viernes, 1 de agosto de 2014

Patologías Literarias

En diferentes ocasiones hemos visto que los escritores y sus familias sufren los contratiempos vitales que sufrimos el resto de los mortales. Sufren las enfermedades más comunes (y también las menos habituales) y los más diversos trastornos. Alguno de ellos sufrieron un trastorno tan característico que llegó a dar nombre a dicha enfermedad. En este tipo de patologías nos vamos a centrar, y en las próximas líneas visitaremos a  personajes literarios y autores cuyos nombres pasaron de los libros y novela a otro tipo de libros: los de medicina en el apartado de diagnóstico.

Para empezar vamos a ver el curioso caso que se da cuando una persona sufre mareos, vértigos, palpitaciones o temblores ante la excesiva belleza de una o varias obras de arte que ha observado; a tenor de observar dichos síntomas, se dice que padece el “Síndrome de Stendhal” (o “Síndrome de Florencia”), tal y como el propio autor Henry Beyle Stendhal describió en su “Nápoles y Florencia: un viaje de Milán a Reggio”, al salir de la Basílica de la Santa Cruz de Florencia:

“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.

Un trastorno que deriva también de la belleza, en este caso de otro tipo, es aquél en el que el individuo sufre una preocupación excesiva ante la posibilidad de que su aspecto físico sufra deformidad, debido al paso del tiempo principalmente. El trastorno en sí se conoce como Dismorfofobia, y genera crisis de ansiedad y en numerosas ocasiones se convierte para el individuouna causa de exclusión social.

En la actualidad probablemente muchos de nosotros al pensar en ese trastorno nos acordemos de actores, actrices, y personajes del mundo del espectáculo en general que recurren a métodos de cirugía o se obsesionan con multitud de cosméticos en su intento por conservar el aspecto físico con el que alcanzaron la fama. Pero con gran tino, dicho mal se conoce, además de como dismorfofobia, con el nombre de “Síndrome de Dorian Gray”. Todo un acierto el haber elegido dicho personaje literario como definición de ese mal.

Hemos visto que el último ejemplo afecta mayoritariamente (o en exclusiva) a las personas de edad madura, que se resisten a abandonar la juventud. Ahora vamos a ver algún otro ejemplo que se asocia a trastornos nombrados con personajes infantiles. Por ejemplo, si una persona sufre un problema visual que le lleva a ver los objetos con un tamaño menor del que realmente tiene, y además los aprecia a una distancia mayor de la real, se suele diagnosticar como Micropsia o AIWS (que traducido a nuestra lengua viene a ser algo así como “Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas”). La buena noticia para los que padecen esta patología es que es algo temporal, tal y como las aventuras de la niña.

Las personas que, al igual que Dorian Gray, se resisten a abandonar unos años que consideran perfectos, en este caso los infantiles, pero más que en el físico se centran en aspectos psicológicos, como el narcisismo, miedo al compromiso, idealización de la juventud, una baja autoestima y el creerse por encima de leyes y normas, suelen ser definidas como “un niño en el cuerpo de un hombre”. Un ejemplo de los más característicos lo encontramos en el fallecido cantante Michael Jackson, al que muchos creían afectado por el “Síndrome de Peter Pan”.

Las personas con el Síndrome de Peter Pan se suelen relacionar con sus opuestos, o sea, gente muy sacrificada y que se considera imprescindible, con una gran necesidad de satisfacer a los demás, y evitar en la medida de lo posible que alguien se enfade con ellos. Estas personas son capaces de hacer todo en lugar de su pareja o compañero, y se convierten poco a poco en el padre o la madre de su pareja. Como no podía ser de otra manera, las personas que sufren este trastorno, que tienen un excesivo miedo al rechazo, son diagnosticadas con el “Síndrome de Wendy”.

Como atestiguan los anteriores ejemplos, no es raro el caso en el que un mal (al parecer suelen ser leves alteraciones psicológicas) pasa a ser denominado como un personaje literario en el que se observan características comunes con dicha dolencia. En el caso de las personas que padecen síntomas de insatisfacción crónica, independientemente de la vida que lleven, producidas por unas desmesuradas y fantasiosas ilusiones que se ven decepcionadas por la realidad, su mal ha terminado denominándose Bovarismo o Síndrome de Madame Bovary.

Como última mención, no nos podíamos olvidar de lo mucho que aportó a la literatura el escritor británico William Shakespeare; además de a la literatura, veremos un ejemplo de su obra en la medicina. Con el simple hecho de nombrar el último ejemplo de hoy, “Síndrome de Otelo”, a todos nos vendrá a la mente que se refiere a un paciente  que sufre una especie de delirio sobre las supuestas infidelidades de su pareja, que se convierte en obsesión con comprobaciones continuas que intentan desvelar la supuesta infidelidad.


Los anteriores son una mínima parte, aunque representativa, de los ejemplos que podemos encontrar en el mundo médico (principalmente en la psicología) de personajes literarios que sirven como identificación de una dolencia. Con ellos obtenemos una nueva prueba de lo que aporta la Literatura a nuestra vida cotidiana.