Se trata del libro japonés más vendido de la historia. Dicho de esta manera es algo que nos puede parecer algo ajeno, lejano, ya que la literatura japonesa se suele ver por esta tierra como algo exótico (tristemente, ya que tiene un "poso" que nadie debería perderse).
El autor nos hace vivir una historia de amor pura,
sencilla, sin adornos, partiendo deliberadamente de un triste final
hasta desgranar la relación entre los dos protagonistas. Tiene el tono
melancólico y reflexivo habitual de la literatura japonesa, aunque en
esta ocasión creo que más "digerible" que la mayor parte de las obras escritas por sus compatriotas, que consigue alcanzar con más facilidad la sensibilidad del lector, que se siente irremediablemente identificado en la lectura.
Una historia hermosa y para recordar, fácil de leer y de corta
duración, que, probablemente, se transforme en una "relectura" a medio
plazo. También hay que decir que alguna lagrimilla se puede escapar, y en caso de tratarse de una persona "blanda" la que lo lea, se convertirá en una
lluvia de lágrimas.
En definitiva, nos encontramos ante un libro fácilmente recomendable, de los que cada lector que lo termina suele aconsejar la lectura a dos o tres de sus amigos, consiguiendo con ello hacerse un hueco en el panorama lector sin una gran campaña publicitaria a sus espaldas. Si hay que poner un pero, creo que sería el que no le sobra ninguna página, pero
creo que faltan bastantes... (el autor podía haber sacado más jugo a una historia como ésta).
Os dejo con las primeras frases de la novela que, como dije antes, probablemente releeré...
"Aquella mañana me desperté llorando. Como
siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con
las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando
hacia alguna parte."