
Yoshio Eguchi narra las vivencias
que le transmite el contemplar a la primera muchacha (rigurosamente
seleccionada por la regenta de la casa tanto por su hermosura como por una
imprescindible virginidad) en un acto tan íntimo como es el dormir. El requisito
de la posada es no realizar ninguna acción que pueda considerarse inapropiada,
lo que conllevaría el ser expulsado de ese selecto club.