domingo, 10 de abril de 2022

"Ceniza en la boca", de Brenda Navarro

 

Diego es un adolescente. Hace ya años que su madre, en busca de una prosperidad que parece empeñada en esquivarla, emprendió un viaje mucho más largo de lo que pensaba en un principio. Con ese viaje dejó atrás a Diego y también a su hermana, unos años mayor que él. Desde ese momento la hermana pierde su infancia y su adolescencia y pasa a ser el único apoyo de Diego en México, el lugar donde nacieron y en el que piensan vivir, alojados en la casa de sus abuelos.

 

A miles de kilómetros y con un océano entre ellos se encuentra su madre, que va aplazando de una forma exasperante una y otra vez su regreso, aunque sea en forma de visita, hasta que llega el momento en el que Diego y su hermana (o su hermana en solitario) tienen que decidir qué van a hacer con su futuro, qué lugar va a ser su hogar: México, Estados Unidos, Madrid… Madrid es el lugar en el que vive su madre, y será el lugar que eligen para cumplir el sueño de ser lo que quieren ser, de vivir de lo que quieren vivir, de tener el futuro que merecen.

 

Sin embargo ese futuro se quiebra en una acera: en el suelo que se encuentra próximo a la ventana del quinto piso de un edificio en el Barrio del Pilar de Madrid desde la que Diego decidió saltar. Diego se suicidó (Diego García es su acertado nombre, coincidente con una remota isla nombrada en una de las canciones referidas en la novela), y su hermana necesita saber la razón, los motivos por los que decidió convertir su futuro en un periplo de tan solo seis segundos. No temas. En el primer párrafo encuentras lo que te estoy contando.

 

No sé si conoces a la escritora Brenda Navarro, y dependiendo de tu respuesta a esa pregunta te voy a proponer dos sugerencias. Si la respuesta es negativa, si no has leído nada de Brenda Navarro, te sugiero que tomes aire y te sumerjas en una de sus (dos ya) novelas publicadas. Pero, por favor, hazlo sin leer nada más. De verdad, vale la pena hacerlo de esa manera. Simplemente saca tus propias conclusiones de lo que leas. Luego, una vez acabada una de sus novelas, sigue leyendo (si has llegado hasta aquí y te apetece, claro) estas líneas.

 

En caso de que tu respuesta sea positiva, creo que estarás de acuerdo conmigo en que de la lectura de alguna de las obras de esta autora mexicana no se sale indemne. Y yo, personalmente, adoro el daño que consigue infligir con sus párrafos. ¿Por qué? Porque siempre viene acompañado de una inteligente reflexión (un puñado de ellas) que me hace pensar que es una autora que viene para quedarse, que será recordada dentro de muchos años.

 

No sé si lo sabes, pero “Ceniza en la boca” es la segunda obra de Brenda Navarro. Me voy a abstener de opinar aquí, en estas líneas, de la primera (se titula “Casas vacías” y puedes encontrar la reseña en esta misma página) ya que así quise leerla: como si fuese la primera obra de otra autora, intentando dejar a un lado las sensaciones que me provocó la anterior. Y creo, de nuevo, que es la forma correcta de tomarla. ¿Y qué me encontré al leer “Ceniza en la boca”?

 

Una lectura desgarradora. Una lectura brillante. Unos mimbres literarios dignos de mencionar. Una capacidad de herir con palabras difícil de conseguir. Hay múltiples maneras de escribir un libro, casi tantas como autores hay: algunos buscan entretenimiento, algunos buscan rememorar lo conocido, algunos buscan hacer preguntas sin respuestas y algunos buscan responder a preguntas que no nos hemos hecho todavía. 


Sin embargo creo (no sé si estarás de acuerdo conmigo) que hay algunas características (algunas no sabría expresarlas) que convierten un libro (no todos lo son) en Literatura. Una de ellas es que el autor da por sentado que el lector es una persona adulta y no duda de su inteligencia, ni intenta darle mascado cada pensamiento. Brenda Navarro escribe así. Para el lector reflexivo que no (o no siempre, que hay momentos para todo) busca tan solo entretenimiento sino algo más.

 

Y acompaña a esa forma de expresarse con una “concentración” de palabras, o frases concentradas en las que dice mucho más que cuatro o cinco palabras. Me voy a permitir poner un ejemplo y recordar lo que sentí al leer algo así como “le pedí que me buscase un taxi de confianza”. ¿No te parece brutal? ¿No cuenta una historia por sí misma esa frase? En esa frase Navarro concentra lo que otros hubiesen expresado en uno o dos capítulos. Creo que es una virtud considerable.

 

También he de advertir que es posible (o casi seguro) que te sientas incómodo con lo que leas. Porque lo que vas a leer te afecta directamente, te encuentres en el lugar del mundo en el que te encuentres. Si, como yo, vives en España, vas a ver con claridad cómo las grietas cada vez más grandes de los cimientos de nuestra sociedad (y que amenazan ya con derrumbe) no son reparadas sino que las tapamos simplemente con carteles de partidos políticos, sean de color que sean, con tal de esconder el problema.

 

Diego, dependiendo del partido político que lo mencione, sería a ojos de los políticos o bien un verdugo al que combatir o bien una víctima (y aquí viene lo incómodo de oír) a la que utilizar no para solucionar el problema, sino más bien para magnificarlo y sacar rédito de él. Así que es descorazonadora para Diego una y otra postura. Y debería serlo para todos nosotros, ¿no?

 

Como te decía, es una lectura dura, amarga, políticamente incorrecta (también para tu opción política) que nos pone ante un espejo en el que, al contrario que en las Apps que usamos hoy día, funciona como un eliminador de filtros y ante el que nos vemos un poco menos favorecidos, más cercanos a la realidad. Tal vez salgas con algunos rasguños una vez acabado del libro. Creo que aunque es difícil es necesario. Y necesario es también, creo, que leas a Brenda Navarro. Ya no es una sorpresa, ni una promesa. Es una magnífica realidad.


P.D.: El ejemplar que tengo, dedicado por la brillante autora, será guardado como lo que es: un tesoro.