Cuando leemos el término “best
seller” probablemente nos venga a todos a la mente algo similar: un libro
destinado a ser leído por miles o incluso millones de personas en un corto
período de tiempo sin más pretensiones que el entretenimiento, y el pasar páginas
de una forma adictiva. Además, tiene la capacidad de hacer que los lectores no
habituales retomen temporalmente el hábito de leer.
Sin embargo, esta connotación no
siempre fue la principal y más extendida. El concepto al que nos referimos fue
acuñado hace ya bastante tiempo, a finales del Siglo XIX. Por aquel entonces se refería exclusivamente al significado
literal de la expresión, es decir, “más vendidos” o “superventas”. Así que,
para considerar una publicación así solo habría que mirar cuántas ediciones se
habían editado de ese texto.
En la década de los 40 el diario
The New York Times decidió elaborar semanalmente una lista de los libros más
vendidos en las librerías del país norteamericano, y la llamó “The New York
Times Best Seller List”; pronto se hizo popular y un referente en cuanto a las
publicaciones a seguir (y lo sigue siendo) y se extendió e instauró
definitivamente el concepto de “Best seller” tal y como lo conocemos. Además,
desde entonces se toma prestado también el mismo concepto para señalar el éxito
en lo que se refiere otros productos, como pueden ser discos de música o
videojuegos.
Además de relacionar el concepto
que hoy visitamos con el entretenimiento más puro, también es posible que la
primera impresión que nos produzca un libro catalogado como “best seller” es la
de una acentuada carencia de calidad literaria, e incluso contrario a la misma.
¿Está ajustado a la realidad? Creo que hay suficientes ejemplos capaces de
echar por tierra esa teoría, que habiendo sido los más vendidos también son
libros que aportan mucho a la Literatura.
Aunque la de la calidad literaria
es una batalla en la que es difícil ponerse de acuerdo, intentaremos aportar
algún ejemplo de libro que ocupó los puestos más altos de las listas de ventas
y además se convirtió en un referente. El primer caso que vamos a recordar es
el de “El guardián entre el centeno”, de J.D. Salinger, que fue un éxito desde
bien pronto y que todavía, tantas décadas después de su lanzamiento, sigue
vendiendo a lo largo y ancho del mundo unos 250.000 ejemplares anuales.
Un caso similar es el del éxito
de Harper Lee “Matar un ruiseñor”, con el que la autora consiguió el Premio
Pulitzer de novela y se convirtió en un clásico inmediato, aportando un
personaje ejemplar para todas las personas como es el protagonista del libro,
Atticus Finch. Miles de institutos de todo el mundo lo tienen como una lectura
recomendada, aunque debería de ser recomendada para todos y cada uno de los
lectores.
Los ejemplos que acabamos de
visitar nos sirven como muestra para una de las variantes que podemos encontrar
en los conocidos como best seller: se trata del concepto de Longseller, ese
tipo de libros que diez años después de su lanzamiento siguen manteniendo un
alto nivel de ventas. Es difícil alcanzar ese estatus, ya que tan solo un
puñado de libros son capaces de vender unidades cada año en diferentes
ediciones y convivir con éxitos que se olvidan prácticamente en unos meses. Sin
embargo, son una apuesta segura para los libreros que deciden ponerlos en sus estanterías
y además suelen llegar a convertirse, en un porcentaje interesante, en clásicos
de la literatura.
Hay otro concepto más reciente y
es aquél en el que un best seller rompe con la mayoría de las cifras de ventas
en sus apariciones, y que habitualmente traen consigo secuelas que aprovechan
el tirón de su éxito: se trata del Megaseller, y si echamos la vista a los
últimos años podemos encontrarnos con la saga de Millenium, la incombustible
saga de libros creada por J. K. Rowling y su universo fantástico en el que
desarrolla su magia Harry Potter, o el tirón erótico que introdujo en el
mercado la saga iniciada con “Cincuenta sombras de Grey”.
Muchos de estos libros se
convierten en un éxito inesperado, ya que en sus primeras ediciones recibían
una acogida tibia que, ya sea por el boca a boca o (como en los últimos años)
por el efecto que tienen las redes sociales y que los aúpan prácticamente de
una semana a otra. A su lado, encontramos a autores que suponen un éxito
asegurado publiquen lo que publiquen, ya que hay cientos de miles de lectores
deseando leerlo en cuanto salen a la venta. Dan Brown, Ken Follet, Stephen King
y otros muchos escritores salvan las cuentas de sus editoriales por mucho
tiempo en cuanto se deciden a publicar.
En un mundo tan dedicado a los
mercados como el que vivimos tiene mucha influencia la forma en la que nos
llegan las cosas. Así, la editorial que pretende que uno de sus libros se
convierta en best seller ha de seguir unas pautas concretas, independientemente
de que tenga éxito su estrategia o no. El propio hecho de leer en la portada de
un libro el término del que hablamos lleva a muchos lectores a hacerse una idea
de que será un libro sin complicaciones, del que se olvidará probablemente en
cuanto lo acabe de leer y, tal vez, sea lo que busca en esos momentos. Hay otro
tipo de estrategias que tienen un éxito inmediato, y que convierten a algunos
libros en el siguiente término que vamos a visitar: un fast seller.
Por poner un ejemplo, hay
personajes públicos con un poder de atracción extraordinario (de nuevo volvemos
a las redes sociales y hay personas que tienen cientos de millones de
seguidores); en este ejemplo voy a imaginar que uno de los deportistas más
famosos y con mayor número de seguidores
publica una fotografía en su estupenda y perfecta vivienda sentado en una
butaca maravillosa, con un libro entre sus manos. Es más que probable que, de
leerse con claridad dicho título, en los siguientes días desaparezca con
rapidez de las estanterías de muchas librerías. Creo que es un ejemplo perfecto
para definir el fenómeno de fast seller.
Como podemos suponer, un libro
puede ser etiquetado como varias de las definiciones (anglosajonas todas hasta
el momento) que estamos visitando. Así, un libro de Ken Follet puede ser un best
seller, un fast seller, un long seller, un megaseller e incluso crear vocablos
nuevos para definirlo.
En un término que, hoy en día,
tiene el prestigio muy limitado, podríamos englobar como best seller a autores
como Miguel de Cervantes, Shakespeare, Dumas, García Márquez, Verne… y ver en
una lista conjunta libros tan dispares
como lo son “El principito”, “El padrino”, “El hobbit”, “Love story” o “El
código Da Vinci”. Como vemos, un concepto mucho más heterogéneo de lo que
presumimos a simple vista.
En cuanto a qué se necesita,
hablando de cifras, para que un libro sea considerado un best seller, las
cifras son tan variantes que sería absurdo centrarse en tan solo una. De hecho,
dependiendo del país del que hablemos las cifras varían de una forma asombrosa.
Por poner algún ejemplo diremos que “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha” vendió en toda la historia unos 500 millones de ejemplares, y “Harry
Potter y la piedra filosofal” vendió unos 120 millones de copias en tan solo
veinte años. También hemos de tener en cuenta de que el libro (oficiosamente)
más vendido es “La Santa Biblia”, con 3900 millones de copias.
Esperamos que estos datos te
hayan producido unos minutos entretenidos y hayas disfrutado de las
curiosidades que trae tras de sí un concepto tan usado y tan manido como el de best seller y que, en
caso de ser real (el porcentaje es pequeño) convierte al autor en un afortunado
artesano de la escritura que podrá vivir de ese trabajo.