miércoles, 6 de febrero de 2013

Pulitzer.


De nombre Joseph Pulitzer, y nacido en Hungría en 1847, desde joven notó una gran vocación militar. Sin embargo, el rechazo sufrido al intentar enrolarse en los ejércitos Austro-Húngaro, Francés e Inglés, lo llevó a cruzar el Océano Atlántico en 1864, para participar en la Guerra Civil Estadounidense. Una vez finalizado el conflicto, se establece en la ciudad de San Luis (Missouri), y por una serie de casualidades termina comenzando su carrera periodística como empleado en una publicación en idioma alemán, el Westliche Post.

También en esa época comenzó una carrera política en el Partido Republicano, y cuatro años más tarde consiguió hacerse con la propiedad del diario en el que trabajaba. Además, adquirió otro periódico de la misma ciudad, y con ambos fundó el “St. Louis Post-Dispatch”.

En ese momento comienza la leyenda de Pulitzer, cuyo poder fue aumentado exponencialmente a medida que iba adquiriendo y refundando periódicos, instaurando unos métodos periodísticos centrados en conseguir lectores, empleando para ello fuentes dudosas y poco afines a la veracidad, buscando el sensacionalismo y el impacto social, una práctica tan extendida en la actualidad…


En años posteriores, con una fortuna que crecía vertiginosamente, emprendió una competición periodística con el otro gran magnate de los medios, William Randolph Hearst, en la que incluso el afán de atraer lectores hacia sus publicaciones aún a costa de la verdad llegó a provocar conflictos internacionales, como la Guerra Hispano-Estadounidense.

En medio de esa lucha entre los grandes de los medios de comunicación cabe mencionar la tira cómica “The Yellow Kid”, que tuvo un gran éxito y que sirvió de prueba para introducir el color amarillo en la impresión de los diarios. Fue publicada inicialmente en el “New York World” (de Pulitzer) y, en vista de la aceptación que tenía en los lectores, Hearst lo incluyó en su “Morning Journal”, conviviendo durante años en ambas publicaciones. La coincidencia del amarillo en diarios de tan pareja calidad y escaso prestigio dio origen al término “prensa amarilla”.

Un Joseph Pulitzer interesado en crear la primera escuela de periodismo del mundo ofreció varios millones de dólares a la Universidad de Columbia. Sin embargo, su polémica figura fue rechazada varias veces hasta que, en 1903, gracias a su aportación económica, se inauguró la Columbia University Graduate School of Journalism, segunda de su clase en el mundo.

A su muerte, sucedida en 1911, la universidad volvió a recibir una fuerte inyección económica, por lo que decidieron instaurar los prestigiosos Premios Pulitzer, cuya primera edición se celebró en 1917 y que en su origen otorgaban premios al Periodismo, al Teatro, a la Literatura y a la Educación.

Casi un siglo después, estos premios, que fueron evolucionando con el tiempo, eliminando ciertas categorías e incorporando otras a medida que fueron apareciendo nuevos medios, conservan principalmente un gran prestigio, (la dotación económica es de unos 7.400 euros, cifra modesta si la comparamos con los 600.000 euros del premio Planeta) y verdaderamente han premiado obras que llegaron a convertirse en célebres. Muestra de ello son “La edad de la inocencia” (Edith Warton, 1921), “Las uvas de la ira” (John Steinbeck, 1940), “El viejo y el mar”, (Ernest Hemingway, 1953), “Matar un ruiseñor” (Harper Lee, 1961), “Pastoral americana” (Philip Roth, 1998), o “La carretera” (Cormac McCarthy, 2007).

También otros escritores ilustres fueron receptores de tan conocido premio, como William Faulkner, en dos ocasiones, Carl Sagan, Pearl S. Buck, o John Kennedy Toole (este último a título póstumo).

Además de los premios a periodistas, premios literarios y demás, conocidos son los premios a la Fotografía del Año, que nos brindaron algunas de las más reconocidas y hermosas fotografías del siglo.

Así pues, la fortuna creada desde la nada por Joseph (Joe) Pulitzer, valiéndose para ello de una falta de escrúpulos todavía más grande que dicha fortuna, y cumpliendo el típico sueño americano, nos dejó en herencia (a todos) la oportunidad de dar a conocer obras maestras en varias facetas artísticas, por lo que tal vez deberíamos estarle agradecidos…