Nos encontramos en los últimos
años del Siglo XVIII y la vida de la familia Bennet transcurre en medio de una
profunda tranquilidad; de hecho tal vez exista un exceso de monotonía en Longbourn, una
pequeña localidad en la campiña inglesa en una zona cercana a la ciudad
londinense en la que se desarrolla nuestra historia. La llegada de un nuevo
vecino que va a ocupar la cercana propiedad de Netherfield es vista como un
acicate tanto para avivar la apagada vida social del pueblo como
para la propia familia.
Y es que la familia Bennet está
formada por una peculiar pareja (el señor Bennet es un divertido toque de
sensatez y humor en esta familia, mientras que su esposa destaca por su
ambiciosa falta de escrúpulos) y cinco hijas en edad de ser casadas (como
mandaban los cánones de la época) pero con pocas o ninguna esperanzas de ello
debido a la escasez de pretendientes. Así que la inminente llegada del señor Charles
Bengley será vista como la oportunidad de casar a la mayor de las hermanas.
Una vez asentado en su nueva
vivienda, el señor Bengley aceptará la invitación para asistir al baile
organizado con motivo de su llegada. Sorprenderá cuando se conoce que irá
acompañado de su amigo de toda la vida, el distinguido (y ciertamente pudiente)
señor Fitzwilliam Darcy. Bengley será recibido como un simpático y atractivo
joven, en tanto que su compañero causará un efecto un tanto negativo en los
habitantes del Longbourn. Lo que acabamos de describir no son más que los
mimbres a partir de los cuáles se construirá una trama en la que tendremos como
protagonista principal a la inteligente, independiente (y prejuiciosa)
Elisabeth, la segunda de las hermanas de la familia Bennet.
El hecho de que los derechos
hereditarios se transmitiesen en los años en los que está ambientada la trama
únicamente por la vía masculina de la familia hace temer a la familia que, en
una ocasional muerte del cabeza de familia, pierdan sus posesiones y sus (ya
escasos) medios para subsistir. Todo ello hará que la señora Bennet use todo su
empeño y sus armas para “colocar” a sus cinco hijas lo antes posible.
Tras esta presentación del
argumento hemos de dar unas pinceladas de lo que nos podemos encontrar. Creo
que lo que más me sorprendió es el hecho de que la lectura sea ágil y amena, muy
alejada de parecer una historia anquilosada por los más de doscientos años que han
pasado desde su publicación. Al contrario, tiene una forma de presentarnos las
diferentes personalidades de los sujetos que pueblan la trama de forma brillante y atractiva, y
en la primera parte del clásico del que hablamos hoy se puede decir que el ritmo es casi
vertiginoso, aunque al enredarse la trama también desciende el ritmo.
Con cada uno de los personajes
que se nos van presentando la reconocida y brillante autora nos va ofreciendo
pinceladas de la sociedad que le tocó vivir, en la que la mujer jugaba un papel
desafortunadamente secundario. A pesar de ello, sorprende la fuerza de algunos
personajes femeninos, con mujeres que parecen estar acertadamente muy
adelantadas a su tiempo, o tal vez que no se resignaban a aceptar ese papel
secundario al que la sociedad las había condenado desde el momento de su
nacimiento.
En las páginas de “Orgullo y
prejuicio” nos encontraremos un tono ciertamente crítico y mordaz, con un humor
muy ácido poseedor de una excelente puntería. Esa rebeldía ante una sociedad
que obliga a contener las emociones y los sentimientos anteponiendo la
tradición, los más arraigados modales y las obligaciones que éstos imponen hace
que ahora, cuando se cumplen dos siglos tras la muerte de Jane Austen, siga
pareciendo fresco. Es absolutamente sorprendente que la autora escribiese un
libro de este calibre, seguramente uno de los más conocidos y reconocidos
clásicos, con tan solo veinte años.
Es evidente que mi opinión sobre
este libro es muy favorable. Tal vez tenga mucha influencia en cómo nos puede
llegar un libro el hecho de cómo se afronte la lectura de éste. Yo he descubierto recientemente el ritmo y el modo de leer que hace cada lectura especial: el mero hecho de
afrontarla sin esperar nada, simplemente disfrutar de lo que cada página pueda
ofrecer por el placer de leer de la mejor de las maneras (que para mí lo es)
hace que la lectura cale con mayor profundidad. Es una historia de la que
guardaré muy bonito recuerdo, y algunas enseñanzas entre las que quisiese
destacar aquélla que nos recuerda el poder del amor para que una persona pueda evolucionar y dar lo
mejor de sí misma. Recomendable.