
De ese modo nos es presentado el
personaje que centra el relato, que como su título indica es Bartleby. En
principio demuestra su gran capacidad para desarrollar el trabajo que se le
encomienda con meticulosidad y dedicación, con lo que el abogado comprueba
satisfecho el acierto que supuso su contratación.
Sin embargo, lo que se suponía
que sería un relato sobre la labor desarrollada en las oficinas de la época se
convierte en un momento dado en mucho más que eso. El cambio de actitud
repentino de Bartleby da paso a una curiosa sucesión de hechos y actitudes en los que el
autor intenta plantear unas preguntas para las que existen múltiples respuestas.
Como suele ocurrir en las obras que derrochan buena literatura, este libro nos
obliga a buscar en nuestro interior para intentar sacar conclusiones sobre
interrogantes tan acertados.

“Bartleby, el escribiente” es un
libro que se puede recomendar sin ningún tipo de miedo, ya que todos los
lectores pueden encontrar entre su escaso número de páginas alicientes
suficientes como para que se haga un hueco en su memoria. A mi modo de ver no conviene
descubrir demasiados datos sobre el argumento; de ahí que me limite a ofrecer
una breve sinopsis ya que lo contrario podría truncar las sensaciones del nuevo
lector y eso, sinceramente, “preferiría no hacerlo”.