
Además, el insomnio ocupa sus días y sus noches, lo que le da pie a dar rienda suelta a su imaginación y escribir algunas historias con mayor o menor éxito. La sosegada vida que lleva en casa de su hija le da también para tener valiosas conversaciones con su nieta en las que de algún modo (y con la inestimable ayuda de Katya) pone orden a su pasado, a las vivencias que arrastra consigo; leyendo esas charlas veremos los claroscuros de una persona resumiendo su vida. Esa compañía y esas conversaciones entre abuelo y nieta les sirven a ambos para ir cerrando unas cicatrices (cada uno las suyas) que amenazan con hacerse mucho más profundas de lo aconsejable.