miércoles, 16 de agosto de 2017

"Orgullo y prejuicio", de Jane Austen


Nos encontramos en los últimos años del Siglo XVIII y la vida de la familia Bennet transcurre en medio de una profunda tranquilidad; de hecho tal vez exista un exceso de monotonía en Longbourn, una pequeña localidad en la campiña inglesa en una zona cercana a la ciudad londinense en la que se desarrolla nuestra historia. La llegada de un nuevo vecino que va a ocupar la cercana propiedad de Netherfield es vista como un acicate tanto para avivar la apagada vida social del pueblo como para la propia familia.

Y es que la familia Bennet está formada por una peculiar pareja (el señor Bennet es un divertido toque de sensatez y humor en esta familia, mientras que su esposa destaca por su ambiciosa falta de escrúpulos) y cinco hijas en edad de ser casadas (como mandaban los cánones de la época) pero con pocas o ninguna esperanzas de ello debido a la escasez de pretendientes. Así que la inminente llegada del señor Charles Bengley será vista como la oportunidad de casar a la mayor de las hermanas.

Una vez asentado en su nueva vivienda, el señor Bengley aceptará la invitación para asistir al baile organizado con motivo de su llegada. Sorprenderá cuando se conoce que irá acompañado de su amigo de toda la vida, el distinguido (y ciertamente pudiente) señor Fitzwilliam Darcy. Bengley será recibido como un simpático y atractivo joven, en tanto que su compañero causará un efecto un tanto negativo en los habitantes del Longbourn. Lo que acabamos de describir no son más que los mimbres a partir de los cuáles se construirá una trama en la que tendremos como protagonista principal a la inteligente, independiente (y prejuiciosa) Elisabeth, la segunda de las hermanas de la familia Bennet.

El hecho de que los derechos hereditarios se transmitiesen en los años en los que está ambientada la trama únicamente por la vía masculina de la familia hace temer a la familia que, en una ocasional muerte del cabeza de familia, pierdan sus posesiones y sus (ya escasos) medios para subsistir. Todo ello hará que la señora Bennet use todo su empeño y sus armas para “colocar” a sus cinco hijas lo antes posible.

Tras esta presentación del argumento hemos de dar unas pinceladas de lo que nos podemos encontrar. Creo que lo que más me sorprendió es el hecho de que la lectura sea ágil y amena, muy alejada de parecer una historia anquilosada por los más de doscientos años que han pasado desde su publicación. Al contrario, tiene una forma de presentarnos las diferentes personalidades de los sujetos que pueblan la trama de forma brillante y atractiva, y en la primera parte del clásico del que hablamos hoy se puede decir que el ritmo es casi vertiginoso, aunque al enredarse la trama también desciende el ritmo.

Con cada uno de los personajes que se nos van presentando la reconocida y brillante autora nos va ofreciendo pinceladas de la sociedad que le tocó vivir, en la que la mujer jugaba un papel desafortunadamente secundario. A pesar de ello, sorprende la fuerza de algunos personajes femeninos, con mujeres que parecen estar acertadamente muy adelantadas a su tiempo, o tal vez que no se resignaban a aceptar ese papel secundario al que la sociedad las había condenado desde el momento de su nacimiento.

En las páginas de “Orgullo y prejuicio” nos encontraremos un tono ciertamente crítico y mordaz, con un humor muy ácido poseedor de una excelente puntería. Esa rebeldía ante una sociedad que obliga a contener las emociones y los sentimientos anteponiendo la tradición, los más arraigados modales y las obligaciones que éstos imponen hace que ahora, cuando se cumplen dos siglos tras la muerte de Jane Austen, siga pareciendo fresco. Es absolutamente sorprendente que la autora escribiese un libro de este calibre, seguramente uno de los más conocidos y reconocidos clásicos, con tan solo veinte años.


Es evidente que mi opinión sobre este libro es muy favorable. Tal vez tenga mucha influencia en cómo nos puede llegar un libro el hecho de cómo se afronte la lectura de éste. Yo he descubierto recientemente el ritmo y el modo de leer que hace cada lectura especial: el mero hecho de afrontarla sin esperar nada, simplemente disfrutar de lo que cada página pueda ofrecer por el placer de leer de la mejor de las maneras (que para mí lo es) hace que la lectura cale con mayor profundidad. Es una historia de la que guardaré muy bonito recuerdo, y algunas enseñanzas entre las que quisiese destacar aquélla que nos recuerda el poder del amor para que una persona pueda evolucionar y dar lo mejor de sí misma. Recomendable.