Dorine fue injustamente retratada por Gorz en uno de sus primeros textos, y es algo que generó remordimientos durante mucho tiempo y que sabe que debe compensar. André se retrotrae a los primeros meses de la relación de ambos, y nos dibuja el apoyo incondicional que fue para él D., considerada por él mucho mejor que él mismo y sin la que hubiese sido imposible dedicarse a su pasión.
A pesar de las dificultades económicas que sufrieron, lo compensaban al saber que eran las personas adecuadas el uno para el otro, como queda reflejado en algunas frases que en mi ejemplar están imprescindiblemente subrayadas. Frases memorables.
También aprovecha Gorz para, en cierta manera, reivindicar su propia figura y lo que le costó llegar a publicar su obra. Por último, y seguramente sea lo más destacado, la unió entre ellos era indisoluble tal y como menciona Gorz en uno de los párrafos de "Cartas a D.": "A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro". Esa inquebrantable fusión de André y Dorine y la larga enfermedad de ella (siempre se dice larga enfermedad en lugar de decir cáncer terminal) acabó con el fallecimiento de ambos el mismo día.
Sí, se suicidaron, dejando bien claro lo consciente que había sido la decisión de ambos (en la puerta de su casa dejaron un cartel para que el primero que lo viese avisase a la gendarmería) con cartas de despedida a amigos y familiares. No sabemos el contenido de esas cartas, pero afortunadamente tenemos la oportunidad de leer la que André dedico a Dorine. Beatitud.