Vianne Mauriac vive una apacible
vida en el pequeño pueblo de Carriveau, en donde ha formado una familia con
Antoine, su marido, y su hija. Ante ellos se cierne una nube en la que los
rumores de que el horror que trajo la Gran Guerra hace dos décadas y que llegó
a resquebrajar el mundo puede tener su continuidad tras la escalada bélica que
inició la Alemania de Adolf Hitler y que amenaza con llegar a su país. La
generación de sus padres hubo de sufrirla y Vianne es consciente de cómo la
guerra cambia para siempre a las personas, teniendo el mejor ejemplo en la
figura de su propio padre.
Hace años que su padre vive en
París, y comparte vivienda con Isabelle, la impetuosa hermana de Vianne. A
pesar de la incredulidad de nuestra protagonista ante el hecho de que los
alemanes quieran invadir Francia, Antoine es enviado al frente. Desde ese mismo
momento la vida de toda su familia cambia, y cada uno de ellos habrá de
afrontar los hechos que se desarrollarán a su manera. La falta de medios debido
al expolio sufrido por su país se hace cada vez más asfixiante, y lo que Vianne
había proyectado como una vida llena de felicidad y tranquilidad se convierte
en una pesadilla en la que habrá de hacer lo que sea por su supervivencia y,
sobre todo, la de su hija Sophie.
Entre cartillas de racionamiento
y el miedo a ser señaladas con el dedo por cualquier motivo y, con ello, ser
llevadas lejos de su tierra, las hermanas deciden afrontar el porvenir juntas.
El carácter impulsivo de Isabelle choca (siempre lo hizo) una y otra vez con el
talante más sereno y maduro de su hermana, y la búsqueda de cualquier alimento
con el que pasar el día se alternará con un conocimiento más profundo entre
ellas.
Al leer el argumento del libro me
pareció interesante, ya que prometía contar la Segunda Guerra Mundial desde una
perspectiva poco manida, la de las personas (en su mayoría mujeres) que están
lejos del frente y que han de enfrentarse a un enemigo muy diferente. Y el
inicio del libro, que fue un arrollador éxito de ventas hace un par de años, es
deslumbrante en ese aspecto, ya que consigue aportarnos datos mientras
devoramos las páginas una tras otra.
Sin embargo, al contrario que a
la mayoría de los lectores que se acercaron a esta obra y que, por la impresión
que tengo, quedaron entusiasmados por ella, no me logró llenar la lectura de “El
ruiseñor”. Ese interés inicial se fue difuminando hasta que tuve la sensación
de que la lectura se había convertido en una sucesión de hechos, a cada cuál
más desgraciado y más doloroso. Y es que la dureza de la narración resulta lo
más destacable de la lectura del éxito de Kristin Hannah.
Si te decides por la lectura de
esta obra, es muy probable que acabes en numerosas ocasiones en el corazón en
un puño, por la dureza de los hechos que acontecen en Carriveau, y sin duda
tomarás cariño a las mujeres que forman la historia, una historia difícil de
olvidar.