El lugar y la forma en los que
cada escritor da rienda suelta a sus palabras suelen formar parte de un método
distinto para cada uno de ellos, aunque ese método sea el que les suele
acompañar durante toda su carrera. Así, son conocidas y hemos visto en otras
ocasiones algunas de las manías que tiene cada autor a la hora de escribir, e
incluso lo que podemos considerar rituales necesarios para alguno de ellos. (clic aquí para ver la entrada "Cómo escribe quien escribe)
Por contra, hay ocasiones en las
que las circunstancias obligan a prescindir de rituales, manías, y cualquiera
de las comodidades a las que estuviesen acostumbrados, y aún así hay algunos
autores que fueron capaces de producir alguna de sus más notables obras en
dichas circunstancias.
Por ejemplo, el recaudador de
impuestos Miguel de Cervantes Saavedra, tras muchas disputas e inconvenientes
debidos a su poco agradecido y muy peligroso oficio, acaba con sus huesos en la
Cárcel de Sevilla. Las numerosas irregularidades en las cuentas que manejaba en
la contabilidad de los pagos llevaron al tribunal que lo juzgó a condenarlo por
haberse apropiado de arcas públicas.
En dicha cárcel gestó el primer
tomo de su obra más universal, “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Aunque las imaginamos, no conocemos todas las penurias que hubo de sufrir en
dicha celda, en el lejano año de 1.597, pero sí conocemos la veracidad de dicha
estancia, ya que a ello alude en el prólogo del libro.
Un buen puñado de años antes,
concretamente en 1.284, Luigi Rustichello,
procedente de la bella Pisa, fue
encarcelado en la prisión de la ciudad costera de Génova. Tras unos duros años
en la terrible prisión compartiendo prisión con diversos personajes, en 1296 recibió el encargo de uno de sus compañeros de
celda para que transcribiese las peripecias que había sufrido en sus viajes.
Rustichello recibió el encargo del
aventurero preso, y consiguió un interesante libro de aventuras que pronto se
convirtió en célebre. El llamado “Libro de las maravillas” por algunos, “La
descripción del mundo” y “El libro del millón” por otros, reunió las historias
que tenían maravillados a los que visitaban al ya célebre preso veneciano, y
gracias a ese libro todos recordamos cientos de años después el nombre de ese
prisionero: Marco Polo.
Cercano a la ciudad de nacimiento
de Luigi Rustichello se encuentra la maravillosa ciudad de Florencia, cuna de
algunos de los más importantes artistas de la historia de la humanidad. Vivió
su mayor esplendor durante el Renacimiento, y las más notables personalidades
surgieron de tan intenso entorno.
En tal sociedad, los engaños,
traiciones e intrigas políticas estaban a la orden del día (probablemente siguen
en vigor), y fueron perfectamente plasmadas por Niccolò di Bernardo dei
Maquiavelli: Nicolás Maquiavelo. En uno de tantos movimientos políticos que daban
y quitaban el poder de las plazas más importantes, Maquiavelo fue acusado de conspirar contra la
persona más poderosa de Florencia (nada menos que Lorenzo de Medici), lo que acabó
con la obligación de Maquiavelo de pasar una temporada en la cárcel.
Durante la estancia en prisión tuvo
tiempo de meditar sobre los tejemanejes de las altas esferas de la sociedad
florentina, y ahí nació el germen de la que sería su obra más recordada. Dicen
también que se basó en la figura del hombre que lo acusó y condenó, Lorenzo de
Médici, para desarrollar su conocido “El príncipe”, que consiguió que lo
llevase a la posteridad, e incluso que su apellido fuese el origen del
perturbador adjetivo con el que se definen las maniobras cínicas, amorales y
malintencionadas: “maquiavélico”.
En una situación que nada tiene
que ver con la maquiavélica política, Oscar Wilde también terminó por pasar,
como los autores anteriormente mencionados, una temporada en prisión. En la puritana
sociedad que le tocó vivir, sus furtivas y estrechas relaciones con hombres lo
colocaban en una situación delicada, en la que una posible homosexualidad
podría acabar con su carrera.
Su amistad con Lord Alfred Douglas Bosie, hijo
del marqués de Queensberry, además de
producir incomodidad en su entorno, lo hizo también en el entorno del marqués.
A raíz de ello, y en una evidente provocación fruto del malestar mencionada, el
marqués deja una nota en el club que frecuenta Wilde; en ella, se puede leer un
escueto: “A Oscar Wilde, que alardea de sodomita”.
Una vez se hubo enterado el
escritor de tal afrenta, interpuso una demanda por difamación e injurias contra
el marqués, pero la demanda se volvió en su contra y fue condenado por conducta
obscena e indecente.
En los dos años que vivió en la
cárcel de Reading, un hundido Wilde vive cómo su antigo amigo (y amante) Bosie, publica artículos y poemas
dedicados al escritor. Sintiéndose traicionado, Wilde le dedica una epistolar “De
profundis”, en el que da buena cuenta de su venganza, describiendo a Alfred
como egoísta y desagradecido. También sirve como profunda reflexión ante una
vida que consideraba Wilde había estado llena de excesos, y cuya estancia en
prisión sirve como meditación sobre cuáles son las cosas verdaderamente
importantes.
Unos años antes de que naciese
Oscar Wilde, el naturista, filósofo y escritor estadounidense Henry David
Thoreau decidió dejar de pagar un impuesto como medida de protesta por la
guerra contra Méjico y además por la existencia de la esclavitud en los Estados
Unidos (se trataba de un impuesto especial dedicado a recaudar fondos para
dicha guerra). Dicho acto llevó su protesta hasta los barrotes de la prisión de
Concord, de la que salió tras abonar el polémico impuesto.
Como consecuencia de sus ideas y
de los inconvenientes que le produjeron, Thoreau redactó las bases de su
ideología: la creencia de que los gobiernos han de tener exactamente el poder
que los ciudadanos deciden concederle. En base a lo vivido, nació “La
desobediencia civil” , que sirve de ejemplo al movimiento político y social de
mismo nombre, que tanta influencia ejerció en personajes como Mahatma Gandhi,
Martin Luther King o Nelson Mandela.
Como decíamos al comenzar estas
líneas, acostumbrado a las comodidades o manías que pueda tener un escritor a
la hora de cumplir su tarea, puede verse a veces influenciado por aspectos más
mundanos, y nada más traumático que una estancia en un centro penitenciario,
privado de cualquiera de las libertades.