A través de la escritura, algunos
autores son capaces hacernos sentir lo escrito como si formásemos parte de
ello. Por medio de precisas y preciosas descripciones, asistimos a paisajes y
escenarios como si estuviesen ante nuestros ojos, deleitando con ello nuestros sentidos de la vista y del tacto, y siendo parte fundamental del estilo narrativo de muchos
escritores.
Hay también creadores que son incluso
capaces de poner en funcionamiento nuestro sentido del olfato, y una de las
mejores pruebas de ello es la cantidad de aromas agradables y otros tantos
desagradables con los que Patrick Süskind nos introdujo en el “Evanescente
Reino de los olores”, olores que el protagonista Jean-Baptiste Grenouille es
capaz de sentir con mayor intensidad que los demás, y cuya historia nos es
contada en “El perfume”, convirtiéndolo
en un Best Seller dotado con una buena dosis de originalidad, y que perduró en
las listas de los más leídos en los años ochenta y noventa del siglo pasado.
De un modo menos habitual, aunque
no menos original, también podemos deleitar nuestro sentido del gusto
(generalmente acompañado también del olfato y la vista) gracias a autores que
nos hacen partícipes de la elaboración de ciertos platos culinarios,
traspasando las páginas con aromas y sabores.
El primero que me viene a la
mente, (y seguramente a muchos de vosotros también), es la maravillosa historia de Tita, una joven mejicana y sus
amores imposibles en su país de nacimiento, en una época en la que la tradición
no le permitía ser feliz, y cómo es usada la cocina para transmitir emociones,
empezando cada capítulo con la preparación de un plato diferente que hace
singular la narración. Estoy hablando de la exitosa novela de Laura Esquivel,
“Como agua para chocolate”, que sirvió de guión para una hermosa película con la que también comparte nombre.
Otro libro en el que las recetas
llegan a integrarse hasta llegar a formar parte de la trama y que, además,
llega a conseguir gran aceptación por parte de sus lectores, es “Tomates verdes
fritos”, de Fannie Flagg, en el que Evelyn descubre, gracias a la anciana
Ninny, la historia de las vivencias de Idgie y Ruth, en un pequeño pueblo de
Alabama, Whistle Stop. También se hizo una adaptación cinematográfica (por
cierto, posiblemente se ha convertido en una de las películas más emitidas en TV) que, como es
habitual, no hace honor a la novela…
La exitosa escritora chilena
(aunque nacida en Perú) Isabel Allende también se dejó llevar por el amor a la
cocina; publicó en 1997 la novela corta “Afrodita”, en la que se suceden
diversas recetas en las que el amor y la libido y los alimentos afrodisíacos
tienen cierta importancia. Hay que decir de esta novela que fue una gran ayuda para la escritora, ya que el sumirse en el proceso de escritura le ayudó a disminuir la enorme tristeza que provocó la muerte de su hija.
Además, existen innumerables
libros de diferentes épocas y de dispares temáticas que nos muestran recetas y
técnicas culinarias en sus páginas, y entre ellos nos encontramos con “Don
Quijote de la Mancha”, “Los tres mosqueteros”, “Sherlock Holmes”, “Kim de la
india”, “Moby Dick” “Cien años de soledad” …
En todos ellos, de alguna manera,
el escritor nos invita a saborear los diferentes manjares, provocando, como
decíamos, a los sentidos de la vista, gusto, tacto y olfato, transportándonos a una
mesa y convirtiéndonos en apacible comensal.
Del mismo modo, las sensaciones
que nos hacen vivir los libros pueden ser rememoradas cuantas veces
consideremos necesario si nos decidimos a desarrollar las diferentes recetas en
nuestra propia cocina. Eso sí, contemplando siempre la recomendación de optar
por una moderación innecesaria a la hora de la lectura…