En las incontables páginas que
han sido publicadas a lo largo de la historia de la Literatura nos podemos
encontrar con infinidad de personajes de lo más variopinto, llegando alguno de
dichos personajes al nivel de inolvidable, consiguiendo tal importancia que
llega a ser confundido su memorable origen literario con un inexistente origen
histórico.
Por otro lado, también existen
personajes históricos que, tras haber sido plasmada su vida en algún libro con cierta
falta de rigor, se fueron convirtiendo poco a poco en el personaje literario,
abandonando con ello la autenticidad de su biografía.
En este caso podría incluirse a Rodrigo
Díaz, noble castellano que vivió en el siglo XI, probablemente nacido en Vivar,
Burgos, y que se convirtió en un hábil luchador en la etapa de la Reconquista
de la Península Ibérica.
Vivió en una convulsa época, y su
indudable talento para la lucha le hizo destacar en batallas y conquistas de
ciudades (la más importante, la ciudad de Valencia). En cuanto a su figura
histórica, está llena de claroscuros, siendo (al parecer) su amor por el oro
musulmán más fuerte en ocasiones que su convicción cristiana, lo que le pudo
costar el destierro hasta en dos ocasiones.
Tras ser moldeada su figura en "El
Cantar del Mío Cid" y diversos escritos posteriores, su figura fue agrandándose
hasta convertirlo en ese ejemplo y modelo de la lucha de la reconquista
castellana, que llegó a ganar batallas contra el enemigo musulmán incluso
después de muerto, con una voluntad y honor inquebrantables, y que sería
conocido como El Cid Campeador.
En un caso similar nos
encontramos a Vladislaus Drâculea, que vivió en el Siglo XV y que ejerció como
príncipe en Valaquia (actualmente se encuentra en Rumanía). Hubo de enfrentarse
a los envites otomanos que amenazaban con anexionarse sus territorios. Es
conocida la escasa clemencia que mostraba con los enemigos vencidos, siendo
usado como sobrenombre uno de los métodos que utilizaba para torturar y dar
muerte a dichos prisioneros, el de el empalamiento, que en su idioma se
pronunciaba Vlad Tepes.
Dicha figura sirvió de
inspiración al escritor irlandés Abraham Stoker para componer la figura del Conde
Drácula, que poco a poco se fue convirtiendo en uno de los personajes más
reconocidos y reconocibles de nuestro tiempo, y que agregó a la ya poco amable figura de Vlad III
leyendas vampíricas y numerosos fenómenos y fantasías que superan la
normalidad.
Es probable que personajes como
los anteriores no pasasen de ocupar unas cuantas líneas en los libros de
historia de sus propias zonas geográficas en ausencia de las referencias
literarias, con lo que comprobamos el poder de sugestión que ejerce la
literatura en la memoria colectiva.
Además de ello nos puede sorprender también el
saber que personajes que consiguieron el estatus de universales estén basados
en personas que realmente vivieron experiencias que sirvieron de inspiración
para los autores que les dieron vida.
Así, una de las más importantes
novelas de aventuras de todos los tiempos se basó en las peripecias de
Alexander Serkirk y de Pedro Serrano. Tanto uno (marinero escocés rescatado
tras pasar 4 años en una isla desierta) como otro (marinero español que
sobrevivió en un banco de arena 8 años) sirvieron a Daniel Defoe para dar forma
a su novela más conocida y a su inolvidable personaje: Robinson Crusoe.
También existe una gran cantidad de
obras que se hicieron célebres y que llegaron a ver la luz tras hechos vividos por el propio autor.
Entre ellos podemos encontrar títulos como “La dama de las camelias”, escrito
por Alejandro Dumas (hijo), que narra la vida del personaje de la cortesana Margarita
Gautier en el París de mediados del siglo XIX y sus relaciones con diversos
personajes de la vida social francesa.
El escritor francés plasmó la
relación que mantuvo con Rose-Alphonsine Plessis, (conocida como Marie
Plessis), y la convirtió en el famoso personaje de Margarita, que más tarde
Giuseppe Verdi convertiría en la protagonista de la ópera “La Traviata”. Realmente,
Dumas alteró la realidad, hasta llegar a idealizar la relación con Plessis, ya
que dicha relación fue un tormentoso camino de discusiones y celos, rupturas y
reconciliaciones, que el escritor dio por finalizada (al parecer por temor a contagiarse de cierta enfermedad de transmisión sexual) con la siguiente nota de
despedida:
Querida Marie:
No soy lo bastante rico para
amarte como quisiera ni lo suficiente pobre para ser amado como quisieras tú.
Olvidemos todo entonces, tú un nombre que debe serte casi indiferente, yo una
felicidad que se me hace imposible. Es inútil decirte cuánto lo siento porque
tú sabes bien cuánto te amo. Entonces, adiós. Tienes demasiado corazón como
para no entender el motivo de mi carta y demasiada inteligencia como para no
perdonarme. Mil recuerdos.
Estos ejemplos son una mínima
muestra de cómo pasan a la historia determinados personajes, y de cómo se llega
a solapar la realidad con lo imaginado por el escritor que lo tomó como
protagonista de su narración.
En los últimos años proliferan
los libros que incluyen en sus tramas personajes célebres que se ven inmersos
en medio de alguna acción, organización o conspiración de la que no tuvieron
conocimiento en vida. Sirva de ejemplo el tremendo éxito de Dan Brown, “El
código Da Vinci”, y entre los muchos personajes históricos mencionados en la
trepidante acción, nos acordaremos de cómo se dan por auténticas ciertas
intenciones de Leonardo Da Vinci en la composición de su pintura “La última
cena”. El tiempo nos dirá si, como
parece, la fantasía modificará la visión que tengamos del personaje, o nos seguiremos
ajustando a la visión de Leonardo que debemos a escritos anteriores.