lunes, 3 de octubre de 2022

"La muerte de Iván Ilich", de Leon Tolstoi

 

Iván Ilich ha muerto. En su lecho de muerte se reúnen familiares, compañeros de trabajo, amigos y conocidos. Entre ellos se encuentran los amigos y compañeros con los que más cómodo se sentía Iván, con los que jugaba un juego de cartas que suponía el mayor de los alicientes de sus vidas. Sin embargo, hacía semanas que la enfermedad que consumía a Iván hacía evidente el desenlace.

 

Su fallecimiento produce más inquietud sobre quién va a ocupar su privilegiado puesto en el ministerio y los ascensos que acarreará en cadena ese movimiento que la pena de la pérdida de un ser querido. Además, también está la incomodidad de ir a visitar a la viuda y el mal trago de tener que atrasar la partida de ese día…

 

En esta novela corta tenemos el privilegio de contar con un narrador omnisciente capaz de narrarnos al dedillo todos los hechos y también lo que pasa por la cabeza de cada uno de los personajes. Tras una breve exposición del velatorio de nuestro protagonista, llega el momento en el que el todopoderoso narrador nos cuenta la vida de Iván. Y con ello nos presenta una historia que, ciento cincuenta años después, se puede considerar universal: la de una persona ambiciosa, que va logrando lo que se considera un éxito social en su entorno y que no puede desear otra cosa que lo que tiene. Aparentemente.

 

Sin embargo, la llegada de problemas médicos sume a Iván Ilich en una laguna existencial en la que todas las certezas se difuminan, y la búsqueda de su propio ser, de los momentos en los que se puede decir que ha sido él mismo, ejercen sobre él un efecto devastador. Tal vez más destructivo que la propia enfermedad que se niega a alejarse. Las eternas preguntas suenan fuerte en su mente:

 

¿Qué he hecho con mi tiempo? ¿Qué sí y qué no? ¿Qué siempre y qué nunca? ¿Qué todo y qué nada? Supongo que en toda vida humana hay un momento al menos en el que uno se hace preguntas similares a las que Iván se hace en el lecho de muerte, y las respuestas son diversas a lo largo de cada existencia, y diferentes para cada persona. La cuestión principal, tal vez, sea cómo convertimos la vida en un proceso de adaptación a algo que probablemente no hubiésemos elegido en la infancia o la juventud. En resumen, si aprovechamos o no nuestro tiempo en este planeta o por el contrario perseguimos objetivos superficiales.

 

Y este tema, tan recurrente en la literatura, en el cine y en la mayoría de los aspectos del arte, es el elegido por un descomunal autor, probablemente uno de los más grandes que ha dado la literatura, para ofrecernos una obra maestra escrita en una época en la que, como el propio Iván Ilich, sufrió una crisis existencial que a punto estuvo de llevarlo a acabar con su propia vida. Afortunadamente no lo hizo, y aunque constató que la vida que estaba viviendo no se correspondía con sus expectativas, tuvo la lucidez suficiente para cambiar lo que no le convencía e intentar exprimir de otra manera el tiempo que le quedaba por delante.

 

“La muerte de Iván Ilich” está considerada una obra maestra de uno de los maestros de la escritura, y la verdad, comprendo los motivos de esa distinción. Tolstoi es capaz de expresar en un párrafo un mensaje que a otros autores les puede llevar un libro exponer. Así que su escritura está llena de poso, de profundidad, de reflexión, de cuestionamientos lúcidos y brillantes. No existen diferentes palabras para los grandes autores de la Literatura, pero tal vez debería haberlos. Literatura en mayúsculas es lo único a lo que podemos agarrarnos al hablar de Tolstoi. Como última puntualización, he de destacar la bonita edición que, para los que conocen a la editorial Nórdica y su buen gusto al presentar un libro, ya no resulta sorpresa pero siempre resulta agradable.