sábado, 29 de mayo de 2021

"Lincoln en el bardo", de George Saunders

 

Bardo: su significado literal en el budismo se puede traducir como “estado intermedio” o también como “estado de transición”. Se refiere a un estado entre diferentes vidas. He de reconocer que no sabía de este término, ni de su connotación religiosa. Así que “Lincoln en el bardo” era un título que siempre me descolocó, con el que no podía imaginar el contenido o el argumento de la historia.

 

Pues bien, una vez aclarado este punto, podemos construir mentalmente un pequeño resumen de lo que podemos leer en las páginas de este libro: Abraham Lincoln, el presidente estadounidense (es posible que) con mayor prestigio que lideró el bando del Norte en la Guerra de Secesión de dicho país, y que con su victoria logró, entre otras cosas,  la hazaña de acabar con la esclavitud en tan importante extensión de tierra. En el bardo.

 

Para situarnos en el tiempo hemos de fijar como inicio de la narración un momento concreto: el presidente Lincoln ofrece, bajo la dedicada y eficaz batuta de su esposa Mary, una importante recepción presidencial. Dicha fiesta, además de suponer un hito en las celebraciones, ya que se llevaron a la mesa los más deliciosos manjares, tuvo dos puntos por los que recibió un importante número de críticas.

 

Por un lado algunas personas vieron como inadecuada la recepción en medio de una cruenta, cruel y sangrienta guerra como la que estaba sufriendo un país partido en dos que no era capaz ni de enterrar a sus muertos. Además, durante la celebración (en el piso de arriba) uno de los hijos del matrimonio Lincoln se debatía entre fuertes dolores con una fiebre que, en la época (el año 1862), tenía un pronóstico mucho menos esperanzador de lo que hubiese tenido en caso de sufrirla hoy día. Éste fue el segundo punto de crítica y, seguramente, el que más afectó al presidente por tratarse de un asunto tan personal.

 

Al comenzar esta reseña me debatí entre dar un buen número de datos a la hora de desgranar el argumento (sé que no es aconsejable pero, realmente, la trama se puede resumir en un par de líneas) o dejar que, como yo, el lector que decida adentrarse en la novela lo vaya descubriendo por sí mismo. De un modo bastante conservador me decidí por esta última opción, así que no diré nada más sobre la trama. Y ahora comienzo la parte complicada de la reseña…

 

Y es que he de decir que no recomiendo a nadie leer este libro. ¿Sorprendente? Deja que lo intente explicar. Es un libro difícil de leer. Su esquema es desigual. Complicado. Extraño. El autor tiene la intención, durante la narración, de ir quitándonos de una trama (me voy a permitir decir extirpándonos de la misma) y llevarnos en el siguiente capítulo a un tono totalmente diferente. Y ese tono, la persona que nos habla, está formado por decenas de voces, tantas que quizás llegue al centenar.

 

Además de esas decenas de variopintas voces, y es ésta la parte en mi opinión más característica de la obra, se vale de recortes de noticias, de libros de la época e incluso de párrafos que, al parecer, son inventados para nutrir la narración. Esos aperitivos históricos pueden resultar reiterativos para un lector poco predispuesto. Pero al mismo tiempo tienen la capacidad de anclarnos a la época y a una realidad que juega con la intensa y particular fantasía que nos trae George Saunders, un autor que se decidió a intentar su primera novela a una edad tardía después de muchos años de experiencia en los relatos cortos.

 

Todos estos puntos que he señalado parecen invitaciones a no leer el libro. Y tal vez lo sean. Seguramente la mayoría (o una buena parte) de los lectores que, a pesar de las señales de que no se trata de una lectura sencilla (ni mucho menos convencional), se decidan a iniciarse en la lectura, acaben por abandonarla. Porque, no nos engañemos, “Lincoln en el bardo” es uno de esos libros que no tienen término medio: o te apasionan o te decepcionan.

 

¿Y cuál crees que es el efecto que produjo en mí? Pues, sinceramente, si me hubiese decepcionado no hubiese hecho el esfuerzo de escribir una reseña. Para mí la lectura ha sido excelente. El (sospecho que titánico) esfuerzo del escritor por documentarse y elegir entre esa documentación de forma exquisita las dosis que nos regala crearon un efecto hipnótico en mi lectura: cómo olvidar esos capítulos en los que, según las crónicas de la época, se describe la luna de la noche de la recepción presidencial y las diferencias entre las descripciones: solo había una luna, pero fue descrita como nueva, llena, ocre, blanca, brillante, oculta tras las nubes… ¿Y los ojos del presidente? Al parecer tenían tantas tonalidades como personas intentaban describirlos.

 

Así que, si sumamos a esa documentación la visión desenfadada y muy particular del bardo que centra la narración, tenemos una balanza de fantasía, datos, y humanidad (el presidente es un hombre que pierde a uno de sus hijos, sin más) difícil de olvidar. La estructura es novedosa e impactante. Y eso es mucho decir en el siglo XXI. Que un autor sorprenda con algo nuevo y original dice mucho de él. Para mí es un libro a tener en cuenta y que merece (ya sé que los premios son algo que no dice nada) los galardones que ha recibido, así como las fervientes recomendaciones que suele llevar consigo. Pero, recuerda, es un libro que yo no recomiendo a nadie. Porque recomendar suele ser asimilado como una garantía de que nos va a gustar. Y no es así. O te gusta o te disgusta. Sin término medio. Pero, si consigues conectar con el maravilloso trabajo del autor, disfrutarás de una obra inolvidable. Y, si he de resaltar algo, me quedo con la profunda y emotiva carga humana que trae el libro consigo. Nada recomendable... y apasionante.