Es difícil expresar qué significa
para un lector el poder disfrutar de la dedicatoria de puño y letra de su autor
favorito en uno de sus ejemplares. Sin duda ese hecho convierte en un libro en
algo más que un libro, algo cercano a un tesoro personal, que va mucho más allá
de lo material. Los que yo tengo la suerte de disfrutar, al menos para mí,
representan otra categoría dentro de mi biblioteca.
En un hecho tan cotidiano el
autor pone parte de su cariño en escribir unas líneas que van a enriquecer el
abanico de sentimientos que provoca en el lector lo que su talento y trabajo
han producido. Antes de que ese libro haya sido impreso, el autor probablemente
haya dedicado su escritura, su publicación, su obra, a una o varias personas. A
ese tipo de dedicatoria tan especial vamos a referirnos hoy.
Y es que, como lectores, asistimos
a esas declaraciones que suelen colocarse antes del inicio de la lectura, y que
tienen mucha historia detrás de unas cuantas palabras. En ellas vemos
agradecimientos más o menos originales, en el que esposas, esposos, madres,
padres, hijos o amigos son agasajados sinceramente por haber contribuido o
inspirado al escritor o escritora en mayor o menor medida en la elaboración de su trabajo.
Como es evidente, podríamos citar tantos libros y tantas
dedicatorias dignas de ser mencionadas, hay que decir que en estas líneas vamos
a incluir algunas simplemente como ejemplos de gusto y emoción dispares. Si os
parece, empezamos por esas dedicatorias que parecen salir del alma del autor
hacia un ser querido.
Entre ellas podríamos mencionar las
dedicatorias que José Saramago dedicó a Pilar del Río, traductora de sus obras
al castellano y esposa en sus últimos años, a la que dedicó frases en sus
libros como “A Pilar, hasta el último instante”, “A Pilar, todos los días”, “A
Pilar, mi casa”, “A Pilar, que todavía no había nacido y tardó tanto en llegar”,
“A Pilar, que no dejó que yo muriera”, o “A Pilar, como si dijera agua”. Una
bonita historia de amor, de dos personas que se supieron reconocer (aunque ya
con la vida avanzada) como almas gemelas, y que quedarán en el recuerdo en cada
una de esas dedicatorias.
También podemos incluir en este grupo la mención que la autora Elvira Lindo escribió a su marido, Antonio Muñoz
Molina. La dedicatoria que incluyó en el libro “Algo más inesperado que la
muerte” decía literalmente “Para Antonio, con amor y gratitud”; el aludido
decidió devolver dicha dedicatoria en su obra “El viento de la luna”, y en
dicha obra escribió: “Para Elvira, que tanto lo quiso”.
Más curiosa es la historia de
amor que hay detrás de la publicación de “El amor en los tiempos del cólera”,
de Gabriel García-Márquez. En ella escribió “Para Mercedes, por supuesto”. Por
supuesto, se refería a su esposa Mercedes Barcha, con la que contrajo
matrimonio en 1958, y junto a la que compartió su vida hasta el último día. La
hermosa historia de amor (según el propio autor está basada en el amor de sus padres, aunque añadiendo
la separación que sufren los amantes a raíz de un artículo periodístico)
quedará para siempre marcada por esa frase.
Sin embargo, hay otra curiosidad
detrás de ese libro. El genial escritor pasó unos años durante su soltería en
París trabajando como corresponsal, y en dicha ciudad entre muchas penurias
económicas tras el cierre del diario para el que trabajaba pasó nueve
apasionados meses con Concha Quintanar, actriz española apodada “Tachia”. En la edición francesa del
libro al que nos referimos, la dedicatoria es sustituida por la dedicatoria
(conocida y aceptada por Mercedes, que se haría amiga de Concha) a su amante
española.
Para terminar con estas
dedicatorias de amor explícitas, hemos de incluir la simpatía que demostró
Shannon Hale al publicar “Austenland”: “Para
Colin Firth, eres un gran tipo, pero estoy casada, así que creo que deberíamos
ser solo amigos”.
