Además, también
realizó durante gran parte de su vida labores de docencia. Su empeño en la
lucha contra las injusticias sociales a través de ensayos, artículos
periodísticos y programas radiofónicos, le granjeó una buena cosecha de
enemistades. En su país y en su época, esas enemistades eran muy peligrosas,
como ya pudimos comprobar a través de nuestros noticiarios. Además, en la
última etapa de su vida decidió dedicarse a la política activa, a sabiendas de
que colocar su rostro y su nombre en un cartel de candidato a la alcaldía de
Medellín venía siendo equivalente a colocarlo en una diana. A pesar de ello,
por sus profundas convicciones, todas y cada una de las cosas enumeradas las
realizó con la mayor pasión de la que pudo echar mano.
Como el autor de la
biografía novelada que supone “El olvido que seremos” señala, seguramente el
hecho de estar en medio de esas dos ideologías tan radicalizadas lo colocase en
el exiguo espacio de los que tienen razón y siguen verdaderamente sus
convicciones y no los mandatos de sus colectivos. Esa terca defensa de sus ideas lo llevaron
a lo que parecía inevitable: Héctor Abad Gómez fue asesinado en plena calle,
tiroteado por un par de sicarios; un final similar al de miles de personas,
cuyos nombres se pierden en la memoria. Que son olvido.
Sin embargo, desde
las primeras páginas “El olvido que seremos” no supuso para mí un libro
aburrido, ni una lectura convencional o destinada para pasar el rato. No. Es,
para mí, mucho más. Los valores que, descritos por su hijo, poseía Héctor Abad
lo colocan como uno de los más admirables personajes de la Literatura, sea o no
sea esa imagen cercana a la realidad (yo quiero y necesito creer que sí).
Además, el AMOR con el que habla su hijo es descomunal y desgarrador, un amor heredado de un
padre que lo usaba cada día de su vida, ya fuese con su familia, con amigos, o
con desconocidos que necesitaban de él de alguna u otra manera. Un amor inolvidable y que debería estar en nuestras vidas en
mucha mayor cantidad.
Además, he de decir
que me sentí grata y sorpresivamente identificado en muchos momentos con la forma de
pensar no del padre (ya me gustaría) sino del hijo. De acuerdo con decenas de
pensamientos expresados de una manera bella y eficiente, que, creo, merecen la
pena ser leídos aunque sea tan solo para abrir un poco nuestra mente, algo que parece imprescindible en estos tiempos. “El olvido que seremos” es posible
que no sea literariamente una gran obra. Pero no me voy a privar de decir que la forma en la que está escrito (desde un lugar donde el alma se desgarra) me regaló una lectura muy emotiva y emocional que desde las primeras líneas se ganó
un hueco en mi corazón. Ahí guardaré el recuerdo tanto de un padre
inolvidable (el que muchos querríamos ser) como de un hijo al que merece la
pena leer.