En la Literatura se
ven plasmadas la práctica totalidad de las actividades que podemos desarrollar
en nuestro día a día. Además, las mentes de los miles y miles de escritores que
plasman su talento en unas páginas aportan también sus granos de arena a la
cultura popular. El caso que veremos hoy es el de enfermedades que tomaron su
nombre de libros o de personajes salidos de la imaginación de un escritor, como
ejemplo más clarificador de los síntomas a los que se pretende aludir.
A pesar de
encontrarse decenas de ejemplos más o menos claros de lo que hoy traemos en
esta cortita lista, intentamos que los que mencionamos den poco lugar al error
o la confusión.
Para empezar este
repaso traeremos a uno de los más conocidos autores de la historia, y uno de lo
que más ejemplares ha vendido desde que publicó su primera obra, hace ya
cientos de años. Es difícil que con solo mencionar el Síndrome de Otelo no te
venga a la mente los síntomas por los que fue elegido ese nombre: se trata de
una persona que acumula continuamente datos de una supuesta infidelidad que tan
solo existe en su imaginación.
Esa conducta
afecta, evidentemente, a su día a día y también al de su pareja, aunque se
suele basar en una sospecha en la que la tercera persona no tiene rostro, sino
que es simplemente el fantasma de una sospecha, como la que llevó a Otelo a
acabar con la vida de Desdémona en la obra mencionada.
El siguiente libro
que traemos nos trae unos síntomas que se basan en una insatisfacción crónica
de una persona, generalmente relacionada con su vida sentimental o amorosa, ya
que las ilusiones que ponen en ese aspecto están muy por encima de lo que la realidad
puede aportar (o suele poder aportar).
Se cree que la
proliferación de novelas románticas del Siglo XIX, en las que las situaciones
solían estar absolutamente idealizadas hizo poner el listón a muchas personas. Así, se resisten y no están dispuestas a renunciar a una relación como las que leían (y leen
en los libros o ven en las películas), lo que produce ese grado de
insatisfacción máximo. Creo que la persona que decidió en su momento llamar Bovarismo o Síndrome de
Madame Bovary a este conjunto de síntomas acertó plenamente.
La obra que ocupa
la tercera posición en la lista que traemos hoy nos trae un caso curioso. Por
un lado nombra a la persona a la que le cuesta asumir las responsabilidades de
la vida adulta más de lo normal, lo que le convierte en una persona inmadura y
un tanto dependiente. Además suele ir acompañado de una baja autoestima y un
deseo de simplemente divertirse sin asumir mayores retos. Vamos, conservar la
infancia, tal y como el niño que nunca crecía: Peter Pan. Y así se llama el
síndrome que, a grandes rasgos, hemos intentado describir en estas líneas.
Como contrapeso a
las personas que necesitan no asumir responsabilidades hay individuos que
necesitan tomarlas por sí mismos e incluso tomarlas por las personas que les
rodean. Así, una persona con síndrome de Peter Pan suele acercarse a las
personas que no tienen ningún problema en decidir por ellos. Al relacionarse con
ese tipo de persona, nuestro Peter Pan cede la toma de decisiones a una persona
que actúa como si fuese una madre cuidando de su pequeño (o un padre). Estas
segundas personas también tienen baja autoestima y necesitan sentir la
dependencia del Peter Pan para autoafirmarse. En este caso, se dio por definir
al síndrome que les afecta como síndrome de Wendy.
El penúltimo libro
que traemos hoy trata una dolencia muy actual. En el mundo en el que nos toca
vivir la vanidad y la superficialidad tienen una gran cuota de mercado, en el
que el envejecimiento y los signos que éste marca en nuestros cuerpos son señas
a combatir.
Seguramente en todos nosotros haya un poco de miedo a envejecer y
nos cuesta adaptarnos a los efectos que el paso del tiempo ejerce en nuestras
células. Sin embargo, hay personas a las que realmente obsesiona y a las que
cambia con intensidad su comportamiento, convirtiendo ese miedo en una
obsesión.
Seguro que no me
equivoco si, al leer estas líneas, recordaste el nombre del personaje creado
por Oscar Wilde hace ya muchos años y que fue elegido para nombrar este tipo de
trastorno: Dorian Gray.
A pesar de haber
decenas de síndromes nombrados con personajes literarios, en esta página nos
limitamos a hacer listados de tan solo cinco libros que pueden verse de un solo
vistazo. Y hemos llegado al último de los ejemplos. Para diferenciarnos de los
ejemplos anteriores, pondremos el nombre de la enfermedad al principio en forma
de acrónimo: AIWS.
Tal vez, como me
pasa a mí, el nombre no te diga mucho (tal vez he hecho una pequeña trampa). Los
síntomas de esta enfermedad se refieren a trastornos en la percepción de los
objetos. Suelen ser temporales, y, por poner un ejemplo, se puede tener la
percepción de que nuestro cuerpo es mucho más pequeño de los que realmente es
y, por el contrario, los objetos que nos rodean de un tamaño desproporcionadamente
grande.
Aunque es muy poco
frecuente, cuando aparece suele estar con episodios de migraña o epilepsia, y
suele durar poco tiempo. Se cree que Lewis Carroll padecía este síndrome, y que
involuntariamente lo usó al escribir su obra más conocida: Alicia en el país de
las maravillas. Y así se conoce a ese síndrome: el síndrome de Alicia en el
país de las maravillas (o Alice in Wonderland Syndrome-AIWS).
Esperamos, como
siempre, que el pequeño repaso que hemos traído hoy te haya resultado
interesante y hayas pasado un rato entretenido.