lunes, 20 de junio de 2022

"Momoko y la gata", de Koike Mariko

 

Hokkaido es una de las 6852 islas que forman Japón (lo he buscado, ¿eh?, no es un dato que se lleve en la cabeza pero seguro que a partir de ahora no nos sorprenderá esa cifra si vuelve a aparecer), concretamente la segunda en cuanto a tamaño, y cuya capital es Sapporo, la primera ciudad en la que se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno. En ella, en la isla,  vive Masayo, una joven que no se resigna a llevar la vida para la que parece estar destinada, en un tiempo difícil en  un Japón devastado por una guerra demasiado reciente. En cuanto Masayo tiene la oportunidad se lanza a por su sueño, que es adquirir los conocimientos suficientes para dedicar su vida a la pintura artística.

 

¿Y cuál es la oportunidad? El hijo de un afamado pintor, que heredó también su oficio, se quedó viudo y necesita ayuda en su casa, principalmente como apoyo en los estudios de Momoko, su hija de ocho años. La atracción de esa función es que el pintor y profesor de pintura promete convertirla en su alumna más cercana. Masayo, después de recibir la propuesta de trabajo y de formación de parte de una amiga, decide lanzarse a la aventura y trasladarse a Tokio y vivir ayudando a Momoko y Goro, su padre. Con ellos vivirá Lala, una curiosa gata blanca a la que está muy unida la niña. Décadas después Masayo recuerda el tiempo en el que vivió en esa casa y la relación que se estableció entre los seres que la habitaban.

 

“Momoko y la gata” es uno de esos libros que hay que leer sin saber mucho, y por eso he procurado dar los mínimos datos de la trama (engordando la reseña con datos geográficos, imagina…), tan pocos que casi los puedes encontrar en el título. Yo así lo hice: me decidí a leerlo sin conocer más que el título y el hecho de que fuese una recomendación de mi biblioteca. Y no me arrepiento de haber seguido el instinto que decía que sí, que era una lectura aprovechable. Porque lo es.

 

Aprovechable y original. Tiene ese aire descriptivo que predomina en la literatura salida de las 6852 islas niponas (al final el dato se te queda grabado) y que tanta belleza suele encontrar en el entorno que describe. Además tiene unos personajes que vas a recordar y una forma de narrar suave, ligera, que nos va llevando a lo largo de la trama como si fuese un paseo en el que parece que conocemos el principio y el final, y aun así lo queremos disfrutar.

 

He de decir que no me suelen decir nada los nombres de autores japoneses, que me hago un lío con ellos, y exactamente es lo que me pasó con Mariko Koike. Al decidirme a leer el libro no sabía nada de ese nombre y, que Yukio Mishima me perdone, no sabría decir ni tan siquiera si es un nombre de una mujer o de un hombre. Es más, todavía no sé decir cuál es el nombre y cuál es el apellido (también he visto que en algunos artículos nos presentan a Koike Mariko, incluso he visto portadas del mismo libro en la misma editorial con los diferentes órdenes, así que ya me vuela la cabeza). Tras acabar el libro he buscado algún dato y se puede decir que es una autora cuyos inicios se basaron en la novela negra y el crimen, y luego optó por publicar una prosa en la que el amor tuvo más importancia.

 

Tras esas etapas iniciales parece ser que se acercó a un estilo más propio, y creo que “Momoko y la gata” es suficientemente representativa de lo que es su sello más personal: un híbrido de géneros  que mezcla con buen gusto y con un ritmo agradable y que invita a leer un poco más con una sonrisa en la boca, y guardando alguna que otra sorpresa que no deja indiferente. Una vez terminado el libro (el corto libro) me sumo a la recomendación de mi biblioteca. Y, como suele suceder con la literatura que viene de Japón y de las islas que forman esa nación (¿cuántas islas? No vale mirar… Sí: 6852), además de pasar unas horas agradables en compañía de Momoko y de Lala, también se amplían un poco más las miras. Un acierto.