domingo, 11 de octubre de 2020

"las brujas", de Celso Castro

 

El protagonista de esta historia es un adolescente sin nombre, cuyo padre hace años abandonó a la familia. Sin embargo, lo que queda de esa familia (él, su hermano y su madre) sufre un proceso de desintegración del que vamos a ser testigos. Además, el hecho de que el joven tenga una personalidad similar a la del padre evadido lleva a que haya una tremenda falta de apego hacia él, y sea maltratado físicamente por su hermano y con una horrible indiferencia por parte de su madre.

 

En un entorno tan poco idílico (y una preciosa Coruña que sale en sus páginas) nos cuenta desde su inicio su relación con Lorena, vecina de su barrio y al que sus amigos y él mismo conocen como la hija de la bruja. La niña crece entre conjuros y lecturas de tarot, entre incienso y brebajes, y a pesar del rechazo que produce en todo el mundo Lorena intenta un acercamiento con “X”, niño entonces y adolescente ahora que narra la historia.

 

Ese rechazo será también un obstáculo que tendrá que salvar nuestro narrador, que no puede evitar sentir al mismo tiempo una atracción que se ve frustrada al descubrir que Lorena y él fueron amamantados por la misma persona: la madre de ella, la bruja.

 

Como puedes ver, la historia contenida en las pocas páginas de “las brujas” no tiene nada de convencional, y entre visiones, conjuros y sustancias se nos va contando una historia que no te dejará indiferente. ¿Y quién nos la cuenta? Pues el noventa por ciento del tiempo me dio la impresión de que el protagonista se dirigía en primera persona a mí (y a ti si te decides a leerlo) y el diez por ciento restante me imaginaba que se dirigía a un escritor que se limitaba a transcribir lo que vivió.

 

“las brujas” pertenece a los “relatos del yo”, tal y como los define el autor coruñés Celso Castro. En su particular voz narrativa destaca la falta de mayúsculas y una puntuación muy particular que le da a la lectura una singular agilidad. Si sigues esta página, podrás ver que este relato es el segundo que visitamos de este autor, tras “sylvia”, y he de explicar las circunstancias que me llevaron a adentrarme en esta lectura.

 

Por norma general tengo la costumbre de no repetir lecturas de un mismo autor, por el miedo a que la reiteración de sus “tics” termine por agotarme y no me dejen disfrutar en condiciones de la lectura. He de confesar que me sucedió con varios autores a los que tenía aprecio y es frustrante ver cómo se va desvaneciendo. Así que suelo dejar al menos un año entre la lectura de uno y de otro libro.

 

Sin embargo, el impacto que supuso para mí descubrir el estilo y el fondo de Celso Castro hace tan solo tres meses me llevó a arriesgar en ese aspecto y quise intentar disfrutar de su última obra mucho antes de lo que suelo permitirme. ¿Y cuál ha sido el resultado? Un rotundo éxito para mí. Y es que el separar la sorpresa inicial que supone las formas del escritor gallego nos sitúa de bruces ante el fondo. Y el fondo es igual de adictivo y provechoso.

 

Celso Castro utiliza las palabras como una especie de bisturí, haciendo incisiones certeras como buen artesano y desgranando la historia al ritmo adecuado. Hay autores que tienen algo, y éste es uno de ellos. Si habitualmente al leer un libro te puedes encontrar pensando “este libro me recuerda a ….“ (seguro que tienes una lista de autores entre los que elegir algunos nombres) estoy casi seguro de que no te sucederá con Castro. Y es que tiene su estilo propio. En todo caso, tal vez te venga a la mente decir en algún momento “este libro me recuerda a Celso Castro”. 


Desde luego recomiendo la lectura de “las brujas” y simplemente menciono que, de ser escritor, querría ser un escritor con estilo propio e inconfundible, como Celso Castro. Y también nos queda el consuelo de que no todo lo que nos trae el 2020 sea negativo.