sábado, 5 de diciembre de 2015

"El hijo de César", de John Williams

En el año 44 A.C., durante la conspiración conocida como “Idus de marzo” Julio César es asesinado por un buen número de sus propios senadores. Desde ese momento empieza una delicada carrera para la sucesión de su mandato, una carrera que se encontrará con numerosos intereses enfrentados.

El propio Julio César dejó escrito que su sucesor sería su sobrino nieto Cayo Octavio Turino. Desde el momento de la muerte del emperador, Octavio se convierte en el objetivo de los asesinos de su tío abuelo. Sin embargo, pese a contar con tan solo 19 años, pronto da muestra de su capacidad para controlar las dificultades que van surgiendo para no perder el control del Imperio Romano, y forma junto a Marco Antonio y Marco Emilio Lépido el Segundo Triunvirato. Unos años más tarde, y tras el destierro de Lépido y el suicidio de Marco Antonio ante la inminente derrota ante Octavio, se convierte en el dirigente único.

 El libro ante el que nos encontramos (“Augustus” es su título original) nos narra el (prolongado) mandato completo de Cayo Octavio Turino, que fue conocido entre otros nombres con los de Cayo Julio César Octaviano o Cayo Julio César Augusto. Su figura fue fundamental en la historia de la humanidad, y todavía hoy perviven signos de su grandeza, como pueden ser detalles tan reconocidos como el nombre del octavo mes del año, o la ciudad hispana que recibió su nombre en honor de tan insigne personaje. Probablemente todos recordemos de nuestra época de estudiantes el hecho de que la ciudad de Zaragoza proviene del latín Caesaraugusta, siendo la única ciudad del mundo que se nombró para gloria de Augusto, justo el año en el que falleció, y que casualmente celebró su segundo milenio el pasado año.

Así que, aparentemente, nos encontramos ante la biografía de uno de los más importantes dirigentes que han existido, que durante más de medio siglo se ocupó de asentar el Imperio Romano que a su llegada estaba en una situación convulsa y cuyo mandato se llegó a conocer como Pax Augusta. Sin embargo, un arduo trabajo (a lo largo de cinco años) de documentación realizado por el brillante escritor John Williams nos trae mucho más que eso. La narración se nutre de diversos documentos (como dice en el prólogo Williams la mayoría de ellos salidos de su imaginación o modificados para adaptarlo a lo que el autor quería expresar) como cartas entre diversos personajes, anotaciones en diarios, etc.

Con todo ello y con un talento que haría palidecer a la mayoría de los escritores, nos encontramos ante una novela histórica que hará las delicias de los (como yo lo soy) amantes de este género. Sin embargo sería injusto afirmar que se trata tan solo de una novela histórica o de una novela epistolar. El concienciudo trabajo de ambientación es un perfecto marco para que Williams demuestre el dominio que poseía de los sentimientos humanos, otorgando mucho más peso a éstos que a los hechos en sí.

Es brillante cómo nos va colocando piezas de un rompecabezas que va ganando peso a medida que avanza la narración. La capacidad de describir lo más profundo de la humanidad demostrada también en su brillante novela “Stoner” (puedes consultar la reseña de "Stoner" aquí) se hace aquí todavía más patente, al incorporar multitud de voces, muchas de ellas con una complejidad que llega a ser desbordante.

Como decíamos, sería injusto calificar de simple novela histórica este trabajo. También hay que decir que no podemos esperar una narración trepidante, sino que hemos de estar dispuestos a disfrutar con las profundas reflexiones que nos son brindadas. En particular, para mí serán difíciles de olvidar tanto el diario de Julia, la hija de Octavio, como la extensa carta de despedida que decide brindar Octavio a su amigo Nicolás de Damasco. En esa carta John Williams pone toda la carne en el asador, haciendo un resumen de los hechos más importantes en la vida del personaje desde el punto de vista de la madurez y de la sabiduría centrándose más en la visión del ser humano que del dirigente.


Creo que no puedo disimular el hecho de que he disfrutado la lectura prácticamente en cada página, pero he de recordar que es una lectura pausada y que creo disfrutarán tanto los lectores ávidos de novelas históricas de la época como aquellos que disfrutan con la visión introspectiva que nos es capaz de regalar John Williams.