Hoy hace cinco años que nació
Jack, y eso convierte este día en especial, una celebración muy esperada y
deseada.
Asistiremos a la narración de
este cumpleaños desde la inocente visión del propio Jack, un niño que pronto
nos sorprenderá con su inteligencia y al que acompañaremos en su descubrimiento
del mundo, de su mundo, y que será capaz de hacernos reír y llorar con sus alegrías y sus sinsabores.
El centro y el eje de su mundo es la
profunda dependencia que tiene de su madre, una mujer completamente volcada en la educación y cuidado de su hijo, y a quien el nacimiento de Jack proporcionó un motivo que le
ayudó a aferrarse a la vida.
De hecho, Jack es su vida y Jack es su
mundo. Jack y su madre viven en cautividad. Jack nació en la habitación en la
que están secuestrados y jamás salió de ella. Su madre fue secuestrada cuando
se disponía a ir a la universidad siete años atrás, cuando contaba con tan solo diecinueve años.
Desde el cumpleaños de Jack y
desde su visión, nos enteramos de la vida diaria en esa habitación, y de cómo se
las arreglan para sobrevivir, soportando la visita prácticamente diaria del
llamado por ellos “Viejo Nick” (una de las formas en las que se conoce en su
país al diablo), el hombre que los mantiene secuestrados y padre de Jack, (al que su madre oculta en el
armario en cada una de las visitas para evitar un contacto que el Viejo Nick tampoco desea).
Se trata de un libro que
evidentemente causa un tremendo impacto en el lector, por la dureza de una historia que conocemos desde las primeras líneas, siendo un argumento para el cual la escritora irlandesa Enma Donoghue encontró la inspiración, entre otros, en el largo cautiverio de la joven
Natasha Kampush.
El comienzo del libro transcurre
con un ritmo un tanto lento, con Jack enseñándonos el mundo (su mundo es simplemente su
habitación, para él el resto de las cosas viven simplemente en la televisión),
y ese ritmo llega a resulta algo tedioso, provocando al lector (al menos a este
lector) la sensación de que la lectura va a resultar monótona.
Sin embargo, la insistencia en la
lectura será gratamente recompensada, ya que tras el titubeante inicio
encontraremos una sucesión de emociones que nos dejará por momentos el corazón
en un puño. Viviremos un torrente de sensaciones de la mano de Jack, que se
convertirá en una persona muy cercana para nosotros, y pasaremos más y más
páginas deseando conocer lo que el destino depara al pequeño.
Tampoco nos resultará fácil desligarnos de lo
vivido por la madre de Jack. Sufriremos intensamente con ella y con su dolor, con la tremenda carga psicológica que tiene que soportar, comprenderemos sus altibajos
como si fuesen nuestros, y la admiraremos por su tesón y el indestructible amor que muestra
hacia su hijo.
Como se puede ver por las líneas
anteriores, a mi modo de ver es un libro muy recomendable, que nos dejará una sensación
de vacío una vez terminado, y con dos entrañables personajes que permanecerán en nuestra
memoria durante una buena temporada.