A través de la escritura, algunos
autores son capaces hacernos sentir lo escrito como si formásemos parte de
ello. Por medio de precisas y preciosas descripciones, asistimos a paisajes y
escenarios como si estuviesen ante nuestros ojos, deleitando con ello nuestros sentidos de la vista y del tacto, y siendo parte fundamental del estilo narrativo de muchos
escritores.
Hay también creadores que son incluso
capaces de poner en funcionamiento nuestro sentido del olfato, y una de las
mejores pruebas de ello es la cantidad de aromas agradables y otros tantos
desagradables con los que Patrick Süskind nos introdujo en el “Evanescente
Reino de los olores”, olores que el protagonista Jean-Baptiste Grenouille es
capaz de sentir con mayor intensidad que los demás, y cuya historia nos es
contada en “El perfume”, convirtiéndolo
en un Best Seller dotado con una buena dosis de originalidad, y que perduró en
las listas de los más leídos en los años ochenta y noventa del siglo pasado.
De un modo menos habitual, aunque
no menos original, también podemos deleitar nuestro sentido del gusto
(generalmente acompañado también del olfato y la vista) gracias a autores que
nos hacen partícipes de la elaboración de ciertos platos culinarios,
traspasando las páginas con aromas y sabores.
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Otro libro en el que las recetas
llegan a integrarse hasta llegar a formar parte de la trama y que, además,
llega a conseguir gran aceptación por parte de sus lectores, es “Tomates verdes
fritos”, de Fannie Flagg, en el que Evelyn descubre, gracias a la anciana
Ninny, la historia de las vivencias de Idgie y Ruth, en un pequeño pueblo de
Alabama, Whistle Stop. También se hizo una adaptación cinematográfica (por
cierto, posiblemente se ha convertido en una de las películas más emitidas en TV) que, como es
habitual, no hace honor a la novela…
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Además, existen innumerables
libros de diferentes épocas y de dispares temáticas que nos muestran recetas y
técnicas culinarias en sus páginas, y entre ellos nos encontramos con “Don
Quijote de la Mancha”, “Los tres mosqueteros”, “Sherlock Holmes”, “Kim de la
india”, “Moby Dick” “Cien años de soledad” …
En todos ellos, de alguna manera,
el escritor nos invita a saborear los diferentes manjares, provocando, como
decíamos, a los sentidos de la vista, gusto, tacto y olfato, transportándonos a una
mesa y convirtiéndonos en apacible comensal.
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