Después de haber desarrollado diversas
funciones (entre las que se encuentra la de institutriz) y de no haber conocido
a un hombre con el que establecer una relación formal (con lo que en aquella
época suponía para una mujer que llevaba cuatro décadas de vida) Hellen se
ocupa de la granja en la que vive ella con su hermano y alguna otra persona que
les ayuda. Andrew, su hermano, está más dedicado a su no muy antigua labor de
escritor, con mayor éxito del que la hermana supone. La vida de Hellen es
monótona y aburrida.
Un día cualquiera
recibe una extraña visita: un pequeño hombrecillo (el señor Mifflin) quiere
hablar con su hermano para proponerle un negocio: venderle su carromato
(Parnassus, tal y como indica el título original “Parnassus on wheels”, que
veremos que es muy adecuado ya que el monte Parnaso era el que, en la mitología
griega, residían las Musas) en el que tiene una librería (sí, ambulante) con la
que recorre cientos de kilómetros intentando vender libros y, con ello,
extender el amor por la literatura lo máximo posible.
Ésta de la que
estamos hablando es la primera novela escrita y publicada por Christopher
Morley, y que tuvo su continuación un par de años más tarde con los mismos
personajes y con el título en España de “La librería encantada”. ¿Qué te vas a
encontrar? Creo que se trata de uno de esos libros que se leen rápido y con una
sonrisa en la boca. De esas novelas en las que coges cariño a los personajes y
la trama de forma casi inmediata.
El humor de buen
gusto que se usa en la narración hace muy digerible una trama en la que el amor
por la literatura tiene gran peso, y es secundada por la mención que se hace a
numerosos libros y autores. Así que, si te decides a leer “La librería
ambulante” seguramente sea una lectura agradable sin muchas pretensiones
perfecta para intercalar entre lecturas más densas y con mayor peso. Una bonita
sorpresa.