Hôzuki es una librería de lance situada en la ciudad de Nagoya (Japón),
en la que se pueden encontrar joyas que selecciona con todo el mimo Mitsuko, su
propietaria. Debido a la habilidad con la que surte a su librería de los
ejemplares adecuados tiene cierto prestigio en su ciudad e incluso en ciudades cercanas, sobre todo en cuanto
a libros dedicados a la filosofía. Entre sus estanterías se pueden encontrar
rarezas que sería casi imposible encontrar en cualquier otro establecimiento,
ya sean descatalogadas, usadas o de ediciones muy limitadas. Además, Mitsuko es
capaz de encontrar peticiones de clientes y proporcionarlas en tan solo unos
días.
En Hôzuki, que cierra tan solo
los lunes, pasa la mayor parte del tiempo nuestra protagonista. Además de ella
atiende su propia madre, que tras pasar un tiempo en la prisión volcó su
espiritualidad en un minoritario (en su sociedad) catolicismo. El mundo de
Mitsuko se limita casi a esa librería y a la vivienda en la que convive con su
madre y con Tarô, su hijo. El pequeño, de tan solo siete años, es un faro en su
vida y con su sensibilidad ilumina los ojos de su madre. A pesar de ser sordomudo,
Tarô es vivo, despierto, con ansia de saber. Es la persona que ata a la vida a
su propia madre.
Decíamos hace unas líneas que su
mundo se limita casi a esa librería; y así es, porque para poder seguir
adelante económicamente con su negocio cada viernes Mitsuko va a hacerse con stock de libros y
es el único día que no pasa entre las paredes del local. Además de recoger
encargos y seleccionar nuevos ejemplares, alquila una habitación en un hotel y
ejerce, esa noche cada semana, la prostitución.
“Hôzuki, la librería de Mitsuko”
es una novela corta, que se lee en tan solo una tarde. Está escrita con un
estilo parco, comedido, en el que las emociones nos aparecen contenidas,
independientemente de que los hechos sean más o menos emotivos. Con ese estilo
nos zambullimos en el mundo y en la forma de ser de Mitsuko, una persona que
parece necesitar presentarse impermeable a lo que le pueda afectar del mundo
exterior. Aki Shimakazi, la autora, es una mujer nacida en 1954 en Japón. Antes
de cumplir treinta años se mudó a Canadá, y desde entonces es su lugar de
residencia.
A pesar de que la totalidad de su
obra publicada se remite a su periplo canadiense y a pesar de que está escrita
en francés (la autora también es traductora literaria además de ser profesora de japonés) sus escritos beben de la
literatura de su país natal. Así, en la novela que traemos hoy encontramos ese
ambiente introvertido habitual en la literatura nipona, en la que a los
personajes les cuesta un mundo mostrar sus emociones, y en la que los lectores
somos testigos y cómplices de lo que sienten los protagonistas, tal vez de una
forma más consciente que ellos mismos. Además, se tratan temas espinosos con gran naturalidad y una normalidad que resulta muy recomendable y muy de agradecer.
Como relatamos hace unos
párrafos, “Hôzuki, la librería de Mitsuko” (qué difícil se me hace escribir
esas palabras) es una novela corta que se lee sin parar, con un ritmo rápido
que se nutre de frases cortas y que, ya sea para los amantes de la literatura
japonesa (entre los que me incluyo) como para nuevos lectores con curiosidad por iniciarse en ella, puede
presentarse como una lectura agradable y asequible. Además, a mí me resulta un homenaje a las librerías que tanto me gusta visitar, que podría decirse funcionan como "yacimientos arqueológicos" de la Literatura. Recomendable.