El
acto de liberar un libro consiste en depositarlo en un sitio en el que pueda
ser localizado con facilidad por un futuro nuevo y desconocido lector. El
altruista gesto suele proporcionar a la persona que lo libera una buena dosis
de satisfacción, emoción por lo desconocido e incertidumbre por el futuro de su
libro.
Esta
costumbre está adquiriendo mayor relevancia con el paso de los años, dando una
nueva utilidad a un libro que probablemente estaba olvidado en una estantería y
al que se le sacará provecho y, quién sabe, podrá ayudar a alguien que tiene
dormido el hábito de leer a recuperarlo.
El
origen de este movimiento lo encontramos en marzo de 2001, cuando a Ron Hornbaker se le ocurrió
adaptar la costumbre de WheresGeorge.com (que se dedicaba a hacer un
seguimiento por todo EEUU de billetes), al mundo de los libros.
Unas
semanas de intenso trabajo dieron como resultado la página web
Bookcrossing.com, que es considerada el germen y el movimiento más
multitudinario en cuanto a la liberación de libros se refiere. La publicación
en marzo de 2002 de un artículo referido a Bookcrossing en la revista Book
supuso el espaldarazo que la llevó a convertirse en una especie de biblioteca
virtual con más de diez millones de libros en unas estanterías repartidas a lo
largo y ancho del planeta.
El
funcionamiento de Bookcrossing es bien sencillo: una vez registrado, puedes dar
de alta el libro que tienes intención de liberar; al darlo de alta, obtienes un
código (BCID) con el que podrás seguir el viaje que emprenderá tu libro. En el
interior del libro colocas una etiqueta con dicho código y las instrucciones
para conocer más detalles sobre él. En el exterior una etiqueta indicando que es un libro liberado.
Si,
por el contrario, eres el afortunado descubridor de un libro liberado, puedes utilizar el
mimo código BCID para localizarlo, conocer el origen del libro, y compartir tu
opinión sobre él. Una vez leído, puedes volver a liberarlo y que siga su
literario viaje.
Además
de Bookcrossing, surgieron en los últimos tiempos multitud de movimientos similares, tanto referidos a liberaciones individuales como a liberaciones masivas de libros, que suponen un
acicate para los millones de amantes de la literatura que se inician en esas prácticas. Estos
movimientos son vistos como una oportunidad de compartir entre todos opiniones sobre sus lecturas y, a
la vez, una buena forma de aumentar el número de libros al que se tiene acceso.
Por
mi parte, he de decir que acabo de liberar mi primer libro (“Crónica de una
muerte anunciada”, de Gabriel García Márquez), y ha sido una experiencia tan
satisfactoria que sin duda repetiré en numerosas ocasiones.
Quizás con todas estas iniciativas se consiga reducir a la mínima expresión o incluso erradicar la deplorable e inexplicable costumbre que existe de deshacerse de libros depositándolos directamente en el contenedor de reciclaje de papel.