La línea que separa la
inspiración de la copia ilegítima de un escrito es ciertamente fina, y más a
menudo de lo conveniente es cruzada por autores de todos los géneros y épocas;
también hay que destacar que hay ciertas similitudes entre los argumentos de algunos
libros puede deberse a una simple casualidad.
Incluso varios de los más
célebres escritores de la Historia de la Literatura se encuentran en la deshonrosa
lista de acusados de haber sumado a sus
libros partes escritas por otras personas sin su autorización.
Así, el escritor Mateo Bandello, cuya obra fue
publicada en el siglo XVI, escribió la novela corta “Los amantes de Verona”,
que sirvió de “inspiración” al poeta inglés Arthur Brooke. Haciendo gala de una
costumbre de la época, William Shakespeare copió a su vez al poeta inglés,
dando como resultado su célebre “Romeo y Julieta”. Se da la coincidencia de que
Lope de Vega también se inspiró en la obra original de Bandello para formar su
“Castelvines y Monteses”.
El autor italiano al que nos referimos no consiguió gran trascendencia gracias a la escritura de sus más de doscientas novelas cortas, (que fueron reunidas en cuatro libros), aunque el haber servido de fuente a dichos autores le reservó cierto hueco en la historia. Además de la mencionada obra de “Los amantes de Verona”, muchas otras novelas de Bandello fueron plagiadas por autores célebres, como Stendhal o Lord Byron, y algunos de ellos incluso tomaron prestadas ideas de sus obras con reincidencia, como el propio Shakespeare y sus “Mucho ruido y pocas nueces” y “Noche de reyes”.
En la época del prestigioso dramaturgo
inglés, el plagio no estaba considerado tan sonrojante como hoy en día, y no
existía el concepto de derechos de autor. Quizás por ello, se valoraba más el
resultado final que la idea original, y Shakespeare usaba como “soporte” obras
de San Juan de la Cruz, Petrarca, Santa Teresa de Jesús, Montaigne, Horacio… Se
dice que sus obras más famosas están basadas en obras ajenas, como se da por
hecho con su “Hamlet” (basado en la anterior “Historia de los daneses”).
Como decíamos, el concepto de
plagio es relativamente moderno, y hace unos siglos el copiar textos,
argumentos o personajes era un recurso más del escritor. De ello podría dar
buena nota Miguel de Cervantes, ya que años después de la publicación de “El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, vio cómo apareció publicado el
libro “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su
tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el
licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”.
Se sabe que el supuesto autor de
dicho libro, que se apropia de los personajes y de la continuación de la
historia del Quijote, es un seudónimo que, hasta hace bien poco, mantenía
oculto al verdadero autor, del que ahora se sabe que era Jerónimo de Pasamonte,
que compartió dos años de su vida como militar con el propio manco de Lepanto,
coincidiendo incluso en la batalla en la que el autor quijotesco adquirió su
apodo de manco.
Teniendo en cuenta que en el
Quijote aparece un personaje llamado Ginés de Pasamonte, ladronzuelo y
embustero, y que en las aventuras y desventuras de este personaje varias
situaciones coinciden con los hechos vividos por Jerónimo de Pasamonte, comprenderemos
que cierta enemistad surgió entre los dos escritores, y la posterior disputa
literaria.
También se dice que Cervantes tuvo
acceso al manuscrito del llamado “Quijote apócrifo”, el escrito por Avellaneda,
y que en base a él evolucionó la historia para publicar su posterior y
auténtico “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha” en tal
medida que hay quien afirma que sin el Quijote Apócrifo no existiría la
continuación creada por Cervantes. En otras palabras, se considera a lo escrito por Jerónimo de Pasamonte el pilar del segundo tomo. Una historia rocambolesca de enemistad y de
publicaciones no autorizadas.
En los días en los que vivimos, no
está ni mucho menos tan aceptado y asumido el clonar lo escrito por otra
persona como propio. Como es lógico, el escritor famoso no es plagiado por lo
arriesgado de tal acción, sino que suele ser el célebre el que hurta al
desconocido.
Por ejemplo, el escritor
superventas brasileño Paulo Coelho ha sido acusado (si no me equivoco no ha
sido condenado) de valerse de otros escritores en numerosas ocasiones. El libro
más conocido de Coelho, “El alquimista” se dice que no es más que la versión
extendida del relato de Borges “Historia de los dos que soñaron”.
Hace unos años también fue acusado
de copiar un artículo de una columnista colombiana del diario “El país”, de
Cali. El propio autor reconoció que se había valido del artículo de la
psicóloga Gloria Hurtado, aunque en forma de adaptación.
Es difícil llegar a la conclusión
de si una acusación de plagio es o no verídica, o si se trata de una
coincidencia y en qué medida se da dicha coincidencia. No cabe duda de que el
lugar más adecuado para llegar a esa conclusión es un juzgado, y la persona que
aclara tales hechos debe de ser el juez.
Arturo Pérez Reverte lleva
aproximadamente unos diez años acudiendo a diversos juzgados por el mismo
hecho: la acusación que sobre él hizo el cineasta Antonio González-Vigil de
haber plagiado la obra “Corazones púrpura”, escrita por Vigil y Juan Madrid,
para el guión de la película “Gitano”.
Se nos antoja que la contienda
durará unos cuantos años más, ya que, tras haber logrado el escritor tres
sentencias absolutorias, la Audiencia Provincial de Madrid le condenó a pagar
80.000 euros en concepto de indemnización. Por supuesto, dicha sentencia fue
inmediatamente recurrida y se conocerá el resultado de la apelación
próximamente.
En la misma situación pendiente de
una sentencia judicial se encuentra la autora María del Carmen Formoso, que el
2 de mayo de 1994 presentó su manuscrito “Carmen, Carmela, Carmiña
(Fluorescencia)” a la editorial Planeta para intentar conseguir el ansiado
premio literario que otorga anualmente dicha editorial (entrada sobre los premios Planeta aquí). El 30 de junio de ese
mismo año Camilo José Cela entregó el manuscrito de la obra con la que optó al
mismo galardón, y que, de hecho consiguió ese mismo año. Se trataba de “La Cruz
de San Andrés”, que al parecer guarda grandes coincidencias con la obra de
Formoso.
La acusación de plagio es muy
extendida en los últimos tiempos, y ya sea con o sin razón, muchos autores son
acusados de vulnerar los derechos de autor a lo largo de su carrera. Incluso
genios como Pablo Neruda o Saramago se encuentran en la lista de nombres
manchados por cometer supuestamente un acto tan mal visto en la actualidad, y
que realmente es muy difícil de probar.