miércoles, 13 de marzo de 2013

Yukio Mishima.


Nacido como Kimitake Hiraoka en 1925, y fallecido en 1970. Se trata del escritor japonés más conocido internacionalmente, y uno de las más brillantes plumas del siglo XX, y probablemente de la historia de la Literatura.

Hijo de Asuza Hiraoka, secretario del Ministerio de Pesca, y miembro de una acomodada familia. Sin embargo, pronto fue llevado a vivir con Natsuko, abuela de Kimitake, y descendiente de una familia relacionada con los samurai. Su abuela ejerció gran influencia en la formación de su carácter, pues el hacer honor  a sus raíces y su profundo convencimiento en el respeto de los ritos y tradiciones japonesas se convirtieron en una de las obsesiones del escritor. La obsesión por la muerte que demostró el autor a lo largo de su vida le fue inculcada por la misma persona. ("...inclinando mi corazón hacia la Muerte, la Noche y la Sangre...).


También la insistencia de Natsuko hizo que acudiese a una de las escuelas más importantes del país, la Escuela Peers, destinada en principio a alumnos de mayor nivel social. El paso por dicha escuela lo convirtió en un niño desdichado, solitario, que sufría el rechazo de sus compañeros, que lo apodaban "el pálido". Desde el principio se le consideró un niño prodigio, aunque ello también despertó de alguna manera el desprecio de alguno de sus profesores, que no dudaban en humillarlo y ponerle malas notas para "curar su desagradable precocidad"; no fue hasta los 12 años cuando empezó su idilio con la literatura, con la composición de sus primeros cuentos y relatos.

Sin embargo, los planes de su padre para que se convirtiese en un miembro destacado de la sociedad nipona, lo llevaron a prohibirle seguir escribiendo, orden que afortunadamente el joven Yukio decidió incumplir, escribiendo a escondidas todas las noches con la colaboración de su madre.

En plena adolescencia irrumpió la entrada en la Segunda Guerra Mundial por parte de su país, y con ello su llamada a filas. En el reconocimiento médico exageró los síntomas de un resfriado, diciendo que hacía meses que lo sufría, lo que llevó al examinador a excluirlo por posible tuberculosis. El hecho de no haber participado en la guerra para defender a su país le crearía un sentimiento de culpa que le acompañaría durante toda su vida…

Para complacer a su padre y en contra de su inicial intención de dedicarse a la escritura, comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Tokio, licenciándose en 1947 y obteniendo un puesto de funcionario en el Ministerio de Finanzas. Una vez constatado que no era su vocación, y convencido su padre, dimite de dicho cargo un año después para, esta vez sí,  iniciar su brillante carrera literaria. En el momento en que comunica su decisión a su padre, éste le dice:
- "...entonces tienes que prometerme ser el mejor novelista del país".
-"Lo seré.", contestó el autor.


Tras varias publicaciones, en 1948 consigue una gran repercusión al publicar “Confesiones de una máscara”,  novela con marcados tintes autobiográficos, protagonizada por un personaje influenciado por la presencia de su abuela, que le inculca esa fijación con la muerte, y que llegó a impactar por describir la atracción hacia personas del mismo sexo. El éxito de esta novela lo convierte en una celebridad y le permite realizar el sueño de dedicarse en exclusiva a su vocación.

 Tras ella, nos entregó varias obras memorables, como “El rumor del oleaje” (1956), (en este mismo blog hay publicada una reseña de esta obra), “El pabellón de oro” (1956), “El marino que perdió la gracia del mar” (1963) y la obra que se considera su mayor aportación a la literatura: la tetralogía de “El mar de la fertilidad” (1964-1970). La tetralogía se compone de “Nieve de primavera”, “Caballos desbocados”, “El templo del alba” y “La corrupción de un ángel”.

Como decíamos antes, Mishima era un hombre obsesionado por recuperar los valores tradicionales japoneses, en una defensa apasionada y utópica, en oposición al vacío espiritual y la decadencia moral que, en su opinión, había tomado la sociedad moderna.

Con un carácter muy intenso y decidido, llevó una vida que no dejó indiferente a nadie con sus derivas consideradas fascistas, con su rechazo a la constitución, rechazo a la democracia, a la clase política, al comunismo, al capitalismo…

Esa pasión y un narcisismo mal disimulado también lo llevaron a ejercer un obsesivo culto al cuerpo, moldeando su cuerpo con prácticas de artes marciales tradicionales y halterofilia durante los últimos 15 años de su vida.

En 1968 dichas convicciones le llevaron a crear la “Sociedad del escudo”, un grupo de vocación  militarista cuyos integrantes estaban convencidos de que su destino era el de actuar como escudo humano ante su figura más venerada, el emperador. Según la definición del propio Mishima, este grupo era un “ejército en situación de espera”, y “es verdad que somos un ejército desarmado y el más pequeño del mundo, pero no es menos cierto que somos el ejército más disciplinado y el más grande por su espíritu.”

El 25 de noviembre de 1970, Yukio Mishima, en compañía de otros cuatro miembros de este grupúsculo, asaltó un cuartel, y tomó el despacho del comandante del mismo. Desde el balcón del comandante, procedió a arengar a los soldados reclamando su eterna defensa de los valores tradicionales y reprochando el nuevo estatus de la sociedad de consumo, en la cual el valor principal es el material. Tras el previsible y, probablemente, premeditado fracaso de su discurso, y según las más rígidas costumbres que veneraba, procedió a realizar con meticulosidad y en base a una perfecta planificación el ritual del seppuku, mal llamado por nosotros harakiri, provocando su propia muerte con un corte en el vientre, y siendo decapitado posteriormente por un miembro de su organización.

Con una prosa bella, delicada y dotada de un gran lirismo, gracias a la cual produjo una obra literaria de una calidad inalcanzable, la figura de Mishima es imprescindible en el conocimiento de la cultura japonesa. Su búsqueda de respuestas a los interrogantes existenciales, mientras abordaba diferentes temáticas, logró que fuese nominado tres veces al premio Nobel de Literatura, un premio merecido a todas luces y que, probablemente, sus posiciones radicales evitaron que le fuese otorgado.

De la misma opinión era el también escritor Yasunari Kawabata, primer Premio Nobel de Literatura de nacionalidad japonesa, que manifestó: “No comprendo cómo me han dado el premio Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad solo cada dos o tres siglos. Tiene un don milagroso para las palabras”.

Un hombre con una existencia inolvidable, obsesionado con una muerte con dignidad y honra, para lo cual era imprescindible un cuerpo perfecto, que llevó esa obsesión hasta las últimas consecuencias, intentando promover la vuelta a las raíces culturales japonesas. Literato en multitud de facetas, actor, cineasta, bailarín, experto en artes marciales... En definitiva, una obra literaria memorable y una vida intensa y difícil de olvidar, que hacen honor a sus palabras:

 "Quiero que mi vida sea un poema".