Nombrar a Samuel Langhorne
Clemens y, más concretamente su pseudónimo, Mark Twain, es nombrar a un hombre
polifacético y sorprendente, escritor, aventurero, emprendedor y viajero, que a
lo largo de su vida desarrolló múltiples tareas y ocupaciones.
El 30 de Noviembre de 1.835 nace
en Florida (Missouri), en los Estados Unidos de América, dos semanas después
del acercamiento máximo del Cometa Halley a nuestro planeta. A los cuatro años
la familia se traslada a la cercana localidad de Hannibal, que, bajo el nombre
de San Petersburgo, serviría de ambientación de las novelas más célebres de
Twain: “Las aventuras de Tom Sawyer”
y “Las aventuras de Huckleberry Finn”.
En dicha localidad cursó sus
estudios hasta que, teniendo Samuel tan solo 11 años de edad, falleció
repentinamente su padre. Dicha desgracia obligó al niño a finalizar su etapa
escolar e iniciar su etapa laboral. Comenzó siendo aprendiz de tipógrafo y unos
años más tarde logró el puesto de tipógrafo en el diario propiedad de su
hermano Orion, el Hannibal Journal. En
dicho periódico publicó sus primeros escritos.
A partir de ahí emprendió
aventuras como tipógrafo itinerante, a la par que enviaba relatos de los viajes
que realizaba. El destino lo llevó al río Mississippi, en el que se interesó
por la vida de los pilotos fluviales de los característicos e inconfundible barcos
de vapor que surcaban las aguas de dicho
río. Tras dos años de esfuerzos, consiguió la licencia de piloto fluvial, y
ejerció como tal un par de años, hasta 1.961. En dicha profesión se familiarizó
con la expresión utilizada por los trabajadores de color de los vapores
fluviales mark twain, que se refería
a la profundidad necesaria para navegar (dos brazas de calado).
Su aventurero carácter le llevó a
enrolarse en una milicia confederada (los Marion
Rangers) durante breve tiempo, e incluso a convertirse en minero de plata
en Virginia City (Nevada), logrando un tímido éxito. El fracaso en su proyecto
de mina obligó a Samuel a emprender una nueva aventura con la escritura, en el
Territorial Enterprise, en donde comenzó a utilizar el pseudónimo que lo
universalizaría, Mark Twain. Comienza
una época en la que se suceden puestos en diferentes diarios, intercalados con
una buena cantidad de viajes, que le sirven como base de diversas
publicaciones.
En 1870 contrajo matrimonio con
Olivia Langdon, que se prolongaría hasta la muerte de ésta, ocurrida en 1.904,
y que daría como fruto un hijo y tres hijas.
El carácter inquieto de Twain le
llevó a emprender multitud de iniciativas, entre ellas un apasionado encuentro
con la ciencia, codeándose con personajes tan importantes como Nicola Tesla y
Thomas Alba Edison. Tal fue el coqueteo científico de Samuel, que incluso llegó a patentar tres inventos, el
más notorio de los cuales sería un Album de fotografías que, gracias a un
pegamento adherido que había que humedecer, convertía dichas fotografías en
autoadhesivas.
Sin embargo, ese emprendedor
carácter también le trajo fuertes sinsabores, ya que la fortísima inversión que
realizó en 1.880 en la compositora Paige (invento destinado a sustituir al
tipógrafo en la imprenta) resultó catastrófica, dilapidando tanto las ganancias
de toda su vida, como gran parte de la herencia de su esposa.
Los últimos años de vida de
Samuel Langhorne Clemens resultaron una sucesión de malas noticias, como la
muerte de varios de sus hijos, una nieta, y la de su propia esposa. A raíz de
ello, Twain vivió sumido en una profunda depresión que minó su salud.
Tras una vida realmente
sorprendente y en absoluto monótona, Mark Twain pronunció en 1.909: “Vine al
mundo con el cometa Halley en 1.835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero
marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el
cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: ‘Ahora están aquí estos dos
fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. Lo espero con
impaciencia.”
Efectivamente, el 21 de abril de 1.910,
un día antes del perihelio del Cometa Halley, un ataque al corazón acabó con la
vida de Samuel Langhorne Clemens.
De él nos quedan numerosas muestras
de su genialidad, desde artículos humorísticos a amenos diarios de viajes por
múltiples latitudes, pasando por esplendorosos libros. En especial “Las
aventuras de Tom Sawyer”, en la que el polifacético escritor plasmó su infancia
incluyéndose a él y sus amigos como protagonistas, y “Las aventuras de
Huckleberry Finn”, surgida del mismo entorno con un compañero de colegio como
protagonista.
Para terminar, lo mejor es
hacerlo con las palabras que William Faulkner dedicó a Mark Twain, a quién
definió como “el padre de la Literatura Norteamericana”.