Debido al consejo
de su último (de una larga serie de ellos) psiquiatra, Aleksey inicia la
escritura de los momentos más controvertidos en su vida. Y así nos los presenta
a nosotros. Como si de un puzzle desordenado se tratase, nos va regando con
cortísimos capítulos en los que desde el inicio vemos los hilos de los que va
tirando ante nuestros ojos: la muerte tan temprana de su hermana Mika, hecho
por el que vemos los desgarros que hace en su interior, y la relación con su
madre.
Es difícil
clasificar este libro. Y no me planteo tan siquiera hacerlo. El camino que
recorre Aleksey es duro y espinoso, y así viví la lectura. A pesar de ser
capítulos cortos, algunos de ellos se sienten como hendiduras en la piel, como
si las palabras fuesen escritas con una cuchilla. El odio con el que habla
Aleksey de su madre es tan intenso que no deja ver lo que el artista esconde
detrás de tanta ira y agresividad.
No tengo muy claro
qué impresión puedo causar con esta reseña, así que intentaré ser un poco más
claro y directo. El libro es duro de leer, y es al mismo tiempo una bendición
leerlo. Me alegra haber descubierto a esta escritora rumana que, estoy seguro,
tiene otra historia más en su mente que en el futuro nos hará disfrutar tanto o
más como con “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” o “los ojos de mi
madre fea eran los restos de una madre ajena muy guapa” o “los ojos de mi madre
eran cicatrices en el rostro del verano”. Quizás si te animas a leer empezarás,
como yo, a comprender a una madre tan odiada desde las primeras páginas. Una
madre inolvidable.