
En pocas líneas nos enteramos de
la verdadera naturaleza de la desaparición: la hasta entonces socialmente
correcta Henriette se ha fugado con un joven francés alojado en la misma
pensión al que conoció el día anterior, y por el que decidió abandonarlo todo. El ultrajado marido recibe la carta de despedida de su esposa de mano una de las trabajadoras. A
partir de ese momento se produce un juicio social en la pensión, en la que
todos los huéspedes excepto uno expresan
su descontento con el comportamiento de la mujer. Precisamente el único
defensor de que la mujer haya decidido sucumbir a sus sentimientos eligiendo la
pasión a una vida de contención y sufrimiento es nuestro cabal narrador.