En diferentes ocasiones hemos
visto que los escritores y sus familias sufren los contratiempos vitales que
sufrimos el resto de los mortales. Sufren las enfermedades más comunes (y
también las menos habituales) y los más diversos trastornos. Alguno de ellos
sufrieron un trastorno tan característico que llegó a dar nombre a dicha
enfermedad. En este tipo de patologías nos vamos a centrar, y en las próximas
líneas visitaremos a personajes
literarios y autores cuyos nombres pasaron de los libros y novela a otro tipo
de libros: los de medicina en el apartado de diagnóstico.
Para empezar vamos a ver el
curioso caso que se da cuando una persona sufre mareos, vértigos, palpitaciones
o temblores ante la excesiva belleza de una o varias obras de arte que ha observado;
a tenor de observar dichos síntomas, se dice que padece el “Síndrome de Stendhal” (o “Síndrome de
Florencia”), tal y como el propio autor Henry Beyle Stendhal describió en su
“Nápoles y Florencia: un viaje de Milán a Reggio”, al salir de la Basílica de
la Santa Cruz de Florencia:
“Había llegado a ese punto de
emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas
Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el
corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.
Un trastorno que deriva también
de la belleza, en este caso de otro tipo, es aquél en el que el individuo sufre
una preocupación excesiva ante la posibilidad de que su aspecto físico sufra
deformidad, debido al paso del tiempo principalmente. El trastorno en sí se
conoce como Dismorfofobia, y genera crisis de ansiedad y en numerosas ocasiones se convierte para el individuouna causa de
exclusión social.
En la actualidad probablemente
muchos de nosotros al pensar en ese trastorno nos acordemos de actores,
actrices, y personajes del mundo del espectáculo en general que recurren a
métodos de cirugía o se obsesionan con multitud de cosméticos en su intento por
conservar el aspecto físico con el que alcanzaron la fama. Pero con gran tino,
dicho mal se conoce, además de como dismorfofobia, con el nombre de “Síndrome de Dorian Gray”. Todo un
acierto el haber elegido dicho personaje literario como definición de ese mal.
Hemos visto que el último ejemplo
afecta mayoritariamente (o en exclusiva) a las personas de edad madura, que se
resisten a abandonar la juventud. Ahora vamos a ver algún otro ejemplo que se
asocia a trastornos nombrados con personajes infantiles. Por ejemplo, si una
persona sufre un problema visual que le lleva a ver los objetos con un tamaño
menor del que realmente tiene, y además los aprecia a una distancia mayor de la
real, se suele diagnosticar como Micropsia o AIWS (que traducido a nuestra
lengua viene a ser algo así como “Síndrome de Alicia en el País de las
Maravillas”). La buena noticia para los que padecen esta patología es que es
algo temporal, tal y como las aventuras de la niña.
Las personas que, al igual que
Dorian Gray, se resisten a abandonar unos años que consideran perfectos, en
este caso los infantiles, pero más que en el físico se centran en aspectos
psicológicos, como el narcisismo, miedo al compromiso, idealización de la
juventud, una baja autoestima y el creerse por encima de leyes y normas, suelen
ser definidas como “un niño en el cuerpo de un hombre”. Un ejemplo de los más
característicos lo encontramos en el fallecido cantante Michael Jackson, al que
muchos creían afectado por el “Síndrome
de Peter Pan”.
Las personas con el Síndrome de
Peter Pan se suelen relacionar con sus opuestos, o sea, gente muy sacrificada y
que se considera imprescindible, con una gran necesidad de satisfacer a los
demás, y evitar en la medida de lo posible que alguien se enfade con ellos.
Estas personas son capaces de hacer todo en lugar de su pareja o compañero, y
se convierten poco a poco en el padre o la madre de su pareja. Como no podía
ser de otra manera, las personas que sufren este trastorno, que tienen un
excesivo miedo al rechazo, son diagnosticadas con el “Síndrome de Wendy”.
Como atestiguan los anteriores
ejemplos, no es raro el caso en el que un mal (al parecer suelen ser leves
alteraciones psicológicas) pasa a ser denominado como un personaje literario en
el que se observan características comunes con dicha dolencia. En el caso de
las personas que padecen síntomas de insatisfacción crónica, independientemente
de la vida que lleven, producidas por unas desmesuradas y fantasiosas ilusiones
que se ven decepcionadas por la realidad, su mal ha terminado denominándose Bovarismo o Síndrome de Madame Bovary.
Como última mención, no nos podíamos olvidar de lo mucho que aportó a la literatura el escritor británico William Shakespeare; además de a la
literatura, veremos un ejemplo de su obra en la medicina. Con el simple hecho de nombrar el último ejemplo de
hoy, “Síndrome de Otelo”, a todos nos
vendrá a la mente que se refiere a un paciente
que sufre una especie de delirio sobre las supuestas infidelidades de su
pareja, que se convierte en obsesión con comprobaciones continuas que intentan
desvelar la supuesta infidelidad.
Los anteriores son una mínima
parte, aunque representativa, de los ejemplos que podemos encontrar en el mundo
médico (principalmente en la psicología) de personajes literarios que sirven
como identificación de una dolencia. Con ellos obtenemos una nueva prueba de lo
que aporta la Literatura a nuestra vida cotidiana.