También podemos encontrarnos a
autores que se acuerdan de personas que no confiaron en ellos, o simplemente
son consideradas por ellos como contrincantes. El autor Tobias Wolf escribió “Vida
de este chico” de forma autobiográfica, y en dicha obra sufre la ira de un
padrastro que lo maltrata habitualmente, tanto psicológica como físicamente. De
él se acuerda en la dedicatoria del libro (que se convirtió en un éxito e
incluso es una lectura casi obligada en los centros escolares de su país) y
escribe: “Mi primer padrastro solía decir que con lo que yo sé no se podría llenar
un libro. Pues aquí está”.
El ganador del Premio Nobel de
Literatura Camilo José Cela también mencionó (en este caso sin nombrar a nadie
en particular) a aquéllos que pusieron alguna traba en su carrera. Al publicar “La
familia de Pascual Duarte”, el autor gallego dedicó el libro “A mis enemigos,
que tanto me han ayudado en mi carrera”. Me parece una buena forma de redimirse
ante las personas que él consideraba le habían perjudicado. Más curioso es el
enemigo que encontró el autor que escribió “A Enrique Jardiel Poncela, mi mayor
enemigo, con la adhesión, la simpatía y el afecto de Enrique Jardiel Poncela”.
Si para una persona es un honor
ser nombrado por un autor que por amistad, cariño o amor decide incluirlo en su
dedicatoria, algo similar ha de sentir aquel que recibe la mención en el
desempeño de sus funciones. Así, en “El palacio de las blanquísimas mofetas” el
autor Reinaldo Arenas decidió incluir “A Tomás Fernández Robaina y Paco
Chávarri, empleados (entonces) de la Biblioteca Nacional, gracias a quienes
pude consultar las revistas y periódicos aquí citados”. Estoy seguro de que
Tomás y Paco guardaron el ejemplar del libro como oro en paño. Otra persona que
ha sido nombrada, en este caso en varias ocasiones, por su buen desempeño de la
labor profesional que ejerce es Carmen Balcells.
La prestigiosa agente literaria,
muy apreciada por los escritores por sus logros evitando antiguos abusos de las
editoriales, tiene el honor de haber representado a seis ganadores del Premio
Nobel de Literarura: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel
Asturias, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela y Pablo Neruda. En el tema que
nos ocupa, el de haber sido mencionada por autores en las líneas dedicatorias,
fue nombrada por al menos tres de ellos: García Márquez empezó su “Del amor y
otros demonios” con “Para Carmen Balcells, bañada en lágrimas”; también la
conocida autora Isabel Allende se acordó de la reputada agente, cuando incluyó “Para
Carmen Balcells y Ramón Huidobro, dos leones nacidos el mismo día y vivos para
siempre” al inicio de “Retrato en sepia”;
por último, Eduardo Mendoza se refirió a ella como “A Carmen Balcells, agente,
regente y cómplice” en su “Mauricio o las elecciones primarias”.
Por último vamos a nombrar alguna
curiosa, como las dejadas por Charles Bukowski, siempre con acidez en sus
palabras: “Dedicado a la mala escritura” adornaba el inicio de “Pulp” y con “Esto
se presenta como un libro de ficción y no está dedicado a nadie” fue incluido en el
inicio de “Cartero”. “Esto no es para ti” es la chocante dedicatoria que
incluye a todos los lectores y que el autor Mark Danielewski plasmó en “La casa de las hojas”. No dejaremos aprovechar la ocasión de utilizar la despedida que utilizó Cyril Collard, enfermo de SIDA en el momento de la
escritura de “Las noches salvajes” y que falleció al poco tiempo, que dejó
escrita una despedida “A mis hijos, que sin duda alguna, nunca nacerán”.
Esperamos que hayáis disfrutado
con los ejemplos hoy recordados y os hayan hecho recordar otras dedicatorias que
se quedaron en vuestra memoria, tal y como era la intención del autor en su
momento. También es posible que os haga pensar en una la dedicatoria que incluiríais en un hipotético libro publicado por vosotros.