viernes, 11 de octubre de 2013

Sociedades futuras.

La fascinación por lo que nos puede deparar el futuro es una de las constantes más reproducidas  en la literatura desde hace cientos de años. De la imaginación de muchos escritores nos son plasmadas sociedades y sistemas de gobierno y de convivencia que podemos dividir en dos grandes grupos: la utopía y la distopía.

Del segundo grupo, la distopía, (es decir, la descripción de una sociedad imaginada que dista mucho de ser ideal), nos llegan quizás las obras más renombradas del tema que nos ocupa.

Entre ellas, sin duda, se encuentra la novela que fue escrita con el nombre de “El último hombre de Europa” (The last man in Europe) en 1948. Por motivos editoriales, y debido a que el nombre final resultaría más atractivo, fue cambiado por el año en el que transcurre la acción y en 1949 salió finalmente a la venta con el nombre de “1984”.


El auténtico mérito del autor, George Orwell, es que en este libro lograba describir conceptos en los que, hoy en día, más de sesenta años después,  muchos analistas observan coincidencias en la sociedad actual. A nadie es ajena, por ejemplo, la figura del jefe supremo de dicho régimen, conocido por todos con el nombre de “Gran Hermano” (figura inspirada en Stalin). La metódica descripción de dicho régimen logró  tanta trascendencia que se llegó a denominar a una sociedad totalitaria y con un control férreo por parte de los poderes como “orwelliana”.

También es destacable entre sociedades distópicas la novela que nos pinta un régimen en el que los gobernantes opinan que los hombres son felices cuando son iguales, y para ello intentan eliminar cualquier elemento capaz de llevarlos a sentirse diferentes. Entre dichos perseguidos elementos  se encuentran los libros.

El protagonista de dicho libro, “Farenheit 451” (de Ray Bradbury, 1953), es Montag, cuya profesión es la de bombero. La particularidad de los bomberos imaginados por Bradbury, es que se dedican a provocar incendios; concretamente acuden a avisos de viviendas moradas por poseedores de los prohibidos libros para usar sus mangueras incendiarias y así acabar con el peligro del pensamiento crítico.

En ello se vislumbra, entre otras cosas, un ataque feroz a la censura sufrida en los EEUU a mediados del siglo pasado. Sirva como curiosidad que el título se refiere a la temperatura en la que el papel de los libros comienza a arder.

Un ejemplo de utopía (sociedad ideal imaginada) es la que nos describió Burrhus Frederic Skinner en 1948 con su “Walden Dos”. El psicólogo y filósofo norteamericano llevó sus experimentos sobre conductismo y condicionamiento a las páginas de esa sociedad que él suponía ideal.

En él describe uno a uno todos los métodos científicos empleados para conseguir que los humanos cooperen entre sí en fines comunes sintiéndose felices individualmente. Una comunidad en la que no existe el dinero y que el trabajo es premiado con créditos que pueden ser intercambiados por comida o por una cama donde dormir.

El nombre de Walden Dos es un homenaje al ensayo publicado por Henry Thoreau describiendo el retiro voluntario que mantuvo durante dos años, dos meses y dos días, aislado totalmente de la sociedad en el lago Walden.

Otra sociedad utópica (en este caso con tintes ciertamente irónicos) es la dibujada en la novela que está considerada como una de las mejores en cuanto a estilo se refiere. Se trata de “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley.

En una sociedad tecnológicamente muy avanzada (el año cero de la historia de esa sociedad es 1908, el año de fabricación del considerado habitualmente como el primer vehículo a motor para el que se empleó la cadena de montaje, el Ford T), en donde se han erradicado religión, filosofía y literatura, se han eliminado los museos y el ser humano es un ser saludable, deportista, que se describe a sí mismo como feliz, aunque la libertad de pensamiento también está desterrada.

También existe una buena cantidad de libros cuyo argumento está dedicado a las sociedades post-apocalípticas. Entre ellas luce con brillo propio esa sociedad (o ausencia de ella) sumida en la anarquía total de “La carretera”, de Cormac McCarthy, (reseña aquí) en la que los seres humanos se ven obligados a sucumbir a instintos de supervivencia olvidados durante miles de años.

Como decíamos antes, de la mente de miles de escritores nos son descritas diferentes sociedades, unas con mayor atractivo que otras, y en general destinadas a ofrecer una visión crítica de la sociedad en la que vivió el propio escritor.

Tal vez por ello nos produce una chispa de inquietud el comprobar ciertas coincidencias de la sociedad en la que vivimos con las distopías imaginadas hace más de cincuenta años, descritas con una visión que se suponía pesimista…