lunes, 11 de febrero de 2013

San Valentín.

AMOR: Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
Si consultamos el Diccionario de la RAE ésta es la definición literal que nos vamos a encontrar. Aunque se trate de algo más subjetivo que cualquier otra cosa, creo que además de esa definición podemos afirmar que, en la sociedad occidental que nos ha tocado vivir estos días,  para la mayoría de las personas que la forman es una de las más importantes constantes y que aparece habitualmente en las primeras líneas de la definición personal de la palabra FELICIDAD.
Como es natural, en cada cultura (y en cada época) el amor tuvo o tiene una consideración diferente y un grado de importancia acorde con dicha consideración. Esas diferencias también las podemos observar en la importancia que tuvo en cada una de las etapas artísticas, si bien es cierto que, ya fuese en mayor o menor medida, en todas y cada una de las etapas estuvo presente como fuente de inspiración para artistas de toda índole y condición.
Suele suceder que, en base a tan prolífica fuente de inspiración, cada artista realiza una exploración sobre ese sentimiento para dejarla plasmada en su obra. De entre todas las facetas artísticas que sirven de forma de expresión para el creador, seguramente la rama que más a menudo y con mayor cantidad de detalles nos ha logrado describir ese sentimiento es, en nuestra opinión, la Literatura.
Y es en la Literatura el entorno en el que nos encontramos con la existencia de San Valentín, esa celebración que ocupa gran parte de los escaparates y anuncios en el mes de febrero de cada año.
Vamos a ceñirnos un poco (tampoco estamos en una página de historia, así que será algo más anecdótico que otra cosa) a los datos que se pueden encontrar al buscar información sobre San Valentín. Según la leyenda (y las leyendas suelen tener poco de hecho histórico), el sacerdote Valentín ejercía su humilde y no siempre reconocido oficio en la Roma del Siglo III, siendo el emperador en esa época Claudio II. Dicho emperador, que al parecer tenía un gran sentido práctico y estaba convencido de que los hombres jóvenes sin ataduras familiares constituirían un ejército más poderoso, decidió que para fortalecer sus tropas era una buena idea prohibir los matrimonios entre parejas jóvenes.
Valentín, nuestro sacerdote, era como la mayoría de las personas (sobre todo los afectados, los que ya habían contraído matrimonio fueron menos vehementes al expresar el rechazo) contrario a esa medida. Como una forma de compensar la desafortunada regla impuesta, decidió tomar riesgos y celebrar en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. Sin embargo este hecho no tardó en llegar a oídos del emperador; a raíz de esa flagrante desobediencia de la ley impuesta por Claudio Valentín fue encarcelado, probablemente torturado y al parecer martirizado y finalmente ejecutado el 14 de febrero del año 270 (como suele suceder, la fecha coincide con una celebración anterior, en este caso con la celebración anual de la fiesta dedicada a la diosa romana Juno Februata, diosa de la “fiebre” de amor, la mujer y el matrimonio; era una buena forma de matar dos pájaros al mismo tiempo).

Lo narrado hasta ahora se refiere, como decíamos al principio, a la leyenda de San Valentín. Sin embargo, la falta de datos históricos que lo avalen y la existencia de otros datos que lo niegan, nos han de llevar forzosamente a la primera constancia histórica (ésta sí, la podemos encontrar plasmada en un documento conservado en el Museo Británico) del origen de una tradición que cada año adquiere un poco más de relevancia. En dicho documento podemos leer que en el lejano siglo XV, y concretamente durante el cautiverio que sufrió el Duque de Orleans en la Torre de Londres, firma una romántica y bucólica poesía para su esposa con un sencillo “De tu Valentín”. Esa misiva fue el germen tras el que se fue gestando lentamente una costumbre que perduró a través de los siglos y que se convirtió en la celebración (¿consumista?) de la actualidad.
Una vez conocidos esos datos curiosos y que no han de pasar de la simple anécdota nos intentaremos adentrar un poco en lo que realmente nos interesa: la incidencia del amor en la Literatura. Es de todos conocidos que es uno de los argumentos más recurrentes y, junto con todos sus símbolos (incluido el San Valentín que se celebra hoy), los podemos ver encontrar en un buen número de libros, ya que tienen una presencia constante. De hecho muchos grandes autores dedicaron sus mejores obras a la celebración, búsqueda o pérdida de dicho sentimiento.

