miércoles, 26 de agosto de 2020

"El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes", de Tatiana Tîbuleac

Aleksey es el protagonista de nuestra historia y además de ello es un artista. Un artista reconocido. Sus pinturas son altamente cotizadas, y suele aparecer en los medios de comunicación. Sin embargo, Aleksey no es una persona feliz. Lleva años arrastrando tras de sí el dolor de una vida en la que el cariño parece esquivarlo desde que era pequeño y sigue haciéndolo en la actualidad.

 

Debido al consejo de su último (de una larga serie de ellos) psiquiatra, Aleksey inicia la escritura de los momentos más controvertidos en su vida. Y así nos los presenta a nosotros. Como si de un puzzle desordenado se tratase, nos va regando con cortísimos capítulos en los que desde el inicio vemos los hilos de los que va tirando ante nuestros ojos: la muerte tan temprana de su hermana Mika, hecho por el que vemos los desgarros que hace en su interior, y la relación con su madre.

 

¿Y por dónde empezar para definir la relación entre madre e hijo? Creo que la mayoría de los lectores relacionarían lo que siente Aleksey con un odio visceral hacia su progenitora. Aun así, no solo no rehúye hablar sobre ella sino que nos relatará con todo lujo de detalles cada día del que sería el verano más importante de su vida: el verano en que su madre, la de los ojos verdes, fue a buscarlo para pasar un mes (o dos, o dos y medio, o tres) en un pueblo francés.

 

Es difícil clasificar este libro. Y no me planteo tan siquiera hacerlo. El camino que recorre Aleksey es duro y espinoso, y así viví la lectura. A pesar de ser capítulos cortos, algunos de ellos se sienten como hendiduras en la piel, como si las palabras fuesen escritas con una cuchilla. El odio con el que habla Aleksey de su madre es tan intenso que no deja ver lo que el artista esconde detrás de tanta ira y agresividad.

 

No lo deja ver a simple vista, pero la autora tiene el acierto y la habilidad (de lo contrario seguramente no habría resultado ser un libro con nada especial) de ir descubriendo capas con cada capítulo. Detrás de las palabras gruesas que se suceden como ráfagas vamos encontrando, a semejanza de un juego de pistas, piezas del puzzle que iniciamos con Aleksey que, tal vez, nos hagan cambiar de opinión sobre él mismo, sobre su madre, y sobre cada personaje que con tanta brusquedad nos fueron presentados.

 

No tengo muy claro qué impresión puedo causar con esta reseña, así que intentaré ser un poco más claro y directo. El libro es duro de leer, y es al mismo tiempo una bendición leerlo. Me alegra haber descubierto a esta escritora rumana que, estoy seguro, tiene otra historia más en su mente que en el futuro nos hará disfrutar tanto o más como con “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” o “los ojos de mi madre fea eran los restos de una madre ajena muy guapa” o “los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano”. Quizás si te animas a leer empezarás, como yo, a comprender a una madre tan odiada desde las primeras páginas. Una madre inolvidable.