Max Einsestein y Martin Schulse
son dos entrañables amigos que además son socios en una próspera galería de
arte en California, Estados Unidos. Martin es de origen alemán, y en 1932
siente que ha llegado el momento de regresar a su patria, así que se muda con
toda su familia a Munich y deja el negocio en manos de su mejor amigo y su
hermano del alma.
En ese punto nos encontramos al
inicio del libro, que comienza con la primera carta que Max envía al feliz y
pletórico Martin. A través del intercambio epistolar que la autora ideó nos
enteramos de aspectos de su relación profesional y, además, de su relación
privada. También vemos cómo aumenta la preocupación por una situación política
en ebullición en la Alemania de los años 30, con la llegada al poder de Adolf
Hitler y cómo la nueva política cambia la sociedad alemana desde sus cimientos.
En los primeros meses (en nuestro libro son
las primeras cartas) vemos cómo va naciendo una esperanza de progreso y
prosperidad a la que se agarra la mayoría de la población tras la gravísima
situación vivida en el país germano desde el final de la Primera Guerra Mundial.
De hecho, en esos tiempos Martin se siente afortunado y también piensa que ha iniciado un camino ascendente que lo llevará a
las más altas cotas de la sociedad germana. Sin embargo, todos conocemos de qué
manera fue aprovechado ese nuevo sentimiento para que se cometan las
atrocidades que nos han sido narradas en multitud de ocasiones.
Este libro fue publicado antes de
que comenzase la Segunda Guerra Mundial, en una sociedad (la estadounidense)
que observaba con preocupación pero al mismo tiempo con preocupante inacción la
peligrosa situación que se estaba generando en el viejo continente. Salió a la
luz inicialmente entre las páginas de la revista “Story”; sin embargo, el tremendo éxito que obtuvo lo
llevó a ser publicado en exclusiva con unas ventas muy a tener en cuenta. Con esa
publicación se mostró sin tapujos el peligro que realmente suponía para el
mundo el auge que el régimen nazi estaba viviendo.
Katherine Kresmman Taylor (su
editor le aconsejó no incluir su nombre de pila, Katherine, pues tendría más
aceptación el libro si provenía de la pluma de un hombre) escribió una novela
magnífica. Una novela brillante. Una novela imprescindible. Como pasa en tantas
situaciones, hay pequeñas joyas que están esperando a ser descubiertas, que
generación tras generación descubrimos como si fuesen un tesoro que nos brinda
la casualidad. “Paradero desconocido” es uno de esos descubrimientos con los
que me siento dichoso y en cierto modo lamento que la de ayer no haya sido una
relectura. (¿Te interesa consultar curiosidades sobre seudónimos de autores?)
Es curioso cómo algunos libros
avanzan o retroceden en nuestra lista de lecturas pendientes. En este caso,
tras haber escrito unas líneas sobre novela epistolar (puedes consultar la entrada sobre "Epístolas" aquí), recibí varias fervorosas
recomendaciones sobre este libro (desde aquí agradezco esas recomendaciones), y
una vez leído, no puedo más que sumarme a las personas que lo han disfrutado, y
ser uno más de los que recomiendan su lectura.
Además, tengo de mi lado el
hecho de que es una lectura corta (puedo afirmar sin temor a equivocarme que
escribir esta reseña me ha ocupado más tiempo que leer el libro), así que si
alguien decide animarse a leerlo, a ciencia cierta no sentirá que ha perdido su
tiempo. Del mismo modo se demuestra una vez más con autores como la que nos ha regalado esta maravilla que una excelente historia puede
ser narrada en unas pocas páginas.