Cada uno tenemos nuestros propios ejemplos y los libros que guardamos en un sitio especial tras haberlos leído. No es cuestión de enumerar los más importantes (no quiero amargarte la celebración ni que gastes demasiado tiempo en leer estas líneas) sino de traer tan solo una muestra de la presencia del Amor en la Literatura en una fecha tan relacionada con el mismo. Probablemente la primera obra en acudir a la mente del lector al pensar en el AMOR es una de las obras más célebres y celebradas en cuanto a la descripción de dicho sentir se refiere. Se trata de “Romeo y Julieta”, de William Shakespeare. La incidencia de dicho brevísimo, sangriento y trágico romance tiene una enorme relevancia y ejerce una importante influencia cientos de años después de su publicación; además, sigue siendo un libro de lectura obligada en muchos institutos y  también nos sirve como un ejemplo perfecto cuando deseamos referirnos a los amores imposibles debido a la presión social.

Un buen ejemplo de una relación que no puede llegar a culminarse es la historia escrita hace ya más de ciento cincuenta años por una de las hermanas Brontë es “Cumbres borrascosas”, de la desafortunada y desaparecida trágicamente Emily. En la finca situada en Yorkshire podemos ser testigos del impetuoso amor de Heathcliff hacia Catherine; dicho amor supera el tiempo y tras un desencuentro por el origen del joven, dicho amor se transforma en una poderosa sed de venganza. El novedoso tratamiento que se dio a la figura femenina (por una autora que, tal y como sus hermanas hubieron de hacer, tuvo que publicar bajo pseudónimo masculino) sigue siendo recordado y nos ha traído numerosas interpretaciones teatrales y cinematográficas, lo que contribuye a que siga estando de actualidad tanto tiempo después.

Estamos realizando una pequeña lista de libros célebres en los que el amor tiene importancia y hubiese resultado bastante injusto no mencionar  la recordada obra del fallecido ganador del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. En las páginas de "El amor en los tiempos del cólera” podemos leer la forma en la que Florentino Ariza, tras un período de tiempo bastante importante guardando esas palabras en su mente y su corazón, aprovecha la celebración del funeral de su marido (no el de Florentino, sino el de la persona que nombramos a continuación) para confesar su amor a Fermina Daza. Tras tan curiosa, inverosímil y extraña declaración, retrocedemos cincuenta años en el tiempo para vivir toda la historia de la perseverancia de Florentino hasta conseguir ser correspondido en el sentimiento que hoy se celebra.
Como decía hace unas líneas, no quiero llenar demasiado tiempo en exponer muchos ejemplos (cada uno tiene los suyos y todos son válidos) ya que resultaría agotador para la persona que lee. Tan solo por mencionar algunas obras que suelen estar en muchas de las listas de preferencias personales podremos nombrar libros como los inolvidables “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, de Pablo Neruda, o también la historia de un amor intenso y más breve de lo que hubiésemos deseado todos (incluso los protagonistas) y que fue incluso superado por la adaptación cinematográfica dirigida y protagonizada por Clint Eastwood (¿Quién no recuerda la escena de la furgoneta?) hace ya unos cuantos años y que llevó el título “Los puentes de Madison County”, de Robert James Waller, o la deliciosa “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel. Podríamos seguir y convertir en interminable la lista de grandes e inolvidables historias de amor surgidas de la mente de grandes creadores…
Tan solo una última puntuación para decir que, si hablamos  de gustos personales, y aprovechando que tengo el teclado para hacerlo, voy a mencionar que personalmente tengo predilección por la sencillez de la que echan mano los escritores orientales para deshacerse de matices materiales y describir con máxima belleza la pureza del sentimiento ("El rumor del oleaje" de Yukio Mishima es un bellísimo ejemplo).  
Poco queda por decir de San Valentín, del sacerdote recordado y de los hechos (si es que son hechos y no simple ficción) que llevaron a relacionar el día 14 de febrero con esa persona que fue declarada santo y tal vez la mejor manera de terminar este breve repaso de la incidencia de este sentimiento que tanta influencia ejerce en la Literatura, qué mejor que unas palabras de uno de los más inalcanzables maestros a la hora de expresar amor:

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

Pablo Neruda
P.D. : Te amo.