Bardo: su
significado literal en el budismo se puede traducir como “estado intermedio” o
también como “estado de transición”. Se refiere a un estado entre diferentes
vidas. He de reconocer que no sabía de este término, ni de su connotación
religiosa. Así que “Lincoln en el bardo” era un título que siempre me
descolocó, con el que no podía imaginar el contenido o el argumento de la
historia.
Pues bien, una vez
aclarado este punto, podemos construir mentalmente un pequeño resumen de lo que
podemos leer en las páginas de este libro: Abraham Lincoln, el presidente
estadounidense (es posible que) con mayor prestigio que lideró el bando del
Norte en la Guerra de Secesión de dicho país, y que con su victoria logró,
entre otras cosas, la hazaña de acabar
con la esclavitud en tan importante extensión de tierra. En el bardo.
Por un lado algunas
personas vieron como inadecuada la recepción en medio de una cruenta, cruel y
sangrienta guerra como la que estaba sufriendo un país partido en dos que no
era capaz ni de enterrar a sus muertos. Además, durante la celebración (en el
piso de arriba) uno de los hijos del matrimonio Lincoln se debatía entre
fuertes dolores con una fiebre que, en la época (el año 1862), tenía un
pronóstico mucho menos esperanzador de lo que hubiese tenido en caso de
sufrirla hoy día. Éste fue el segundo punto de crítica y, seguramente, el que
más afectó al presidente por tratarse de un asunto tan personal.
Y es que he de
decir que no recomiendo a nadie leer este libro. ¿Sorprendente? Deja que lo
intente explicar. Es un libro difícil de leer. Su esquema es desigual. Complicado.
Extraño. El autor tiene la intención, durante la narración, de ir quitándonos
de una trama (me voy a permitir decir extirpándonos de la misma) y llevarnos en
el siguiente capítulo a un tono totalmente diferente. Y ese tono, la persona
que nos habla, está formado por decenas de voces, tantas que quizás llegue al
centenar.
Además de esas
decenas de variopintas voces, y es ésta la parte en mi opinión más
característica de la obra, se vale de recortes de noticias, de libros de la
época e incluso de párrafos que, al parecer, son inventados para nutrir la
narración. Esos aperitivos históricos pueden resultar reiterativos para un
lector poco predispuesto. Pero al mismo tiempo tienen la capacidad de anclarnos
a la época y a una realidad que juega con la intensa y particular fantasía que
nos trae George Saunders, un autor que se decidió a intentar su primera novela a una edad tardía después de muchos años de experiencia en los relatos cortos.
Todos estos puntos
que he señalado parecen invitaciones a no leer el libro. Y tal vez lo sean.
Seguramente la mayoría (o una buena parte) de los lectores que, a pesar de las
señales de que no se trata de una lectura sencilla (ni mucho menos
convencional), se decidan a iniciarse en la lectura, acaben por abandonarla.
Porque, no nos engañemos, “Lincoln en el bardo” es uno de esos libros que no
tienen término medio: o te apasionan o te decepcionan.
Así que, si sumamos
a esa documentación la visión desenfadada y muy particular del bardo que centra
la narración, tenemos una balanza de fantasía, datos, y humanidad (el
presidente es un hombre que pierde a uno de sus hijos, sin más) difícil de
olvidar. La estructura es novedosa e impactante. Y eso es mucho decir en el
siglo XXI. Que un autor sorprenda con algo nuevo y original dice mucho de él.
Para mí es un libro a tener en cuenta y que merece (ya sé que los premios son
algo que no dice nada) los galardones que ha recibido, así como las fervientes
recomendaciones que suele llevar consigo. Pero, recuerda, es un libro que yo no
recomiendo a nadie. Porque recomendar suele ser asimilado como una garantía de
que nos va a gustar. Y no es así. O te gusta o te disgusta. Sin término medio.
Pero, si consigues conectar con el maravilloso trabajo del autor, disfrutarás
de una obra inolvidable. Y, si he de resaltar algo, me quedo con la profunda y emotiva carga humana que trae el libro consigo. Nada recomendable... y apasionante.