Diego es un
adolescente. Hace ya años que su madre, en busca de una prosperidad que parece
empeñada en esquivarla, emprendió un viaje mucho más largo de lo que pensaba en
un principio. Con ese viaje dejó atrás a Diego y también a su hermana, unos
años mayor que él. Desde ese momento la hermana pierde su infancia y su
adolescencia y pasa a ser el único apoyo de Diego en México, el lugar donde
nacieron y en el que piensan vivir, alojados en la casa de sus abuelos.
A miles de
kilómetros y con un océano entre ellos se encuentra su madre, que va aplazando de una forma exasperante una y otra vez su regreso, aunque sea en forma de visita, hasta que llega el
momento en el que Diego y su hermana (o su hermana en solitario) tienen que
decidir qué van a hacer con su futuro, qué lugar va a ser su hogar: México,
Estados Unidos, Madrid… Madrid es el lugar en el que vive su madre, y será el
lugar que eligen para cumplir el sueño de ser lo que quieren ser, de vivir de
lo que quieren vivir, de tener el futuro que merecen.
No sé si conoces a
la escritora Brenda Navarro, y dependiendo de tu respuesta a esa pregunta te
voy a proponer dos sugerencias. Si la respuesta es negativa, si no has leído
nada de Brenda Navarro, te sugiero que tomes aire y te sumerjas en una de sus
(dos ya) novelas publicadas. Pero, por favor, hazlo sin leer nada más. De
verdad, vale la pena hacerlo de esa manera. Simplemente saca tus propias
conclusiones de lo que leas. Luego, una vez acabada una de sus novelas, sigue
leyendo (si has llegado hasta aquí y te apetece, claro) estas líneas.
En caso de que tu
respuesta sea positiva, creo que estarás de acuerdo conmigo en que de la lectura
de alguna de las obras de esta autora mexicana no se sale indemne. Y yo,
personalmente, adoro el daño que consigue infligir con sus párrafos. ¿Por qué?
Porque siempre viene acompañado de una inteligente reflexión (un puñado de
ellas) que me hace pensar que es una autora que viene para quedarse, que será
recordada dentro de muchos años.
Una lectura desgarradora. Una lectura brillante. Unos mimbres literarios dignos de mencionar. Una capacidad de herir con palabras difícil de conseguir. Hay múltiples maneras de escribir un libro, casi tantas como autores hay: algunos buscan entretenimiento, algunos buscan rememorar lo conocido, algunos buscan hacer preguntas sin respuestas y algunos buscan responder a preguntas que no nos hemos hecho todavía.
Sin embargo creo (no sé si estarás de acuerdo conmigo)
que hay algunas características (algunas no sabría expresarlas) que convierten
un libro (no todos lo son) en Literatura. Una de ellas es que el autor da por
sentado que el lector es una persona adulta y no duda de su inteligencia, ni
intenta darle mascado cada pensamiento. Brenda Navarro escribe así. Para el
lector reflexivo que no (o no siempre, que hay momentos para todo) busca tan solo entretenimiento sino algo
más.
También he de
advertir que es posible (o casi seguro) que te sientas incómodo con lo que
leas. Porque lo que vas a leer te afecta directamente, te encuentres en el
lugar del mundo en el que te encuentres. Si, como yo, vives en España, vas a
ver con claridad cómo las grietas cada vez más grandes de los cimientos de nuestra
sociedad (y que amenazan ya con derrumbe) no son reparadas sino que las tapamos
simplemente con carteles de partidos políticos, sean de color que sean, con tal
de esconder el problema.
Como te decía, es
una lectura dura, amarga, políticamente incorrecta (también para tu opción
política) que nos pone ante un espejo en el que, al contrario que en las Apps
que usamos hoy día, funciona como un eliminador de filtros y ante el que nos vemos
un poco menos favorecidos, más cercanos a la realidad. Tal vez salgas con
algunos rasguños una vez acabado del libro. Creo que aunque es difícil es necesario.
Y necesario es también, creo, que leas a Brenda Navarro. Ya no es una sorpresa, ni una promesa. Es una magnífica realidad.
P.D.: El ejemplar que tengo, dedicado por la brillante autora, será guardado como lo que es: un tesoro.