domingo, 17 de octubre de 2021

"Un lugar llamado Antaño", de Olga Tokarczuk

A pesar de que Antaño es  un pueblo que localizamos en Polonia, cuando se inicia la narración de esta historia no existía como país. Así, en 1914 Antaño pertenecía a una de las potencias que midieron sus fuerzas como no se había hecho hasta entonces, y que cambiarían la geografía europea para siempre. Ahí, en los primeros meses de la contienda conocida hoy como la Primera Guerra Mundial, Genowefa ve partir a Michal su marido, con destino al frente. Ni tan siquiera tiene tiempo de que Michal, al que no sabe si volverá a ver alguna vez, sepa que Genowefa lo va a convertir en padre, dando a luz unos meses más tarde a la pequeña Misia.

 

La historia de Genowefa, Michal y Misia es tan solo una de las muchas que nos van a ser narradas en este libro, con lo que nos vamos a poder hacer una idea de la geografía de Antaño, de sus gentes y de su folclore, de sus supersticiones y de su evolución política. Desde entonces, pasando por dos guerras y por diferentes sistemas políticos, seremos testigos de la evolución del pueblo y de la gente que lo forma, así como de los diferentes ejércitos que lo ocupan. Finalizará nuestro paseo por unos convulsos años ochenta en los que se vislumbra el hartazgo de la población ante un sistema político que, como suele suceder, resulta ser lo opuesto a lo prometido.

 

Voy a empezar mi opinión sobre esta lectura  diciendo que llevo unos libros (tal vez unos meses) de parón lector, sin llegarme a meter en ninguno de las lecturas que inicié en este tiempo. Si te ha pasado  lo mismo en alguna ocasión, imagino que estarás de acuerdo conmigo en que llega a ser desesperante. Así que, tras variar  autores y géneros que no llegaron a convencerme, llego a un libro con un título precioso de una autora que ganó el Premio Nobel de Literatura hace tres años y que, al menos por lo que me llegó a mí, tiene más detractores que seguidores. ¿Qué podía salir mal?

 

A Olga Tokarczuk se le afea que tenga un estilo que parece un tanto caótico, deslavazado, inconexo. También que es simplemente aburrida. Valiente mi intento de leer “Un lugar llamado Antaño”, ¿verdad? Sí, mirándolo desde este prisma fue un riesgo notable. Sin embargo, empezando la lectura con pocas expectativas y temiendo que, dado que es una autora tan aburrida, inconexa, y (suele pasar) mucho menos merecedora del premio que decenas de autores, lo abandonaría en a lo sumo cincuenta páginas, sentí algo diferente.

 

Me he encontrado una prosa desbordante, lírica en muchas ocasiones, original, interesante y novedosa. Antaño es un pueblo (imaginario) que la autora usa de lienzo para pintarnos de forma brillante una sociedad entera, desde las supersticiones y creencias (esas que si son nuestras parecen incontestables y si son de otros parecen incomprensibles) hasta el carácter de cada uno de los habitantes de un pueblo que se va a quedar en mi memoria.

 

Supongo que esta comparación se habrá hecho en miles de ocasiones (no lo sé, no lo he comprobado) pero el término realismo mágico tan traído y tan llevado desde “Cien años de soledad” le queda como anillo al dedo a “Un lugar llamado Antaño”, en esta ocasión un anillo sencillo y humilde sobre un dedo huesudo y nudoso. A mí me vino a la mente en numerosas ocasiones durante la lectura, y supongo que no soy el único al que le ha pasado. Como he dicho hace unas líneas, es la primera obra que leo de Olga, y sin esperar demasiado me he encontrado a una autora grande, grande, con un estilo merecedor (no sé si más o menos que otros candidatos) sin duda del premio que le fue otorgado, a pesar de que mi opinión resulte minoritaria.

 

Así que, por las cosas que tiene el destino, la lectura con menos visos de sacarme del bache lector que se estaba convirtiendo en catarata se convirtió en una lectura de luz, de admiración, y de devorar páginas descubriendo detalles de uno, de otro personaje, de sus hijos y de sus  nietos, de cada detalle del círculo físico que recreamos en nuestra mente y cuyo epicentro es un pueblo difícil de olvidar. Olga Tokarczuk nos regala una historia creada deliberadamente con un estilo que parece un tanto caótico, deslavazado e inconexo y que me parece al mismo tiempo maravilloso. Entiendo también que haya gente que no conecte con este estilo, pero creo que tarde o temprano hay que encontrar un hueco para leerlo y descubrir si es así por uno mismo.