Tara nace en el seno de una familia que sigue con rigurosidad los preceptos de la religión mormona, en un paraje aislado de las montañas de Idaho. La familia se sustenta sobre la figura paterna, un padre que está convencido de que el Apocalipsis acecha a la vuelta de la esquina. Así, prepara a su familia para lo peor en cada uno de los días de su vida.
Además (siento no conocer las bases de dicha religión, y por lo tanto no saber si es característica propia o extendida) el padre desconfía principalmente de todo lo que tenga que ver con el gobierno, viendo por ejemplo el sistema de sanidad como un peligro en el que se inocula veneno a los ciudadanos para que formen parte del obediente rebaño. Dicha creencia hace que ninguno de los miembros de la familia de Tara acuda jamás al médico u hospital, ya que sería una traición a sus creencias.
Del mismo modo, las escuelas y colegios son vistos como la principal arma del gobierno para lavar los cerebros de sus súbditos. Por lo tanto, dichas instituciones son terreno vedado tanto para Tara como para todos sus hermanos. Seguramente supondrás que la educación de esta familia se basa en un estricto estudio casero (en mi mente estaba una especie de escuela en el salón de casa) pero nada más lejos de la verdad. La cruda realidad es que la educación de Tara es inexistente, al igual que la de sus hermanos.
A cambio ayudan en las labores familiares, que incluyen el trabajo en un desguace gestionado por el padre, además de la construcción de algunos graneros en las granjas cercanas. La madre, por su parte, decide dedicarse a la profesión de comadrona para así asistir a embarazadas y parturientas que no quieren pisar, como ellos, ningún recinto médico.
En base a lo escrito seguramente supongas que estamos ante un argumento un poco exagerado, llevado al extremo. Pero realmente estamos ante las memorias noveladas de Tara Westover, que nos introduce en la revisión de sus diarios y, con ello, nos lleva a una sociedad muy peculiar y a los entresijos de una vida familiar de lo más compleja y, hay que decirlo, muy negativa.
Desde la visión de adulta vemos cómo crece entre una exuberante naturaleza, y sin más compañía que la de su propia familia. Sin acceso a nada más que un mundo en el que han de prepararse para, en cualquier momento, tener que sobrevivir tras el apocalipsis anunciado. El complejo proceso de evolución personal de la protagonista nos es desguazado sin medias tintas, y de una forma muy cruda.
Creo que “Una educación” es un acierto tanto en la forma de escribir como en el concepto en sí mismo. Una narración de peripecias y una lección de aprendizaje de la vida que merece la pena ser leído. Con los mimbres que hemos presentado seguramente supondrás que Tara es una anciana que se remonta a una infancia muy remota en un tiempo que recordamos en blanco y negro. Pero, tal y como me pasó a mí, si es así te verás sorprendido al descubrir que el mundo de Tara es un mundo actual, aunque muy lejano al que, seguramente, vives a diario.
Esa contemporaneidad hace que la lectura sea más cercana, y las descarnadas preguntas que nos plantea Tara son también más realistas y seguramente cada lector tendremos para ellas una respuesta diferente. Creo que es un libro recomendable, y las mencionadas preguntas que pone sobre la mesa la autora y protagonista merecen ser planteadas y desarrolladas para seguir con nuestro proceso de educación, que no puede ni debe tener final. Además, Tara Westover es una autora que se ha ganado el derecho con "Una educación" a ser tenida en cuenta para futuras publicaciones.