jueves, 24 de noviembre de 2016

"La edad de la inocencia", de Edith Wharton

La Nueva York de finales del siglo XIX es una ciudad cuya esfera más alta en cuanto a lo social se refiere todavía conserva estrictas costumbres (no ancestrales debido a la corta historia del país que la cobija) y las familias más destacadas de la burguesía, los denominados patricios, suponen una especie de bloque inquebrantable que ha de luchar con la llegada de familias de nuevos ricos dispuestos a prescindir de dichos convencionalismos.

Newland Archer, nuestro protagonista, es miembro de una de la más destacadas familias patricias. Con una exquisita educación, y con las creencias que le fueron inculcadas durante toda su vida, Newland disfruta del encanto de la rigidez en los modales de los de su entorno/clase y se adapta a la perfección a la vida de emociones contenidas a la que está destinado.


La noche en la que iniciamos la lectura, se produce el anuncio del compromiso del propio Newland con May Welland, una exquisita joven con las cualidades más deseadas por un joven de su estrato social y de su educación. Del mismo modo, en la misma función de ópera May presenta a sus conocidos a la condesa Ellen Olenska, su prima, que regresa de Europa con la intención de iniciar una vida completamente alejada de su deplorable esposo. Como es de suponer, una mujer en sus circunstancias supondrá un problema para una sociedad poco propensa a aceptar situaciones de tal calibre, y en la que el respeto a las tradiciones y el evitar la exposición de los sentimientos son pilares básicos.

El joven y estricto Archer, muy a su pesar, recibe el encargo de intentar que Ellen recapacite y reconsidere el plantear el divorcio a su marido. Accede a realizar la tarea para minimizar el daño que supone al buen nombre de la familia de su futura esposa la estancia de la condesa en la ciudad. Sin embargo, el conocer de cerca a Ellen supone para Newland el plantearse cada aspecto de su vida, de su futuro, y de su propio ser. Simplemente comprende que su sitio en el mundo es lo más cercano a una poco convencional, osada, inquieta, culta y sincera Ellen que pueda estar. Así que nuestro joven protagonista habrá de decidir entre una vida plena o una ficticiamente plácida y convencional.

La autora, Edith Wharton, fue una mujer del mismo modo poco tradicional para la exquisita sociedad en la que fue criada. Cuando publicó esta novela, en 1920, ya llevaba años divorciada y alternaba relaciones con hombres y alguna que otra mujer. El lanzamiento de “La edad de la inocencia” fue un éxito, y le supuso además convertirse en la primera mujer en conseguir el Premio Pulitzer de novela, hecho que se consumó al año siguiente de su lanzamiento.

La que acabo de terminar se trata de una lectura pausada y se podría definir como exquisitamente (y de forma un tanto barroca) ornamentada con los toques y costumbres de la sociedad neoyorquina, en la que una sorda crueldad con forma de amplia sonrisa extirpa con decisión cualquier actitud o comportamiento que se salga de lo permitido. Además, el dilema que invade el interior de Newland da un peso francamente memorable a la novela, y podré decir que se ha convertido en uno de mis libros preferidos.


Existe una excelente adaptación cinematográfica (realmente existen varias) dirigida por el genial artesano Martin Scorsese y protagonizada por el polifacético e intenso actor Daniel Day-Lewis, Winona Ryder y Michelle Pfeiffer. Es muy probable que la mayor parte de las personas que hayan visto dicha película recuerde la escena final, que se puede considerar como uno de los más emotivos finales de la historia del Cine. Esa escena final tan intensa, tan onírica y a la vez tan contenida es precisamente lo que hizo que me decidiese a emprender la lectura.

Lejos de arrepentirme de leerlo, he visto superadas mis expectativas. El tono pausado y con unas poderosas descripciones hacen que deba recomendar leerlo sin prisa, disfrutando poco a poco de cada capítulo. Con ello podremos descubrir y profundizar en un personaje (sorprendentemente actual a pesar de haber sido imaginado y creado hace casi cien años), con el que siento gran afinidad y complicidad y que, como mencioné anteriormente, lleve a "La edad de la inocencia" a la estantería de mis libros favoritos.