sábado, 27 de julio de 2013

"La habitación (Room)", de Emma Donoghue.

Hoy hace cinco años que nació Jack, y eso convierte este día en especial, una celebración muy esperada y deseada.

Asistiremos a la narración de este cumpleaños desde la inocente visión del propio Jack, un niño que pronto nos sorprenderá con su inteligencia y al que acompañaremos en su descubrimiento del mundo, de su mundo, y que será capaz de hacernos reír y llorar con sus alegrías y sus sinsabores.

El centro y el eje de su mundo es la profunda dependencia que tiene de su madre, una mujer completamente volcada en la educación y cuidado de su hijo, y a quien el nacimiento de Jack proporcionó un motivo que le ayudó a aferrarse a la vida.

De hecho, Jack es su vida y Jack es su mundo. Jack y su madre viven en cautividad. Jack nació en la habitación en la que están secuestrados y jamás salió de ella. Su madre fue secuestrada cuando se disponía a ir a la universidad siete años atrás, cuando contaba con tan solo diecinueve años.


Desde el cumpleaños de Jack y desde su visión, nos enteramos de la vida diaria en esa habitación, y de cómo se las arreglan para sobrevivir, soportando la visita prácticamente diaria del llamado por ellos “Viejo Nick” (una de las formas en las que se conoce en su país al diablo), el hombre que los mantiene secuestrados y padre de Jack, (al que su madre oculta en el armario en cada una de las visitas para evitar un contacto que el Viejo Nick tampoco desea).

Se trata de un libro que evidentemente causa un tremendo impacto en el lector, por la dureza de una historia que conocemos desde las primeras líneas, siendo un argumento para el cual la escritora irlandesa Enma Donoghue encontró la inspiración, entre otros, en el largo cautiverio de la joven Natasha Kampush.

El comienzo del libro transcurre con un ritmo un tanto lento, con Jack enseñándonos el mundo (su mundo es simplemente su habitación, para él el resto de las cosas viven simplemente en la televisión), y ese ritmo llega a resulta algo tedioso, provocando al lector (al menos a este lector) la sensación de que la lectura va a resultar monótona.

Sin embargo, la insistencia en la lectura será gratamente recompensada, ya que tras el titubeante inicio encontraremos una sucesión de emociones que nos dejará por momentos el corazón en un puño. Viviremos un torrente de sensaciones de la mano de Jack, que se convertirá en una persona muy cercana para nosotros, y pasaremos más y más páginas deseando conocer lo que el destino depara al pequeño.

Tampoco nos resultará fácil desligarnos de lo vivido por la madre de Jack. Sufriremos intensamente con ella y con su dolor,  con la tremenda carga psicológica que tiene que soportar, comprenderemos sus altibajos como si fuesen nuestros, y la admiraremos por su tesón y el indestructible amor que muestra hacia su hijo.


Como se puede ver por las líneas anteriores, a mi modo de ver es un libro muy recomendable, que nos dejará una sensación de vacío una vez terminado, y con dos entrañables personajes que permanecerán en nuestra memoria durante una buena temporada.