viernes, 20 de octubre de 2017

"Los vagabundos de la cosecha", de John Steinbeck

A mediados de la década de los treinta del siglo pasado la situación en gran parte del país estadounidense era realmente delicada. Tras el batacazo del 29 los sueldos fueron en decadencia y tanto las empresas que cerraban como los trabajadores que eran incapaces de mantener a sus familias iban trágicamente en aumento. 

Como es característica de la sociedad basada en el capitalismo, en ese país se valían de las clases más desfavorecidas para pagar los salarios más bajos que fuese posible (situación que seguimos viviendo tanto tiempo después) y que solían corresponderse con inmigrantes de países latinos u orientales. Sin embargo, los movimientos que promovieron la sindicalización de estos colectivos hicieron que la mayoría de ellos fuesen enviados de vuelta a sus países de origen.


En un mosaico de aspectos tan complicado la naturaleza puso su grano de arena para empeorar la situación, ya que se sucedieron años del desastre ideológico denominado "Dust bowl" (Cuenco de polvo). Se trató de una terrible sequía que ocupaba gran parte entre Méjico y Canadá que duró unos siete años. La falta de agua convirtió el suelo en un secarral que, unido al viento, provocó horribles y devastadoras tormentas de polvo que acababan con cualquier cultivo que se encontrase en su camino.

Como podemos imaginar, estas circunstancias convirtieron a los agricultores en sufridos testigos de cómo sus cultivos dejaban de producir, y poco a poco acabaron en la mayor de las miserias. En esa década un total de tres millones de personas iniciaron una migración hacia la Tierra Prometida, que en esos momentos era la California necesitada de mano de obra para recoger los cultivos que sí era capaz de producir.
Dicha migración convirtió a los terratenientes del Medio Oeste estadounidense en braceros que a duras penas podían sobrevivir en las peores de las condiciones, y en las que habían de ver cómo sus hijos morían desnutridos. Si tenemos una idea de estos hechos es por libros como "Las uvas de la ira", que describieron este trasiego de gente que iba perdiendo desde las posesiones materiales hasta la última gota de dignidad y de esperanza. 

El libro que tratamos hoy es el vivero del que se nutrió John Steinbeck para crear "Las uvas de la ira", una de sus obras más aclamadas, que le valió el prestigioso Premio Pulitzer y que lo puso en el inicio de la carrera en la que llegó a conseguir el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra. Afortunadamente, un Steinbeck que había conseguido cierto renombre con "Tortilla Flat", una novela en clave humorística en la que describía el día a día de los trabajadores inmigrantes fue el escritor elegido por el "The San Francisco News" para hacer una serie de reportajes periodísticos (siete) de este éxodo.

En "Los vagabundos de la cosecha" Steinbeck inició un fructífero viaje sobre el terreno de la mano de Tom Collins, un activista por los derechos de los trabajadores más desfavorecidos que ideó la forma de crear una serie de campamentos en los que la comunidad cooperaba en igualdad de condiciones y les otorgaba a los temporeros posibilidades de sobrevivir, así como a sus hijos la posibilidad de una educación que en sus condiciones era prácticamente imposible lograr.  Tom Collins fue sin duda uno de los personajes de "Las uvas de la ira", aunque el nombre de su personaje fue el del director del campamento, Jim Rawley.

En esta recopilación de los artículos, considerados por muchos dignos de ocupar la cima del periodismo, encontramos la enconada y sincera defensa de Steinbeck de esa serie de personas que son vilipendiadas por la vida, por la naturaleza, y por las personas que los contratan e incluso por cualquiera que se cruza con ellos. Desgrana una a una las causas de su desgracia y el proceso que han de vivir desde el primer mes en el que no pueden pagar la hipoteca de su granja hasta que han de dormir en el suelo de una chabola de cartón con sus cinco o seis hijos comiendo un par de veces a la semana, a miles de kilómetros del que fue su hogar.

Además, explica pormenorizadamente lo que él consideraba sería dar una salida digna y sostenible a esas miles de personas que vieron cómo el sueño de una vida mejor era enterrado en capas de polvo , de desprecio e incomprensión. En cada uno de los artículos podemos adivinar cómo se fue gestando la que fue (probablemente) su gran novela y en los escenarios que visitamos podemos adivinar a Mamá Joad, a Papá Joad, a la abuela o a Rose, o incluso podemos ver cómo hubo de crecer (y que seguramente en su situación compartiríamos) la ira en las venas de Tom Joad. 

En la excelente edición que nos regaló hace unos años Libros del Asteroide de "Los vagabundos de la cosecha" los artículos del escritor estadounidense vienen acompañado de las icónicas, inolvidables y reconocibles fotografías que Dorothea Lange realizó del mismo asunto. Así, nos encontramos en este libro arte convertido en periodismo de altura y arte visual de la mayor calidad, además de un excelente prólogo de Eduardo Jordá.

A pesar de, evidentemente, no tratarse de una novela, el relato que traemos hoy es una muy recomendable lectura, en la que podemos adivinar los vigorosos mimbres sobre los que John Steinbeck creó uno de mis libros favoritos (cada imagen que incorporé al diseño de esta página tiene relación con "Las uvas de la ira"). Esclarecedora, interesante  y provechosa lectura.