, ella eligió la
sencillez llevada al límite, sin renunciar (también es una de sus virtudes) a
tocar la fibra sensible en determinados momentos, y convertir una narración que
parecía plana en mucho más profunda de lo supuesto. “Un amor cualquiera” es un
buen libro y la autora, con total seguridad, será en el futuro revisitada por
mí (sería su tercera obra tras haber leído el que traigo hoy y “La edad del
desconsuelo”). Se me olvidaba… Smiley es ganadora del Premio Pulitzer de
novela.