De nombre Joseph Pulitzer, y
nacido en Hungría en 1847, desde joven notó una gran vocación militar. Sin
embargo, el rechazo sufrido al intentar enrolarse en los ejércitos
Austro-Húngaro, Francés e Inglés, lo llevó a cruzar el Océano Atlántico en 1864,
para participar en la Guerra Civil Estadounidense. Una vez finalizado el
conflicto, se establece en la ciudad de San Luis (Missouri), y por una serie de
casualidades termina comenzando su carrera periodística como empleado en una
publicación en idioma alemán, el Westliche Post.
También en esa época comenzó una
carrera política en el Partido Republicano, y cuatro años más tarde consiguió
hacerse con la propiedad del diario en el que trabajaba. Además, adquirió otro
periódico de la misma ciudad, y con ambos fundó el “St. Louis Post-Dispatch”.
En ese momento comienza la
leyenda de Pulitzer, cuyo poder fue aumentado exponencialmente a medida que iba
adquiriendo y refundando periódicos, instaurando unos métodos periodísticos
centrados en conseguir lectores, empleando para ello fuentes dudosas y poco
afines a la veracidad, buscando el sensacionalismo y el impacto social, una
práctica tan extendida en la actualidad…
En años posteriores, con una
fortuna que crecía vertiginosamente, emprendió una competición periodística con
el otro gran magnate de los medios, William Randolph Hearst, en la que incluso
el afán de atraer lectores hacia sus publicaciones aún a costa de la verdad
llegó a provocar conflictos internacionales, como la Guerra
Hispano-Estadounidense.
En medio de esa lucha entre los
grandes de los medios de comunicación cabe mencionar la tira cómica “The Yellow
Kid”, que tuvo un gran éxito y que sirvió de prueba para introducir el color
amarillo en la impresión de los diarios. Fue publicada inicialmente en el “New
York World” (de Pulitzer) y, en vista de la aceptación que tenía en los
lectores, Hearst lo incluyó en su “Morning Journal”, conviviendo durante años
en ambas publicaciones. La coincidencia del amarillo en diarios de tan pareja
calidad y escaso prestigio dio origen al término “prensa amarilla”.
Un Joseph Pulitzer interesado en
crear la primera escuela de periodismo del mundo ofreció varios millones de
dólares a la Universidad de Columbia. Sin embargo, su polémica figura fue
rechazada varias veces hasta que, en 1903, gracias a su aportación económica,
se inauguró la Columbia University Graduate School of Journalism, segunda de su
clase en el mundo.
A su muerte, sucedida en 1911, la
universidad volvió a recibir una fuerte inyección económica, por lo que decidieron
instaurar los prestigiosos Premios Pulitzer, cuya primera edición se celebró en
1917 y que en su origen otorgaban premios al Periodismo, al Teatro, a la
Literatura y a la Educación.
Casi un siglo después, estos
premios, que fueron evolucionando con el tiempo, eliminando ciertas categorías e incorporando otras a medida que fueron apareciendo nuevos
medios, conservan principalmente un gran prestigio, (la dotación económica es de unos 7.400 euros, cifra modesta si la comparamos con los 600.000 euros del premio Planeta) y verdaderamente han premiado obras que
llegaron a convertirse en célebres. Muestra de ello son “La edad de la
inocencia” (Edith Warton, 1921), “Las uvas de la ira” (John Steinbeck, 1940),
“El viejo y el mar”, (Ernest Hemingway, 1953), “Matar un ruiseñor” (Harper Lee,
1961), “Pastoral americana” (Philip Roth, 1998), o “La carretera” (Cormac
McCarthy, 2007).
También otros escritores ilustres
fueron receptores de tan conocido premio, como William Faulkner, en dos
ocasiones, Carl Sagan, Pearl S. Buck, o John Kennedy Toole (este último a
título póstumo).
Además de los premios a
periodistas, premios literarios y demás, conocidos son los premios a la
Fotografía del Año, que nos brindaron algunas de las más reconocidas y hermosas fotografías
del siglo.
Así pues, la fortuna creada desde
la nada por Joseph (Joe) Pulitzer, valiéndose para ello de una falta de
escrúpulos todavía más grande que dicha fortuna, y cumpliendo el típico sueño americano, nos dejó en herencia (a todos)
la oportunidad de dar a conocer obras maestras en varias facetas artísticas,
por lo que tal vez deberíamos estarle agradecidos…