sábado, 4 de junio de 2022

"La librería encantada", de Christopher Morley


El hemisferio norte de este planeta se está preparando para el verano. Con ello, llegan los días más largos, más aprovechables y, por lo general, con mayor cantidad de tiempo libre. Así que hay que ir preparando las cosas para disfrutar de ello. Y en este país uno de los pasatiempos preferidos es pasarlo cerca del agua o, mejor dicho, dentro de ella. Así, sea piscina, río o playa, se acercan esos días en los que se disfruta de estar tumbado sobre una toalla o una silla mientras se desconecta un poco de la rutina diaria. Y, si estás leyendo estas líneas, probablemente uno de los objetos que incluyas en la bolsa que preparas para estos días sea un libro.

Y en ese entorno no siempre apetecen libros densos y con los que hay que concentrarse para no perderse nada de la trama, ¿verdad? Apetece algo más ligero, que se pueda dejar y retomar un rato después, tras habernos refrescado un poco. Pues bien, creo que el libro que traemos hoy cumple todos los requisitos para acompañar a las gafas de sol y la toalla en la bolsa que lleves a la playa o similar. Porque “La librería encantada” es un libro entretenido, y al que es fácil coger cariño. Siento haber empezado la reseña por lo que debía de ser el final, pero creo que es el candidato perfecto para lo que estaba explicando.

 

También tengo que puntualizar que “La librería encantada” es la continuación de otro libro (“La librería ambulante”) aunque creo también que se pueden leer de manera independiente. Si en el primero la trama se desarrollaba en los albores de la que sería conocida como Primera Guerra Mundial, la que traemos a estas líneas se desarrolla inmediatamente después del final de la misma, todavía con las conversaciones “de paz” pendientes de ser tramitadas, y que se convertirían en unas restrictivas condiciones que todos sabemos cómo acabaron.

 

Hellen McGill y Roger Mifflin desarrollaron sus aventuras en el mundo rural en “La librería ambulante” y, años después, en “La librería encantada”, regentan una librería de segunda mano en el barrio de Brooklyn, en la pujante y efervescente Nueva York, en medio de una expansión que no cesaría durante todo el siglo pasado. La pasión que ambos sienten por los libros se ve ampliamente recompensada entre los estantes de la poco conocida librería, y las reuniones que celebran cíclicamente con otros libreros y amantes de los libros suponen otro aliciente a una vida que no habían llegado ni a soñar.

En una de esas reuniones uno de los asistentes, el señor Chapman, el adinerado dueño de una empresa dedicada a la comercialización de cerezas con su apellido como nombre comercial, ofrece a Roger algo que, conociéndolo, le va a encantar desarrollar: se trata de recibir durante un tiempo a su (rica y conocida heredera) joven hija Titania para que aprenda, por un lado, a ganarse su propio sustento (un sustento que abonará por partida doble su padre) y por otro que adquiera la herencia que todo amante de los libros desea para sus hijos: el propio amor por la literatura, por la lectura.

 

Hellen y Roger forman una pareja encantadora y su pasión por la lectura no puede ser más que compartida por nosotros. Además, los ingredientes usados en la primera de las aventuras que Christopher Morley diseñó para ellos también los tiene la continuación: un humor sorprendente y con un gusto exquisito además de unas aventuras interesantes y divertidas entre cientos de referencias literarias que no se pueden pasar por alto. Creo que la inclusión de los personajes adicionales es un acierto de un escritor que, paradójicamente, sigue sorprendiendo un siglo después de sus publicaciones pero que parece que (al menos en nuestro país) no tiene el reconocimiento que se ganó con sus libros. Afortunadamente la editorial Periférica (suele tener buen gusto al elegir) decidió rescatar unas aventuras que harán amenas tus tardes de verano, o de cualquier otra época del año.